King!

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miércoles, 17 de diciembre de 2014

Maestro de Ceremonia / Master of Ceremonies



 

Capítulo Seis

MAESTRO DE CEREMONIA

En el negocio del espectáculo, te llaman por el nombre del trabajo que realizas. Yo era “vestuario”… No es nada personal, es solo que hay demasiada gente para recordar por su nombre. Pero trabajar con Michael era diferente. Para 1991 llevaba con él seis años y cuando estábamos en el plató del cortometraje “Black or White” y Michael gritó: “¡Vestuario!”, se sintió avergonzado. Parado frente a la pantalla verde con las rodilleras deslizándose pierna abajo y tapándose la boca con la mano.

Mientras le ajustaba las rodilleras, Michael me agarró por el brazo totalmente avergonzado por la idea de haber sido tan impersonal y se disculpó diciendo: “Lo siento, lo siento. Sé tu nombre, Bush. No quise decir eso”.
…Yo sabía que no había querido decirlo y no pude evitar admirar su humildad.
“Está bien, Michael. De ahora en adelante, cuando estemos en el rodaje, te llamaremos El Artista. ¿Está preparado El Artista? ¿Vestuario para El Artista?”.
Michael soltó una risita y levantó la ceja como diciendo: “Hombre, eso está bien”.

Michael estaba en la primera parte de su Bad Tour, en 1987, cuando comencé como su ayudante de vestuario. Ya había algunos fallos en algunos trajes de Bill Whitten y yo iba evaluando sus necesidades actuación por actuación. Me uní a la gira en Japón, donde Michael estaba haciendo más o menos dos conciertos cada ocho días. Entre los ensayos, los conciertos y viajar por Japón, el programa podía ser un poco agotador.
Decir que Michael era perfeccionista es poco. Hacía varios ensayos de vestuario y constantemente hacía ajustes en él, en la coreografía y en el sonido. Solía decirme: “Sé lo que estoy haciendo, pero ustedes, chicos, tienen que saberlo también y estar coreografiados conmigo”

Michael vivía absolutamente para actuar en directo y no quería que nada pusiera en peligro el show. En directo podía pasar cualquier cosa y los ensayos de vestuario nos daban la oportunidad de que los cambios de traje estuvieran sincronizados con la cadencia del show y que la ropa funcionaba. Michael sabía que si mi equipo y yo estábamos un solo paso por detrás o una ropa se quedaba en la percha en el orden equivocado, podía arruinar todo el show frente al público. Incluso cuando todo estaba perfectamente sincronizado, siempre había variaciones. Durante la actuación teníamos que improvisar con Michael; aunque el escenario fuera el mismo, él solía cambiar algo en función de la respuesta que recibía del público.

Era espontáneo cuando se trataba de responder a las aclamaciones del público. Su adrenalina se disparaba de diferentes formas. A veces rasgaba su camisa. Otras veces mantenía una pose o lanzaba una pieza de su ropa. Podía bailar más tiempo del habitual si el ritmo le llevaba a hacerlo. O, si el público no reaccionaba como él esperaba, encontraba el modo de hacer alguna extravagancia, como caer al suelo y fingir que se había desmayado. Michael siempre afirmaba que bailaba “al ritmo de la música”, que perdía el control cuando la música le movía. De modo que si el ritmo le pedía saltar arriba y abajo con la banda o deslizarse por el suelo, es lo que hacía. Y teníamos que reaccionar apropiadamente al momento.

Una de esas ocasiones sucedió en el Dangerous Tour. El público ya estaba entregado incluso antes de que Michael saliera al escenario. “Esta noche vamos a hacer el ‘James Brown’, me dijo Michael justo antes de salir al escenario. No había escuchado eso antes e inmediatamente traté de imaginarme lo que podía significar.
Michael estaba en medio de “Man in the Mirror” cuando de repente cayó al suelo sobre su estómago. Estaba cantando todavía pero con un quejido, y volvió su cabeza hacia donde estaba yo, en la oscuridad, detrás del escenario. Después dejó caer su cabeza en el suelo, esperó unos segundos y me susurró: “Veinte segundos”.

¿Estará bien? ¿Qué le pasa? ¿Qué se supone que debo hacer?

James Brown era conocido por caer exhausto al suelo durante sus actuaciones.

Este debe ser el ‘James Brown’ que Michael me dijo antes.

Michael me miró y me tendió la mano. Supuse que, por su gesto, quería que le levantara. De modo que me dirigí hacia él y le levanté del suelo. 


“¿Qué estás haciendo aquí? Me estás arruinando el show”, susurró Michael.

Casi me cagué en los pantalones.

Mientras actuaba frente a miles de personas, se estaba entreteniendo poniéndome en evidencia, lo cual, después del terror inicial, siempre me hacía reír.



(…)Siempre viajábamos en vuelos comerciales en primera o en clase business. Michael tenía miedo a volar y le gustaba pasar el tiempo charlando con su equipo para olvidarse de la altura. A veces paseaba por los pasillos y saludaba a los pasajeros de vuelta a su asiento. No volaba en jets privados porque “cuanto más grande es el avión, menos se notan las turbulencias”. Un avión grande era más cómodo y le permitía levantarse o estirarse y pasear por la cabina. La comida, el ambiente y las almohadas eran diferentes en cada vuelo. Le llevábamos sus propias almohadas, nos asegurábamos de que hubiera agua suficiente como para un camello y le manteníamos con buen humor.
Michael bebía agua por litros. Antes de llegar al hotel teníamos que asegurarnos de que había de cinco a diez cajas de Evian, dependiendo del tiempo de estancia. Durante el Bad Tour en Suecia, los camareros alinearon las botellas alrededor de la bañera porque pensaron que nadie necesita tanta agua a menos que se vaya a bañar con ella. Y así empezó el rumor de que Michael solo se bañaba con agua Evian.

Michael “la máquina” funcionaba de un modo y siempre el mismo. Cuando estaba grabando era la misma historia. Cuando podía dormir, lo hacía en el suelo o en el sofá del estudio, el cual yo trataba de mantener lo más aseado posible, a pesar de que Michael tiraba su ropa por toda la habitación. Tenía que recoger cojines debajo del sofá y buscar sus cosas detrás de los muebles cuando tenía una visita. “Estoy escribiendo, estoy cantado, estoy grabando”, decía cuando alguien le pedía salir a cenar o asistir a un evento. Era adicto al trabajo. Pero era lo que le hacía feliz y era obvio que se divertía trabajando, porque a veces recibía una llamada suya gastándome una broma a las 3 de la madrugada.

“¿Sabes quién soy?”, preguntaba un marcado acento británico.

“Sí, eres tú, Michael, hablando a través de un rollo de cartón”.

Y, a propósito, Michael era un maestro de las voces. Cuando estábamos de gira gastaba bromas a los técnicos de sonido, a los bailarines, al conductor, y se pasaba veinte minutos hablando con ellos antes de que se imaginaran que era él. Encontraba esto una de las cosas más divertidas del mundo y yo tenía que estar de acuerdo. Era muy divertido.

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P.D: Lo siento amig@s :( pero no voy a poder publicar nada en el blog ni el capítulo que correspondía al viernes sino hasta  el lunes.

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