MICHAEL, EL COMERCIANTE
Dennis
y yo aprendíamos constantemente sobre lo que influía en Michael, en lo que se
fijaba, lo que le movía. Íbamos a las tiendas y gastábamos miles de dólares en
revistas comprando todo lo que se publicaba cada semana o mes para llevarlo al
apartamento de Michael en Westwood, en Wilshire Corridor. Solo las personas muy
allegadas a él sabían dónde vivía y el personal que trabajaba en el edificio
tenía que firmar acuerdos de confidencialidad indicando que no le dirían a
nadie su lugar de residencia.
Sentados
en el suelo de moqueta con Michael, mirábamos página a página y cuando algo
captaba nuestra atención, Michael nos decía que pusiéramos una “x” en la
esquina de la foto para marcar el sitio.
“¿Por
qué te detuviste ahí?”, preguntaba. Podía tratarse de un
anuncio de coches, un color de labios o cualquier cosa. Este era el proceso
educativo de Michael; en parte, método socrático, en parte actividad práctica.
El arte de hacer preguntas y buscar respuestas ampliaba nuestro conocimiento
sobre lo que motivaba a Michael. Él nos explicaba su punto de vista sobre cómo
los medios intentaban controlar al público, cuando algo nos hacía detenernos y
mirar, lo que significaba que funcionaba. Y raramente eran ropas lo que llamaba
nuestra atención. ¿Qué color te hace detenerte? La pupila se dilata cuando ve
el color rojo, por esa razón era el color favorito de Michael. ¿Qué texturas,
que formas nos llamaban la atención en los anuncios? Fijarse en técnicas
efectivas de marketing fue decisivo en nuestro proceso de diseño y nos ayudó a
pensar con originalidad.
Michael
Jackson iba sobre todo de moda de la calle. Le gustaba la alta costura pero
también que su vestuario destacara; le gustaba la rebeldía. Lo peor que podías hacer,
en opinión de Michael, era hacer combinar la corbata con el pañuelo del
bolsillo. Significaba falta de personalidad ni habilidad artística, porque
algún editor de revista o diseñador te decía lo que debías y lo que no debías
llevar puesto.
Estábamos
en máxima alerta sobre lo que era ‘tendencia’; porque eso era lo que Michael
quería evitar. “Quiero que ellos me
copien a mí”, decía mientras pasaba las páginas
de las revistas. Y lo sentía a fondo. “Tengo que destacar entre las masas”.
Teníamos
que saber lo que estaba pasando en ese preciso momento, de modo que pudiéramos
pensar con antelación. Comprábamos en muchos mercadillos, comprando de todo lo
que veíamos porque no sabíamos cómo iba a encajar en una prenda hasta que no lo
probaras. Las lecciones de Michael nos impulsaron a Dennis y a mí como artistas
porque mirábamos algo y pensábamos: ¿A
dónde voy a llevar esto? ¿A dónde llevaría esto cualquier otra persona? ¿Se
hará la gente esta pregunta? ¿Se darán cuenta? ¿Lo recordarán?
Michael
no pensaba que era inteligente sacar consejos de las revistas de moda. Pensaba
que los editores tomaban todas las decisiones sobre lo que todo el mundo debía
llevar y no podía apoyar esa idea. La gente del mundo de la moda estaba siempre
intentando vestirle y Michael decía: “No quiero ser un cartel publicitario andante para una casa
comercial”.
Michael
se tomaba su individualidad muy en serio. “Coge tu cámara. Vas a Londres por mí”, me dijo por teléfono un día de 1990. Michael estaba en la
cima del éxito después de la salida de su álbum Bad. Incapaz de salir en
público durante mucho tiempo sin atraer a una multitud, Michael quería que
fuéramos sus ojos y oídos acerca de lo que se llevaba y se estaba anunciando en
los medios. Pensaba que si un estilo estaba en una revista es porque ya se
había pasado de moda. “Tienes que encontrar lo siguiente”. En su mente, Europa
estaba por delante de los Estados Unidos en términos de arte, cultura y moda,
por eso eligió Londres como punto de partida para nuestra visita de reconocimiento.
Mientras
Michael se quedó en Los Ángeles, Dennis y yo pasamos una semana paseando por
las calles de Londres, hablando con la gente en pubs empapados de alcohol,
clubes punk-rock y restaurantes llenos de humo. Frecuentábamos menos los
lugares más conservadores para evitar a los turistas y las cadenas de
restaurantes, donde la gente que vestía de forma genérica acudía a las happy
hours a tomarse dos pintas de cerveza. Lo que íbamos buscando era el Londres
underground, los lugares subversivos donde la autoexpresión se impone causando
impacto.
“¿Qué está de moda?”,
preguntábamos a mujeres y hombres de todas las edades, aspecto y condición.
“Estamos esperando a ver lo que viene de Hollywood”, era la respuesta más común.
Desde
Los Ángeles, Michael llamaba a nuestra habitación del hotel, impaciente por
algún tesoro: “¿Qué han encontrado?”
