CREANDO UN ESTILO
El
aspecto de ajustarse a la función en el vestuario de Michael lo teníamos ya,
pero, ¿Cómo haríamos para que Michael tuviera un estilo y no se quedara
encasillado? Cuando empiezas a crear la ropa para el escenario de una persona,
comienzas preguntándole: “¿Cuál es tu época favorita, el siglo XIX, el XX? ¿El
Renacimiento, la Edad Moderna, los 70, los 60? Las respuestas te dan un perfil
base con el que empezar. Ir de gira con Michael por las ciudades europeas y el
hecho de que saliera corriendo a buscar el castillo más cercano o un museo
militar y de la realeza británica respondía al instante millones de preguntas
sobre lo que quería ponerse.
Al
menos en lo que a vestuario artístico se refiere, este hombre tan misterioso no
lo era tanto para Dennis y para mí. Prefería materiales como la seda china y la
seda satinada (silk charmeuse). Si el tejido era elástico, mejor aún. La licra
hacía sentir a Michael más elegante y seguro y funcionaba en su estilo de
baile. Habitualmente evitábamos diseños que llamaran la atención sobre su
enfermedad de la piel -vitíligo- una afección cutánea que causa despigmentación
de algunas zonas de la piel. Nos mantuvimos fieles a los tonos saturados como
el rojo rubí, el azul zafiro o el verde esmeralda. Cada prenda debía tener una
influencia británica. Nuestro punto de partida eran siempre caballeros de
brillante armadura. Pero la clave para mantener un look fresco es tener el
apoyo del artista. Si no es un caballero o un rey, ¿Cuál es su siguiente
preferencia? La de Michael eran los piratas.
A
Michael le encantaban las cosas que brillaban y, en su imaginación, nada
brillaba más que un cofre del tesoro descubierto de su escondite. Por esta
razón, su personaje favorito era Tinker
Bell –Campanilla- quien, con un
movimiento de su varita mágica, enviaba un rastro de polvo mágico suspendido en
el aire.
“Bush,
vamos a tener que lanzar algo de polvo”,
decía Michael a menudo, señalando una pieza que yo pensaba que estaba
terminada. En otras ocasiones (y hubo muchas), Michael me llamaba: “Bush, ¿dónde estás? Necesito que me traigas un poco de
polvo”.
Lo
que significaba que quería ver piedras de estrás.
A
veces conducía tres horas para recoger algunas piedras directamente de la
fábrica, solo porque mirarlas de este modo, en bruto, le gustaba a Michael
infinitamente. Cada vez que abría la tela de fieltro blanco que cubría el
estrás, lanzaba un grito ahogado. La presentación le dejaba literalmente
desconcertado. Entonces las cogía y las movía delicadamente con las puntas de
los dedos, susurrando: “Bush, mira, ¡mira como
brillan!”. Era como un niño
asombrado y no podía evitar darme cuenta de que aunque había estado trabajando
toda mi vida con estrás, nunca las había apreciado del modo en que él lo hacía
en aquel momento. Todavía susurrando, continuaba:
“¿Te imaginas ser un pirata abriendo un cofre del tesoro y ver ese brillo
dentro? Qué vida más fascinante, ser un pirata como ese”.
Para
Michael, lanzar polvo de hadas nunca fue algo anticuado. Este aprecio por el
detalle y por las cosas de la vida que a menudo damos por seguras, era parte de
su magia. Él tenía magia porque creía en ella verdaderamente; en polvo de hadas
y todo eso.
La
ropa de Michael era como lienzos en blanco que rogaban por ser “embellecidos”
(el proceso de añadirle los adornos). El amor de Michael por los adornos que
mantuvieran la atención visual de la gente nos daba la libertad de intentar
cualquier cosa posible como parte del proceso de embellecimiento. Este proceso,
particularmente en sus chaquetas, se convirtió en el mayor reto de nuestro
trabajo así como en la piedra angular del desarrollo y evolución del estilo de
Michael, siempre dentro de los parámetros de su reconocible silueta. Considerar
lo que ya se había hecho, lo que nunca se había hecho y la necesidad de
conseguir sinergia y equilibrio entre los diferentes elementos, era el reto
principal.
Continuará el miércoles...
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