UN NIÑO ES UNA CANCION
Cuando
los niños escuchan música, no sólo la escuchan. Se funden con la melodía y
fluyen con el ritmo. Algo dentro de ellos empieza a desplegar sus alas - pronto
el niño y la música son uno. Yo siento así también, en la presencia de la
música, y mis mejores momentos de creatividad los he pasado a menudo con niños.
Cuando estoy a su alrededor, la música viene a mí tan fácil como respirar.
Cada
canción es un niño que alimento y al que le doy amor. Pero incluso si nunca has
escrito una canción, tu vida es una canción. ¿Cómo puede no serlo? Con cada ola
del mar, la Naturaleza te acaricia - el ritmo de cada amanecer y cada puesta de
sol es parte de ti, la caída de la lluvia toca tu alma, y te ves a ti mismo en
las nubes que están jugando con el sol. Vivir es ser musical, empezando por la
sangre bailando en tus venas. Todo lo que vive tiene un ritmo. Sentirse a cada
uno, suave y atentamente, trae su música.
¿Sientes
tu música?
Los
niños sí, pero una vez que crecemos, la vida se vuelve una carga y una faena, y
la música se vuelve cada vez más débil. A veces el corazón es tan monótono, que
volvemos la cabeza y olvidamos que su latido es el más sabio mensaje de vida,
un mensaje sin palabras que dice, “Vive, sé y está, muévete, regocíjate -
¡estás vivo!” Sin el sabio ritmo del corazón, no podríamos existir.
Cuando
empiezo a sentirme un poco cansado o sobrecargado, los niños me reviven. Vuelvo
a ellos para una vida nueva, para nueva música. Dos ojos marrones me miran tan
profundamente, tan inocentemente, y para mi interior murmuro, “Este niño es una
canción.” Es tan verdadera y directa esta experiencia, que instantáneamente me
doy cuenta otra vez, “Yo también soy una canción.” Y vuelvo a mí una vez más.
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