♚ Capítulo Seis
MAESTRO DE CEREMONIA
En
el negocio del espectáculo, te llaman por el nombre del trabajo que realizas.
Yo era “vestuario”… No es nada personal, es solo que hay demasiada gente para
recordar por su nombre. Pero trabajar con Michael era diferente. Para 1991
llevaba con él seis años y cuando estábamos en el plató del cortometraje “Black
or White” y Michael gritó: “¡Vestuario!”, se sintió avergonzado. Parado frente a la pantalla verde
con las rodilleras deslizándose pierna abajo y tapándose la boca con la mano.
Mientras
le ajustaba las rodilleras, Michael me agarró por el brazo totalmente
avergonzado por la idea de haber sido tan impersonal y se disculpó diciendo: “Lo siento, lo siento. Sé tu nombre, Bush. No
quise decir eso”.
…Yo
sabía que no había querido decirlo y no pude evitar admirar su humildad.
“Está bien, Michael. De ahora en adelante, cuando estemos en el
rodaje, te llamaremos El Artista. ¿Está preparado El Artista? ¿Vestuario para
El Artista?”.
Michael
soltó una risita y levantó la ceja como diciendo: “Hombre, eso está bien”.
Michael
estaba en la primera parte de su Bad Tour, en 1987, cuando comencé como su
ayudante de vestuario. Ya había algunos fallos en algunos trajes de Bill
Whitten y yo iba evaluando sus necesidades actuación por actuación. Me uní a la
gira en Japón, donde Michael estaba haciendo más o menos dos conciertos cada
ocho días. Entre los ensayos, los conciertos y viajar por Japón, el programa
podía ser un poco agotador.
Decir
que Michael era perfeccionista es poco. Hacía varios ensayos de vestuario y
constantemente hacía ajustes en él, en la coreografía y en el sonido. Solía
decirme: “Sé lo que estoy
haciendo, pero ustedes, chicos, tienen que saberlo también y estar
coreografiados conmigo”
Michael
vivía absolutamente para actuar en directo y no quería que nada pusiera en
peligro el show. En directo podía pasar cualquier cosa y los ensayos de
vestuario nos daban la oportunidad de que los cambios de traje estuvieran
sincronizados con la cadencia del show y que la ropa funcionaba. Michael sabía
que si mi equipo y yo estábamos un solo paso por detrás o una ropa se quedaba
en la percha en el orden equivocado, podía arruinar todo el show frente al
público. Incluso cuando todo estaba perfectamente sincronizado, siempre había
variaciones. Durante la actuación teníamos que improvisar con Michael; aunque
el escenario fuera el mismo, él solía cambiar algo en función de la respuesta
que recibía del público.
Era
espontáneo cuando se trataba de responder a las aclamaciones del público. Su
adrenalina se disparaba de diferentes formas. A veces rasgaba su camisa. Otras
veces mantenía una pose o lanzaba una pieza de su ropa. Podía bailar más tiempo
del habitual si el ritmo le llevaba a hacerlo. O, si el público no reaccionaba
como él esperaba, encontraba el modo de hacer alguna extravagancia, como caer
al suelo y fingir que se había desmayado. Michael siempre afirmaba que bailaba
“al ritmo de la música”, que perdía el control cuando la música le movía. De
modo que si el ritmo le pedía saltar arriba y abajo con la banda o deslizarse
por el suelo, es lo que hacía. Y teníamos que reaccionar apropiadamente al
momento.
Una
de esas ocasiones sucedió en el Dangerous Tour. El público ya estaba entregado
incluso antes de que Michael saliera al escenario. “Esta noche vamos a hacer el ‘James Brown’”, me dijo Michael justo antes de
salir al escenario. No había escuchado eso antes e inmediatamente traté de
imaginarme lo que podía significar.
Michael
estaba en medio de “Man in the Mirror” cuando de repente cayó al suelo sobre su
estómago. Estaba cantando todavía pero con un quejido, y volvió su cabeza hacia
donde estaba yo, en la oscuridad, detrás del escenario. Después dejó caer su
cabeza en el suelo, esperó unos segundos y me susurró: “Veinte segundos”.
¿Estará
bien? ¿Qué le pasa? ¿Qué se supone que debo hacer?
James
Brown era conocido por caer exhausto al suelo durante sus actuaciones.
Este
debe ser el ‘James Brown’ que Michael me dijo antes.
Michael
me miró y me tendió la mano. Supuse que, por su gesto, quería que le levantara.
De modo que me dirigí hacia él y le levanté del suelo.
“¿Qué estás haciendo aquí? Me estás arruinando el show”, susurró Michael.
Casi
me cagué en los pantalones.
Mientras
actuaba frente a miles de personas, se estaba entreteniendo poniéndome en
evidencia, lo cual, después del terror inicial, siempre me hacía reír.
(…)Siempre
viajábamos en vuelos comerciales en primera o en clase business. Michael tenía
miedo a volar y le gustaba pasar el tiempo charlando con su equipo para
olvidarse de la altura. A veces paseaba por los pasillos y saludaba a los
pasajeros de vuelta a su asiento. No volaba en jets privados porque “cuanto más grande es el avión, menos se notan las
turbulencias”. Un avión grande era más cómodo y
le permitía levantarse o estirarse y pasear por la cabina. La comida, el
ambiente y las almohadas eran diferentes en cada vuelo. Le llevábamos sus
propias almohadas, nos asegurábamos de que hubiera agua suficiente como para un
camello y le manteníamos con buen humor.
Michael
bebía agua por litros. Antes de llegar al hotel teníamos que asegurarnos de que
había de cinco a diez cajas de Evian, dependiendo del tiempo de estancia.
Durante el Bad Tour en Suecia, los camareros alinearon las botellas alrededor
de la bañera porque pensaron que nadie necesita tanta agua a menos que se vaya
a bañar con ella. Y así empezó el rumor de que Michael solo se bañaba con agua
Evian.
Michael
“la máquina” funcionaba de un modo y siempre el mismo. Cuando estaba grabando
era la misma historia. Cuando podía dormir, lo hacía en el suelo o en el sofá
del estudio, el cual yo trataba de mantener lo más aseado posible, a pesar de
que Michael tiraba su ropa por toda la habitación. Tenía que recoger cojines
debajo del sofá y buscar sus cosas detrás de los muebles cuando tenía una
visita. “Estoy escribiendo,
estoy cantado, estoy grabando”, decía
cuando alguien le pedía salir a cenar o asistir a un evento. Era adicto al
trabajo. Pero era lo que le hacía feliz y era obvio que se divertía trabajando,
porque a veces recibía una llamada suya gastándome una broma a las 3 de la
madrugada.
“¿Sabes quién soy?”,
preguntaba un marcado acento británico.
“Sí, eres tú, Michael, hablando a través de un rollo de cartón”.
Y,
a propósito, Michael era un maestro de las voces. Cuando estábamos de gira
gastaba bromas a los técnicos de sonido, a los bailarines, al conductor, y se
pasaba veinte minutos hablando con ellos antes de que se imaginaran que era él.
Encontraba esto una de las cosas más divertidas del mundo y yo tenía que estar
de acuerdo. Era muy divertido.
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P.D: Lo siento amig@s :( pero no voy a poder publicar nada
en el blog ni el capítulo que correspondía al viernes sino hasta el
lunes.
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