King!

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miércoles, 1 de julio de 2015

CAPÍTULO CINCO: Grita Libertad / CHAPTER FIVE: Cry Freedom




“Si les gustan aquí, les gustarán en cualquier parte,” dijo Joseph en la furgoneta camino de Nueva York. Nuestro destino: el Teatro Apolo de Harlem –“un lugar donde se crean las estrellas.”

Durante todo el camino desde Indiana nos iba contando su significado y los artistas que habían triunfado allí: Ella Fitzgerald, Lea Horne, Bill “Bo Jangles” Robinson, un bailarín de claqué y… James Brown. El Apolo era la plataforma para los artistas Afro-americanos. “Pero si cometen un error y lo hacen mal, el público se volverá contra ustedes. Tienen que hacerlo bien esta noche,” dijo Joseph.

Nosotros, sin embargo, no estábamos tan intimidados. Al entrar al camerino y abrir la ventana, lo primero que vimos fue una pista de baloncesto. Todos queríamos salir afuera a lanzar unas canastas, pero entró Joseph y todos saltamos fuera de la ventana centrándonos de nuevo. Joseph sabía que el Apolo no era como Chicago. El público del Apolo sabía sobre el espectáculo. Si la cosa iba mal, empezaban a crecer los murmullos y a llegar misiles al escenario; latas, frutas y palomitas. Cuando iban bien, se ponían en pie, cantando y bailando. Nadie salía nunca de allí preguntándose “¿Cómo salió todo?”

Tras el escenario, fuera de la vista del público, hay un tronco de árbol, “El Árbol de la Esperanza” procedente de un árbol caído que una vez estuvo en el Bulevar de los Sueños, como se conoce a la Séptima Avenida; entre el Teatro Lafayette y Connie’s Inn. Según la vieja superstición, los artistas negros tocan ese árbol en busca de buena suerte. Michael y Marlon lo tocaron debidamente, pero no creo que la Suerte tuviera nada que ver con la actuación que dimos esa noche.

Levantamos el Apolo y la gente se puso en pie enseguida. Terminamos ganando el Superdogs Amateur Finals Night y fuimos invitados a volver, esta vez siendo pagados por nuestra actuación.

Lo mejor de hacer el circuito de actuaciones por Chicago era que podíamos estar siempre a la sombra de los grandes. Ya habíamos conocido y compartido escenario con Gladys Knight y los Delfonics, The Coasters, The Four Tops y The Impressions, pero hubo dos encuentros impresionantes.

El primero con Smokey Robinson. Cuando se acercó hacia nosotros no podíamos creer que estuviera allí perdiendo el tiempo con nosotros. Cuando se marchó, ¿saben de qué hablamos? De sus manos. “¿Sé dieron cuenta de lo suaves que son sus manos?” Susurró Michael. “Son más suaves que las de mamá!” añadió.
El segundo fue cuando fuimos invitados al camerino “sagrado” de Jackie Wilson. Para nosotros era sagrado porque era el Elvis negro antes de que surgiera el Elvis blanco.

Fue Michael quien le asaltó a preguntas, primero educadamente, preguntándose si le contestaría a alguna. “Seguro, adelante chico,” dijo Jackie. ¿Qué sientes cuando estás en el escenario? ¿Cuánto tiempo ensayas? ¿Cuándo empezaste a actuar?.

Joseph nos dijo que alguna de las canciones de Jackie Wilson habían sido escritas por Berry Gordy y una de ellas, “Lonely Teardrops”, había sido el primer número uno del señor Gordy.

En nuestros encuentros con estos artistas supimos que estaban en el nivel en el que nosotros queríamos estar. Me gustaría recordar todas las perlas de sabiduría que cada uno dejó en nosotros, pero están escondidas en algún lugar de mi mente. Michael almacenó todas esas influencias absorbiendo cada detalle –el modo en que caminaban, hablaban, se movían- los observaba en el escenario; las palabras de Smokey, los pies de Jackie, y camino a casa nos decía: “sé dieron cuenta de…”, “escucharon cuando dijo…” o “vieron a Jackie hacer ese movimiento…” Mi hermano era un maestro estudiando a la gente y nunca olvidaba nada, llenando su mente con una carpeta mental que podría haber llamado “Grandes Inspiraciones e Influencias.”
***

Marlon se convirtió en la excusa para que Joseph nos hiciera ensayar mucho más tiempo. Aunque más adelante pudimos ver una razón más profunda para ello.

Pero si James Brown ponía multas a sus Famous Flames cada vez que cometían un error, Joseph prefería los azotes.

Una vez que Marlon no podía aprender bien un paso le dijo que saliera afuera a recoger una rama de un árbol. Sabíamos que era para pegarle con ella. “Cuando te olvidas,” ladraba Joseph, “esa es la diferencia entre ganar y perder!” Mientras le azotaba detrás de las piernas, Michael salía corriendo y llorando, incapaz de mirar.

Pero Marlon volvía a equivocarse y, tratando de ser más listo, se tomaba su tiempo para buscar una rama más fina y gritaba más alto de lo que en realidad le dolía. De ese modo el azote acababa antes. Michael le consolaba diciéndole, “Lo estás haciendo bien, lo conseguirás, sigue así.”

En los recreos de la escuela, Michael aprovechaba para enseñarle diferentes movimientos. Como les gustaban mucho las películas de Bruce Lee, Michael se llevaba al colegio los palos de artes marciales –nunchaku- y camino de la escuela los utilizaban para practicar fluidez, flexibilidad y gracia de movimientos. Creo que por eso Marlon se convirtió finalmente en un consumado bailarín; era el más tenaz de todos nosotros y nunca dejó de intentarlo, además de dedicarle una cantidad extra de horas.

Pero Michael odiaba que Joseph usara su propia medida de calidad para juzgar la de su hermano. El modo en que su escrutinio sin perdón siempre planteaba la duda de si algo era lo suficientemente bueno.
Quizás el resentimiento que todo ello avivó era lo que estaba detrás de su rebeldía. Durante los ensayos, si Joseph le pedía que hiciera un cierto paso o intentara un nuevo movimiento, Michael, cuyo estilo libre requería una falta total de instrucciones, se negaba. Michael se convirtió en uno de esos chicos que se ponía tirante ante una orden; atreviéndose más allá de lo que lo hacíamos ninguno de nosotros. Ello hacía que, inevitablemente, recibiera el azote.

Con el tiempo, Joseph se daría cuenta de que el azote no era la mejor forma de manejar a Michael porque eso le hacía salir corriendo a esconderse en el dormitorio, bajo la cama, negándose a salir y haciendo perder el tiempo de ensayo. Una vez le gritó a la cara que no volvería a cantar de nuevo si le ponía la mano encima. Nos tocaba después a los hermanos mayores calmarlo y persuadirle con caramelos.

Pero no todo eran lágrimas y rabietas, no hay que olvidarse de que Michael era un gran bromista. Viendo a Los Tres Chiflados aprendió cómo hacer el tonto y le encantaba bromear. Solía poner esa cara con los ojos abiertos de par en par y al mismo tiempo resoplando con las mejillas y frunciendo los labios. Una vez que Joseph me estaba riñendo, Michael estaba detrás de él poniendo esa cara. Yo empecé a reír burlonamente y Joseph gritaba, “Chico, ¿te estás riendo de mí?!” En ese momento, Michael ya había salido corriendo a nuestro dormitorio fuera de su vista.



El estilo disciplinario y el genio de Joseph no ganarían ningún apoyo hoy día, pero cuando vuelvo a mis años adolescentes, empiezo a comprender la razón que había detrás de los azotes.

