King!

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lunes, 24 de noviembre de 2014

Creando Un Estilo / Creating A Style




CREANDO UN ESTILO 

El aspecto de ajustarse a la función en el vestuario de Michael lo teníamos ya, pero, ¿Cómo haríamos para que Michael tuviera un estilo y no se quedara encasillado? Cuando empiezas a crear la ropa para el escenario de una persona, comienzas preguntándole: “¿Cuál es tu época favorita, el siglo XIX, el XX? ¿El Renacimiento, la Edad Moderna, los 70, los 60? Las respuestas te dan un perfil base con el que empezar. Ir de gira con Michael por las ciudades europeas y el hecho de que saliera corriendo a buscar el castillo más cercano o un museo militar y de la realeza británica respondía al instante millones de preguntas sobre lo que quería ponerse. 

Al menos en lo que a vestuario artístico se refiere, este hombre tan misterioso no lo era tanto para Dennis y para mí. Prefería materiales como la seda china y la seda satinada (silk charmeuse). Si el tejido era elástico, mejor aún. La licra hacía sentir a Michael más elegante y seguro y funcionaba en su estilo de baile. Habitualmente evitábamos diseños que llamaran la atención sobre su enfermedad de la piel -vitíligo- una afección cutánea que causa despigmentación de algunas zonas de la piel. Nos mantuvimos fieles a los tonos saturados como el rojo rubí, el azul zafiro o el verde esmeralda. Cada prenda debía tener una influencia británica. Nuestro punto de partida eran siempre caballeros de brillante armadura. Pero la clave para mantener un look fresco es tener el apoyo del artista. Si no es un caballero o un rey, ¿Cuál es su siguiente preferencia? La de Michael eran los piratas.

A Michael le encantaban las cosas que brillaban y, en su imaginación, nada brillaba más que un cofre del tesoro descubierto de su escondite. Por esta razón, su personaje favorito era Tinker Bell –Campanilla- quien, con un movimiento de su varita mágica, enviaba un rastro de polvo mágico suspendido en el aire.

“Bush, vamos a tener que lanzar algo de polvo”, decía Michael a menudo, señalando una pieza que yo pensaba que estaba terminada. En otras ocasiones (y hubo muchas), Michael me llamaba: “Bush, ¿dónde estás? Necesito que me traigas un poco de polvo”.

Lo que significaba que quería ver piedras de estrás. 

A veces conducía tres horas para recoger algunas piedras directamente de la fábrica, solo porque mirarlas de este modo, en bruto, le gustaba a Michael infinitamente. Cada vez que abría la tela de fieltro blanco que cubría el estrás, lanzaba un grito ahogado. La presentación le dejaba literalmente desconcertado. Entonces las cogía y las movía delicadamente con las puntas de los dedos, susurrando: “Bush, mira, ¡mira como brillan!”. Era como un niño asombrado y no podía evitar darme cuenta de que aunque había estado trabajando toda mi vida con estrás, nunca las había apreciado del modo en que él lo hacía en aquel momento. Todavía susurrando, continuaba: “¿Te imaginas ser un pirata abriendo un cofre del tesoro y ver ese brillo dentro? Qué vida más fascinante, ser un pirata como ese”.
Para Michael, lanzar polvo de hadas nunca fue algo anticuado. Este aprecio por el detalle y por las cosas de la vida que a menudo damos por seguras, era parte de su magia. Él tenía magia porque creía en ella verdaderamente; en polvo de hadas y todo eso.


La ropa de Michael era como lienzos en blanco que rogaban por ser “embellecidos” (el proceso de añadirle los adornos). El amor de Michael por los adornos que mantuvieran la atención visual de la gente nos daba la libertad de intentar cualquier cosa posible como parte del proceso de embellecimiento. Este proceso, particularmente en sus chaquetas, se convirtió en el mayor reto de nuestro trabajo así como en la piedra angular del desarrollo y evolución del estilo de Michael, siempre dentro de los parámetros de su reconocible silueta. Considerar lo que ya se había hecho, lo que nunca se había hecho y la necesidad de conseguir sinergia y equilibrio entre los diferentes elementos, era el reto principal.

Continuará el miércoles...

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