EL BRILLO Y EL GUANTE
Mientras
la limusina nos llevaba al Shrine Auditórium en el centro de Los Ángeles para
la presentación de un premio en 1990, Michael me pasó el primer guante hecho
por él que usó en su vida y me dijo que era un regalo para mí. “Mira, Bush, si yo puedo hacer mi propia ropa,
entonces quizás eso signifique que tú puedas cantar para mí”. Su entusiasta sonrisa y su suave risita me dijo que no me
estaba gastando una de sus usuales bromas, pero aun así, de ninguna manera iba
a ponerme a hacer karaoke mientras íbamos sentados en el coche. Mientras
sostenía el guante no podía evitar sentir nostalgia por un joven Michael
Jackson sentado en su pequeño hogar de Indiana, clavando lentejuelas en un
guante derecho de camarero de color blanco. Era pequeño, ligero, chapucero,
nada que ver con su dueño.
El
tipo de micrófono, la coreografía o la disposición dictaban a menudo en qué
mano ponerse el guante durante “Billie Jean”. Pero no importa la circunstancia, Michael nunca usó dos
guantes. Empezó a finales de los 60 y principios de los 70 cuando estaba
alcanzando su potencial.
A
Michael le sorprendió cómo se detuvo el mundo por ese guante después de su
actuación de “Billie Jean” en el especial 25 aniversario de Motown. Decía que se lo
debía todo a la magia de la televisión. “He llevado este guante durante años y ¿ahora es cuando
finalmente se dan cuenta?”. El
guante de golf en piel blanca brillaba con 1.619 piedras de estrás y fue hecho
por un ayudante de la familia Jackson. Con cada nueva reproducción de ese
evento, el guante se convirtió en sinónimo de “Billie
Jean” de Michael Jackson.
Hubo
algunas variaciones del guante de Billie Jean, incluida una en piel de color
rojo para la mano izquierda, hecho en los años 70 antes de que Bill Whitten se
hiciera cargo de ese trabajo y cambiara la piel por licra para el Victory Tour,
en 1984. Cuando me uní al equipo de Michael durante el Bad Tour en 1987,
Michael alternaba el guante en cada mano. En la tercera noche de la primera
parte de la gira, sin embargo, el micrófono –que sostenía en su mano derecha-
rozaba contra los cristales cosidos en la palma de la mano del guante. Michael
podía escuchar el ruido en la cinta cuando la revisaba y le molestó. Como el
perfeccionista que era, Michael quiso resolverlo inmediatamente y me encomendó
la tarea de averiguar cómo. Retiré los cristales del interior del guante y
decidimos juntos que el guante funcionaba mejor cuando lo llevaba en la mano
con la que sostenía el micrófono; la derecha. Nunca lo cambió de mano desde
entonces.
Guante usado en la promo del álbum HIStory, rodado en Budapest
en 1994
|
1. Comprar un guante de camarero.
2. Desmontar el guante.
3. Extenderlo sobre una mesa.
4. Dibujar líneas verticales usando
tinta invisible.
5. Coser las piedras por debajo del
guante.
6. Graduar el tamaño desde más grandes
a más pequeñas.
7. Coser a mano el guante de nuevo.
UNA DICOTOMÍA EN EL VESTUARIO
Aunque
Michael sentía aprecio por el arte de crear ropa y una natural afinidad por el
estilo, él creía que sus ropas solo servían para un solo y único propósito: el
espectáculo. Pero para él, incluso un paseo por Hollywood Boulevard un domingo
cualquiera merecía especial atención al estilo, así que no eran pocos los días
que no incluyera algún tipo de teatralidad.
Un
hombre que desfilaba con fajines y botas de plata de ley y cinturones de
campeonato, prefería todas las comodidades que la ropa de andar por casa te
permite. Esta es tan solo otra dicotomía de vestir a Michael Jackson. Sus ropas
de actuación eran hechas a medida, ajustadas a su cuerpo y llamativas. Su
vestuario privado era suelto y a menudo desaliñado. Si le decías a Michael que
podía vestir ropa informal en cualquier parte, se sentía aliviado.
Pequeñas
cosas así le hacían feliz. A veces, en el estudio, Michael fijaba el “Día
Casual”. Todo el mundo que iba a reuniones, a grabar o lo que fuera, no tenía
que preocuparse por vestir bien. En esos días, Michael gritaba con tal alegría
y entusiasmo que podías pensar que Walt Disney acababa de invitarle a cenar.
La
gente pensaba que Michael andaba por ahí llevando puesto su famoso guante de
lentejuelas, pero solo lo usaba cuando hacía su moonwalk. Tan pronto como
terminaba una actuación o una presentación, iba dejando caer las piezas,
haciéndome correr detrás de él afanándome en atrapar lo que iba lanzando por
encima de su hombro. Simplemente, no le preocupaban sus ropas de trabajo más
allá del propósito para el que servían.
Más
que nada, despreciaba las pruebas. Las consideraba una enorme pérdida de
tiempo. Prefería guardar los minutos y las horas del día para cosas de
importancia, como hacer música, perfeccionar su baile y ver Los Simpsons.
“¿Por qué tengo que probarme esto?”,
discutía y se revolvía. “Si sabes lo que estás
haciendo, entonces debería quedar bien”.
No se sentía especialmente feliz con gente constantemente trasteando, tirando o
cambiando sus costuras, dobladillos y cuellos.
El
“uniforme de Michael” era
todo lo que usaba cuando estaba actuando: camisa de pana, normalmente roja,
pantalones de pinzas negros de algodón, a veces con vuelta en el bajo, y sus
mocasines. Si se le preguntara el por qué, contestaría: “Bush, si tengo cincuenta camisas de pana rojas
en mi armario, no tengo que pensar qué ponerme. Qué pérdida de tiempo y
energía”.
Practicidad
aparte, el amor de Michael por el juego estaba omnipresente: “Si solo tengo una cosa para elegir en mi
armario”, me decía, “entonces no sabrás si la he llevado puesta los
últimos tres días. ¿Está limpia?, ¿Está sucia? No lo sabes…”. Le encantaba mantener a la gente preguntándose, porque
significaba que le prestaban atención.
Continuará el lunes...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario