PERO EL CORAZÓN DECÍA NO
Vieron
a los pobres viviendo en chozas de cajas de cartón, y tiraron las chozas e
idearon proyectos. Enormes bloques de cemento y cristal levantados encima de
aparcamientos de asfalto. De alguna manera no eran como un hogar, ni siquiera
como una choza. “¿Qué esperan?” preguntaron impacientemente. “Son demasiado
pobres para vivir como nosotros. Hasta que no puedan valer mejor por Ustedes
mismos, deben ser agradecidos, ¿no?”
La
cabeza decía sí, pero el corazón decía no.
Necesitaban
más electricidad en la ciudad, así que encontraron un riachuelo en una montaña
para hacer una presa. Mientras las aguas crecían, conejos muertos y ciervos
flotaban; los pajaritos, demasiado jóvenes para volar, ahogados en el nido
mientras sus madres piaban pidiendo ayuda. “No es una visión bonita,” decían, “pero
ahora un millón de personas pueden tener aire acondicionado todo el verano. Eso
es más importante que un riachuelo en una montaña, ¿no?”
La
cabeza decía sí, pero el corazón decía no.
Vieron
opresión y terrorismo en una tierra lejana, así que le declararon la guerra.
Las bombas redujeron el país a escombros. La población estaba encogida por el
miedo, y cada día más aldeanos eran enterrados en horribles ataúdes de madera.
“Tienen que estar preparados para hacer sacrificios” decían. “Si algunas
personas inocentes resultan heridas, ¿no es justo éste el precio que uno debe
pagar por la paz?”
La
cabeza decía sí, pero el corazón decía no.
Los
años pasaron y se hicieron viejos. Sentados en sus cómodas casas, se
examinaron. “Hemos tenido una buena vida,” dijeron, “y hemos hecho lo
correcto.” Sus niños los miraron y preguntaron por qué la pobreza, la
contaminación y la guerra seguían existiendo. “Lo adivinarán pronto"
respondieron. "Los seres humanos son débiles y egoístas. A pesar de
nuestros mejores esfuerzos, estos problemas nunca terminarán.”
La
cabeza decía sí, pero los niños miraron dentro de su corazón y susurraron
“¡No!”
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