No lo sabíamos entonces, pero nuestros padres estaban preocupados por la creciente violencia de pandillas juveniles de mediados de los sesenta. El Departamento de Policía de Indiana creó una Unidad especial contra bandas y se dieron charlas en la escuela sobre armas automáticas además de vigilancia del FBI en las barriadas. En Chicago, fueron tiroteados 16 jóvenes en una semana, dos de ellos mortalmente.

En el Regal Theater se llegó al extremo de contratar policías uniformados para patrullar la entrada y las taquillas porque las bandas estaban aterrorizando la región. Todo eso llega a los oídos de todos los padres en la fábrica de acero. Joseph no solo estaba decidido a librarnos de la vida de sufrimiento en la fábrica, sino también a mantenernos apartados de las bandas.

Los gansters cazaban a las personas sensibles (y todos nosotros lo éramos) y en una ciudad con una alta tasa de divorcios y con chicos con poco respeto a sus padres, formar parte de una banda daba a muchos chicos un sentido de pertenencia, de familia, y una oportunidad de ganarse el amor de sus “hermanos.”
Eso, y que nos pudiera pasar algo terrible, era lo que Joseph temía. Su miedo aumentó cuando Tito fue atacado un día camino a casa desde la escuela por el dinero de su almuerzo. Lo primero que escuchamos cuando entró por la puerta fue que un chico había intentado matarle.

Joseph respondió haciendo dos cosas: se aseguró de que tuviéramos un objetivo; teníamos que ensayar constantemente, lo que significaba que teníamos que llegar a casa y no podíamos salir a jugar a la calle. Y volvió el miedo hacia sí mismo, convirtiéndose él en el tirano en casa, previniéndonos así de someternos a los tiranos de la calle. Y funcionó: le temíamos a él más que a ningún gánster de la calle.

Michael notó que Joseph al principio tenía más paciencia con nosotros, pero después la disciplina se endureció. El momento coincidió con el aumento de la violencia callejera. En nuestra infancia, aparte de un par de amigos, nunca jugamos más que entre nosotros.

Tito y yo volvíamos del colegio por la zona donde las bandas se congregaban, en Delaney Projets. Un día vimos a un oficial de policía parado delante de una gran mancha de sangre en la nieve. Le preguntamos qué había pasado y nos dijo que no lo querríamos saber. Pero como niños que éramos le presionamos y nos contestó con una palabra rara, que al llegar a casa pudimos traducir como “decapitado.” Alguien había sido decapitado. El horror se dibujó en la cara de mamá cuando le dije que los chicos de las bandas no eran tan malos: nos saludaban dándonos reconocimiento por ser los Jackson 5. Poco después, los chicos se empezaron a reunir cerca de nuestra calle. Una vez, escuchamos un disparo. “Abajo todos!” gritó Joseph. Dentro de casa todos besamos la alfombra. Escuchamos dos disparos más y debieron pasar unos 15 minutos antes de que Joseph decidiera que ya no había peligro. “¿Ven ahora lo que les he estado diciendo?”, dijo.

Joseph era un hombre con el corazón de acero pero con una dedicación dirigida hacia algo bueno. Michael se lamentaba de no haber tenido más presente a un padre que a un manager, pero hay un hecho irrefutable: nuestro padre crio a nueve niños en medio de un ambiente de alta criminalidad, drogas y bandas callejeras y los dirigió hacia el éxito sin que ni uno solo descarrilara.

Michael era el más sensible de los hermanos, el más frágil y el más alejado de las maneras de Joseph. En su mente joven, lo que Joseph hacía no era disciplina, era falta de amor. Ninguno de nosotros criaría de la misma manera a nuestros hijos hoy día. Pero si él hubiera realmente abusado de nosotros no seguiríamos hablando con él, como Michael lo hizo hasta los ensayos de This Is It, en 2009. Él había perdonado a Joseph y no suscribía la idea de que habíamos sido “abusados.”