“Mejor nos habría ido si hubiéramos salido a dar una vuelta por
nuestro propio patio trasero”, le
expliqué derrotado.
“Ah, bueno, diviértanse de todos modos y disfruten del resto del
viaje. Cuando vuelvan, echaremos un vistazo en Melrose”.
No
fue la única vez que Michael se equivocó pero al menos tenía un buen perder.
Eso me recuerda a la primera chaqueta que Michael quiso que le hiciéramos en
1988, cuando pidió placas planas de metal que recorrieran a lo largo de la
chaqueta, enganchadas unas a otras en varias direcciones, y por supuesto,
placas de policía.
“No va a funcionar”,
dijo Dennis.
“Por qué no?”,
Michael no creía en “no puede” o en el “no”.
“Porque todas las partes del cuerpo son curvas”, explicó Dennis. “No hay líneas rectas. El cuerpo humano está hecho a base de
curvas y si pones una pieza rígida de metal, sin forma, va a sobresalir. Las
placas rígidas no se curvan con el cuerpo”.
Era
una razón lógica, pero Michael no pensaba así. Dennis hizo la chaqueta de todos
modos y la llevamos al estudio para que se la probara. Se miró al espejo
mientras nosotros dos estábamos detrás de él. “Tenías razón”, fue
todo lo que dijo Michael mientras se quitaba la chaqueta y nos la daba.
Después
de eso, nuestra relación con Michael nunca fue forzada. Simplemente nos llamaba
y decía: “Quiero un abrigo”. Y nosotros lo hacíamos. Nos ganamos su confianza y probamos
nuestra credibilidad. Michael sabía lo que quería pero no sabía cómo hacerlo.
Eso era cosa nuestra. A algunas personas les gustaban los resultados y otras
los odiaban. Creo que Michael estaba más interesado en la gente que odiaba lo
que llevaba puesto. Se fijaban. Prestaban atención.
Desde
1990 en adelante, Michael nos mantuvo tan ocupados que perdimos a los demás
clientes. Muchos de nuestros amigos y colegas nos dijeron que deberíamos hacer
que Michael firmara un contrato para convertirnos en sus diseñadores
exclusivos, pero habría sido forzar la relación y si hacíamos de ella algo
forzado, toda nuestra simbiosis artística se habría ido por la ventana.
LOS 7 PATRONES DE MICHAEL JACKSON
Cuando
tuvimos su silueta hecha –herencia británica y militar-, vestir a Michael se
convirtió más en el acabado de las ropas que en diseñar o cortar. Con algunas
excepciones, se puede decir con seguridad que a lo largo de los veinticinco
años de carrera trabajando con Michael, usamos los siete patrones básicos para
todas sus ropas: El pantalón casual (Billie Jean, de pinzas, estilo años 40).
El Levi’s 501 pantalón de baile. La chaqueta corta militar cortada a la
cintura. Una chaqueta de traje. El chaquetón de “Beat It”, “Billie Jean” y
“Thriller”. Una camisa para “Dirty Diana” y “Come Together”. Y una camisa
casual de pana roja. De hecho, en 1985, Dennis tomó medidas a Michael y
cortamos los patrones que se convirtieron en la base de nuestro día a día.
Nunca le volvimos a probar de nuevo, principalmente porque odiaba las pruebas,
y eso nos ahorraba tiempo a todos. Si no hubiéramos contado con el maniquí de
Michael y sus medidas, nunca hubiéramos podido hacer sus trajes tan rápido como
lo hacíamos.
Normalmente
teníamos menos de cuatro semanas de tiempo. Casi siempre, Michael empezaba
diciendo: “El tiempo no es
nuestro amigo, Bush, pero necesito…”
Mientras
salíamos por la puerta con el tiempo corriendo ya, Michael venía detrás
susurrando: “Sé que puedes hacerlo
por mí”.
Aquí
estaba el artista más prolífico y exitoso del mundo y creía que yo podía hacer
algo. Michael tenía esa forma de saber llegar a la gente que trabajaba para él
y conseguir que hicieran su trabajo, especialmente esos trabajos que parecían
imposibles. Era un maestro reclutando a la persona adecuada para lo que
necesitaba hacer, quizás porque tenía una sorprendente habilidad para sentir el
mayor potencial en los demás y obtener lo mejor de ellos. Dennis y yo, muy a
menudo, nos quedábamos más tiempo de la cuenta porque sabíamos que podíamos
cumplir con Michael y nuestra confianza en esa habilidad se basaba en la fe que
Michael tenía en nosotros.
Si
alguien decía “No” a Michael, él simplemente se apartaba de esa persona, pero
“no” no estaba ni en mi vocabulario ni en el de Dennis cuando se trataba de
vestir a Michael Jackson.
Cintura:
28 pulgadas – 71.1 cm
Manga:34.5in
-87.63cm
Pecho:
36in -91.4cm
Tiro
(de la entrepierna):32in – 81.2cm
Continuará el viernes…