En 2001, Michael ofreció un discurso a los estudiantes de la Universidad de Oxford sobre padres e hijos. “He empezado a ver cómo la dureza de mi padre fue una clase de amor, un amor imperfecto, pero amor, no obstante. Con el tiempo, siento ahora una bendición. En lugar de ira, he encontrado la absolución… reconciliación… y perdón. Hace casi una década, fundé Heal the World. Para curar al mundo tenemos que curarnos primero a nosotros mismos. Y para curar a los niños tenemos que curar primero al niño en el interior de cada uno de nosotros. Por eso quiero perdonar a mi padre y dejar de juzgarle. Quiero ser libre para pasar a una nueva clase de relación con mi padre por el resto de mi vida, libre de los duendes del pasado…”

***
A pesar de lo mucho que hablaba Michael del miedo que tenía a Joseph, le gustaba llevarlo al extremo. Entre los seis y los diez años, su amor por los caramelos le propulsó en una misión que, para él, fue como entrar a la cueva del oso mientras duerme. Cada mañana, antes de ir a la escuela, y con Joseph durmiendo después de hacer un turno de noche, enviábamos a Michael a coger cambio de los bolsillos de los pantalones que había dejado en el suelo del dormitorio. Jackie, Tito, Marlon y yo nos quedábamos contra la pared haciéndonos callar unos a otros y tratando de no reírnos mientras Michael se arrastraba por el suelo lentamente en la oscuridad. Al poco tiempo, Michael salía con algún cambio y nos íbamos corriendo de la casa gritando entusiasmados por haber llevado a cabo otra misión con éxito. A veces eran solo unos centavos pero otras eran algunas monedas de diez y veinticinco centavos.

A lo largo de nuestra infancia creímos que éramos unos chicos valientes hasta que nuestra madre nos dijo años después que ella y Joseph se quedaban en la cama mirando con los ojos bien abiertos y sonriendo mientras escuchaban a Michael arrastrándose hasta la puerta.



Continuarás…




Madre / Mother




Una eternidad he estado meditando
Para darle forma, he estado dudando
Desde lo no revelado de esta cósmica concepción
En esta tierra una fantástica recepción
Y entonces, al amanecer de un decisivo Agosto
De ti nací
Con tierno amor nutriste una semilla
A tu propio dolor no prestaste atención
Inconsciente de todo riesgo y peligro
Decidiste sobre este solitario extraño

Arco iris, nubes, el profundo cielo azul
Relucientes aves que vuelan alto
De fragmentos creaste un todo
De los elementos modelaste mi alma
Madre querida, me diste vida
Gracias a ti, no hay lucha, no hay contienda
Me diste alegría y posición
Me cuidaste sin condición
Y, si alguna vez cambio este mundo
Es por las emociones que tú desplegaste
Tu compasión es tan dulce y cariñosa
Puedo sentir hasta tu menor idea
La maravillosa magia de tu poción de amor
Y ahora que he llegado tan lejos
Que me he reunido con cada rey, cada zar
Que me he encontrado con cada color y cada raza
De cada pasión, cada codicia
Vuelvo a esa noche estrellada
Sin miedo a ninguna fuerza
Tú me enseñaste a mantenerme firme y luchar
Por cada bien o mal
Cada día sin tregua
Atesoraré lo que tú moldeaste
Recordaré cada beso
Tus dulces palabras nunca perderé
No importa a donde vaya
Estás en mi corazón, madre querida.
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MJ-Dancing the Dream 





‘Habría cumplido 56 años hoy’ por Brad Sundberg / 'He would have turned 56 years today' by Brad Sundberg



Esta carta es escrita por Brad Sundberg como homenaje/tributo a Michael el año anterior del que habría sido el 56 cumpleaños. En esta preciosa carta Brad expresa agradecimiento, gratitud, anécdotas sobre MJ.


Habría cumplido 56 años hoy

Más allá de todos los titulares de los tabloides fue un chico de un extraordinario talento que creó la banda sonora en las vidas de millones de personas. Era un artista, lisa y llanamente, dentro y fuera del escenario. También fue un buen cliente, jefe y amigo.

Muchos de vosotros sabéis que trabajé con él en innumerables proyectos a lo largo de 18 años. He tenido la oportunidad de conocer y trabajar con mucha gente “famosa”, pero ninguna tan interesante ni relevante como este hombre. Cuando la gente se entera de que trabajé con él durante tanto tiempo, se muestran comprensiblemente curiosos.

La pregunta típica inicial es: “¿Y era tan raro como parecía?”. Pero, en realidad, no les puedo culpar. Los medios han hecho un gran trabajo representándole de tal manera que parecía que iba por Neverland en pijama, con un mono y llevando los huesos del hombre elefante en una mochila.

Cuando escribí este artículo, poco después de su muerte, recibí numerosas muestras de aprecio por presentar al mundo al artista que conocí. Continuaré escribiendo y compartiendo estas historias, ya que era una persona verdaderamente excepcional, y causó un profundo impacto en mi vida y carrera.

Si pueden dejar a un lado la locura de los medios sólo durante unos minutos, me gustaría hablarles de un amigo para rendirle tributo por su cumpleaños. Su nombre es Michael Jackson.

En 1985 me casé, conseguí mi primer trabajo en un estudio de grabación (Westlake Audio) y conocí a uno de los jóvenes más amables que haya visto jamás, Michael Jackson. Menudo año. Pretender resumir casi veinte años de trabajo y amistad con Michael en un artículo es imposible, pero déjenme intentar ofrecerles echar un vistazo dentro del mundo increíble del que tuve la suerte de formar parte.

Michael estaba trabajando en Capitán Eo para Disneyland en Epcot Center. Acababa de terminar el Victory Tour, el álbum Thriller, dominaba MTV y estaba de vuelta en el estudio. Me gustaría poder recordar nuestro primer encuentro, pero probablemente fue sólo un vistazo fugaz por el pasillo. Siempre era cálido, pero tímido. Con el tiempo charlábamos de vez en cuando, pero llevó su tiempo tomar confianza.

Más o menos por ese tiempo hizo un álbum a menudo olvidado, “The ET Storybook”. Entonces fue cuando conocí a Quincy Jones y a Bruce Swedien. A primeros de 1986 el equipo se trasladó a Westlake Studio D, en Hollywood, para grabar el álbum BAD y me invitaron a ir con ellos. Trabajaba en otras sesiones durante el día pero por las noches me invitaban a sentarme y aprender. Con el tiempo llegué a ser director técnico del equipo y se solidificó la confianza. Fue durante este tiempo cuando Michael me apodó con el nombre “Really, Really Brad”, un juego de palabras del estribillo: “Bad, Bad, Really, Really Bad”.

A lo largo de los diez años siguientes trabajé con Michael en la preparación del BAD Tour de 1988, después volvimos al estudio en Los Ángeles para el álbum Dangerous, seguido del álbum HIStory en Nueva York. Innumerables vídeos musicales, el HIStory Tour, el proyecto Moonwalker, el álbum Blood On The Dance Floor y varios proyectos secundarios más, me permitieron conocerle bastante bien.

De manera que ¿quién era Michael Jackson y por qué causó un efecto tan profundo en mi vida? Ni por un momento pretendo haber sido su amigo más cercano ni su confidente. Prefiero decir que trabajé para él y con él, y lo consideré un honor.

Era un consumado profesional. Si sus vocales estaban programadas para el mediodía, él ya estaba allí a las 10 de la mañana con su entrenador vocal, Seth Riggs, cantando escalas. Sí, escalas. Yo le colocaba el micro, comprobaba el equipo, preparaba café y, mientras tanto, él cantaba escalas durante dos horas.

Habitualmente conducía sólo hasta el estudio. Durante un tiempo tuvo un gran Chevy Blazer lleno de abolladuras y arañazos. No era un gran conductor. Más de una vez llamó al estudio para decir que llegaría tarde porque había dado un “golpecito” con el coche.

Sentía una intensa curiosidad por la “vida normal”. Me preguntaba por la Navidad, y no podía entender cómo los niños podían esperar a la mañana siguiente para abrir sus regalos. Ya ven, él fue criado como Testigo de Jehová, así que la Navidad no se celebraba en la familia Jackson.

Como yo estaba tan cerca de él, déjenme intentar darles alguna idea de cómo era su mundo. Un álbum “típico” de Michael podía durar entre 10 y 16 meses de trabajo en el estudio. Su presupuesto permitía grabar al menos 100 canciones en cada proyecto. Algunas se descartaban pronto, mientras que otras se iban afinando. Los músicos llegaban para añadir sus ideas y texturas, pero en el centro de todo estaba Michael. El equipo era notablemente pequeño, dado el alcance de los proyectos. Cada uno de ellos era ligeramente diferente, pero normalmente estábamos menos de ocho de nosotros trabajando día a día, desde el primero de ellos hasta que finalizaba con la copia maestra. Sin entorno. Sin los huesos del hombre elefante. Sin groupies. Sin drogas. Sólo música. Y comida.
  
Durante el álbum BAD, los viernes se convirtieron enseguida en el “Viernes Familiar”. Él tenía dos cocineras, llamadas cariñosamente “Slam Dunk Sisters”, que preparaban una gran cena para el equipo, los músicos y sus familias que estuvieran por allí en ese momento. Como yo trabajaba a veces hasta 80 horas por semana, no era extraño que Deb viniera a cenar con nosotros. A Michael le encantaban estas reuniones familiares. En proyectos posteriores llevaba a mis chicas, a las que adoraba y jugaba con ellas. Hay un recuerdo en mi mente cuando Deb llevó a mi hija Amanda, que era sólo un bebé entonces, al estudio una tarde. Extendió en el suelo una alfombra de juegos y llevó unos cuantos juguetes, y Michael se sentó y jugó con ella durante un rato. Mirando a Deb, le dijo: “Este es su pequeño mundo, ¿verdad?”.



Cuando trabajas en este ambiente, tu sentido de la normalidad empieza a cambiar. No era nada extraordinario que las celebridades ni los VIPs hicieran una parada por allí. Un día, el Servicio Secreto estuvo registrando el edificio durante dos horas antes de que llegara Nancy Reagan para una visita. La siguiente fue la Princesa Estefanía de Mónaco (hizo un cameo en la canción “In The Closet”). Los chimpancés eran invitados habituales en el estudio, así como la serpiente gigante. Y a ambos acababa sosteniendo en brazos mientras Michael grababa sus vocales. A él le encantaba mezclar diversión y trabajo, pero el trabajo siempre era lo primero.

Le he visto escribir muchas canciones, y el proceso es fascinante. Le preguntaba de dónde le venía la inspiración y él decía que eran regalos de Dios. Podía escuchar la canción entera en su cabeza antes de que pudiéramos grabarla. A veces cantaba las baterías, el bajo, la percusión, los teclados, etc, y después llevábamos a los músicos para que reemplazaran el sonido de sus demos.

Su sala solía estar decorada con posters de Disney y antiguas fotografías de Hollywood. Le encantaba la inocencia y era un despliegue de dulzura, humor y paciencia.

Esta gran ética de trabajo también tenía sus vías de escape de vez en cuando. Había bastantes días que íbamos al estudio para encontrarnos que se había ido a Japón o a Europa durante unos días, y se le había olvidado comentárnoslo. Esto, a veces, significaba unos días libres para nosotros, lo cual era estupendo.

Había también algunos recuerdos que compartía a veces sobre sus viajes y horario de trabajo interminables cuando era sólo un niño. Recuerdo que me contaba que las mujeres se le echaban encima cuando no tenía más de 9 o 10 años. Una historia que nunca olvidaré fue cuando me contó sobre un vuelo que hizo con sus hermanos y su padre una noche de tormenta. El avión se sacudía de un lado a otro y los rayos lo iluminaban todo, y él empezó a llorar de miedo. Su padre lo ignoraba, avergonzado. Una azafata se sentó a su lado hasta que el avión atravesó la tormenta. Escucharle contar esa historia, con lágrimas en los ojos, me dio otra idea de su incomparable, y a menudo incomprendida vida.

Hay poca gente con la que he trabajado tan cercanamente y durante tanto tiempo como con Michael Jackson. Hubo muchos meses en los que pasé más tiempo con él que con mi propia esposa. En algún momento, a finales de los 80, me pidió que visitara un rancho que había comprado y diseñara un sistema de sonido para el carrusel. Y de repente me encontré en Neverland Valley Ranch, en Santa Ynez, California. Había edificaciones por todas partes, y el parque de atracciones estaba en sus primeras etapas de construcción.

A lo largo de los años siguientes, Michael me pidió construir un sistema de sonido tras otro, instalar música en los coches de choque, en el zoo, en dos trenes, a lo largo de todo el parque, en el embarcadero del lago, en las estaciones de los trenes y, finalmente, en el interior de la casa y dentro de su habitación y cuarto de baño. A Deb le encanta contar las veces que Michael llamaba a las dos de la mañana (su horario de sueño nunca fue normal) para hablarme de una nueva atracción que había llegado a Neverland y ver si podía poner música en ella. Todavía tengo una antigua grabación suya del contestador telefónico agradeciéndome por uno de los sistemas que le construí.

Michael tenía muy poca paciencia cuando llegaban atracciones nuevas. Cuando se pidió el segundo tren para el rancho, nos trasladaron hasta Ohio en avión para instalar las luces y la música antes de llevarlo a California. De ese modo, tan pronto como lo pusieron en los raíles, estaba listo para Michael. ¡Disfrutaba momentos como ese!

En su día, Neverland Valley era uno de los lugares más hermosos que he visto jamás. Él amaba el rancho. Podía actuar como un chiquillo, conducir carritos de golf, lanzar globos de agua y divertirse. Semana tras semana iban llegando autobuses, llevando a niños de los suburbios, de Make a Wish, amigos y familias. Yo he estado allí con niños enfermos cuyo último deseo era pasar el día con Michael.

Conforme Neverland iba creciendo, me aficioné a seguir construyendo sistemas y salí poco a poco del estudio de grabación. Pronto estuve trabajando para Elizabeth Taylor, construyendo para ella un enorme sistema de sonido para exteriores, y a continuación para mi buen amigo Quincy Jones.

Este era el Michael que conocí. Inocente, infantil a veces, pero no inmaduro. Un profesional que trabajó para ser el mejor artista del mundo, pero que además sabía divertirse. Si se sentía cómodo, podía reír y bromear con cualquiera, pero si alguien estaba allí para hacerle sentir incómodo, desaparecía.

Solíamos decir que había dos Michael: uno con el que trabajábamos y otro el que se subía al escenario frente a 100.000 personas para entretenerles. Siempre ha habido cantantes y bailarines, pero Michael fue único en su clase. He estado en quizás 12 de sus conciertos (mi hija Amanda estuvo en el escenario con él en Paris, junto con otros niños cantando “Heal The World”), y no hay nadie que se acerque realmente a su nivel de maestría.

Gracias Michael, por dejarme ser una pequeña parte de tu mundo. Me has enseñado más de lo que nunca sabrás. Tu amistad y confianza son algo que siempre estimaré.

Brindo por ti y te deseo un muy feliz cumpleaños. Sólo deseo que pudieras estar aquí para celebrarlo con nosotros".

Sinceramente,

 Brad (o Applehead (cabeza de manzana), si lo prefieres)