CAPÍTULO
CINCO
Encontrando
Neverland
En una transacción de
este tamaño, es importante realizar un inventario de todo lo que hay en la casa
y en la propiedad que esté incluido en la compra, hasta las cosas más pequeñas,
como cubiertos y vajilla.
Michael y yo
realizamos la mayor parte del trabajo de inventario por nuestra cuenta. Bill
Bray se quedó con nosotros parte de la semana, pero pasaba mucho tiempo en Los
Olivos, en Santa Bárbara. La paz y la tranquilidad no le sientan bien a todo el
mundo. Volvió a la ciudad tan pronto como inspeccionó la propiedad y nos dejó
con nuestro trabajo.
Bill nos había dado
una lista de inventario para cada una de las habitaciones y Michael y yo nos
pasamos horas y horas revisándola y viendo las cosas que estaban incluidas. Había
muchas antigüedades bonitas y caras en la casa que habían sido importadas de
todas partes del mundo. La repisa de la chimenea en la habitación principal
había sido traída desde Roma, Italia. Tenía también la tarea de completar las
listas con lo que iba a ser incluido en la venta y lo que iba a ser excluido.
Mientras trabajaba a
fondo haciendo toda esta tarea, Michael insistía en jugar conmigo. Michael
preguntaba, “¿Recuerdas cómo se juega a la pata coja?”
Yo negaba con la
cabeza, “No, no recuerdo cómo!”
“¿Qué te parece jugar
al escondite?” Me pedía Michael, riendo.
“Sí, a ese juego
siempre le he ganado a mis hermanos y hermanas. Pero déjame esconderme primero
y te apuesto a que no serás capaz de encontrarme,” le decía.
Michael saltaba
riendo y diciendo, “Este será el día!”
“Dame cinco minutos
para esconderme mientras te das la vuelta, con los ojos tapados, y después
tratas de encontrarme!”, le decía mientras reía.
Michael aceptó mi
reto con un montón de bravatas, y me aseguré de que tenía bien tapados sus ojos
con un pañuelo negro. Entonces exclamé, ¡El tiempo comienza ahora!”, entonces
corrí tanto como mis piernas me permitieron hacia el espeso bosque del Parque
Nacional de los Padres. Rápidamente me escondí detrás de un enorme canto rodado
esperando que Michael no pudiera encontrarme siguiendo mis huellas dejadas en
el camino. Pasados veinte minutos, empecé a volver al lugar donde lo había
visto por última vez. No, él no estaba por ninguna parte y empecé a sentir
pánico porque podía haberse perdido dentro del bosque.
De repente, cuando
empecé a llamarle, saltó súbitamente desde la nada como una gacela y me dio una
palmada en la espalda. Me dejó temblando! Grité de alegría por habernos
encontrado finalmente los dos. Por supuesto, él ganó el juego del escondite. A
pesar de que yo era mayor que él tres décadas, él sacó de mi interior a la niña
que llevaba dentro gracias a esos juegos.
Michael decidió
probar sus habilidades para hacer equilibrio y escalar vallas y pasear sobre
ellas, como si estuviera balanceándose sobre una viga. Yo seguía recordándole
que no había ayuda médica alrededor y que iba a comenzar una gira mundial en
unos pocos días. Él no tenía miedo y cuanto más protestaba yo, más cosas hacía.
Era muy interesante
ayudarle a ponerse al corriente sobre todo lo referente al rancho y conocer
cada roca, cada riachuelo, cada manantial y cada cascada. Había un puente donde
nos sentábamos, réplica del Puente de Londres, que a Michael le gustaba mucho.
Había un jardín alrededor de la casa con plantas de cada una de las cuatro
estaciones, de tal modo que siempre había plantas en flor en los jardines, lo
que entusiasmaba a Michael porque él adoraba las flores.
Cuando nos quedamos
en el rancho la primera noche le pregunté, “Michael, ¿por qué te gustan tanto
los animales?”
Michael contestó,
“Porque ellos pueden sanar y son criaturas de Dios. Aparecen en la Biblia.
Puedo recitarte el salmo 148 que dice, que los animales salvajes y las pequeñas
criaturas y las aves, alaben al Señor. “Nosotros debemos alabar al Señor igual
que lo hacen los animales.”
“Eso es maravilloso,
Michael,” le dije.
“Siempre hay una
Biblia en mis habitaciones de hotel cuando viaje alrededor del mundo,” Michael
continuó. “A veces me siento terriblemente solo. Bill Bray se veía obligado a
encerrarme en mi habitación por seguridad y no me dejaba salir de la
habitación, o salir a la calle solo. Yo quería hacer esto en muchas ocasiones.
Él no me dejaba. Yo sentía que debía obedecerle porque le veía como a un padre.
Él cuida de mí y estoy acostumbrado a dejar en sus manos ciertas decisiones
acerca de mi seguridad.”
“Oh, bien, Creo que
es maravilloso que él trate de protegerte tanto. Y está verdaderamente
interesado en tu seguridad, por no mencionar el hecho de que alguien podría
secuéstrate para pedir un rescate”, respondí.
“Sí, lo sé, Gloria,
por eso no dejo mi habitación. Trato de no hacer cosas demasiado locas como
saltar afuera por una ventana, aunque a veces lo haga. Entonces tengo que
volver a subir por la ventana también.”
El segundo día que
amanecimos en el rancho, era como si Michael hubiera despertado en Las Vegas.
Empezó a hablar sobre el emplazamiento del tiovivo y la noria. Y los caballos,
quería que hubieran caballos para que los niños pudieran cabalgar. Habría un
tren especial al estilo de Disneylandia para recorrer el rancho, porque algunos
de los niños no podrían caminar o correr. Los niños, ciertamente, no podrían
recorrer a pie la totalidad del rancho, porque hay mucho que caminar a lo largo
de 2.700 acres de terreno.
Michael estaba situando
todas estas lujosas atracciones en voz alta, buscando mi aprobación. Entonces,
de repente, me preguntó. “¿Qué perfume llevas puesto?”
Le dije, “Estoy
usando White Diamonds de Elizabeth Taylor.”
Él replicó, “Oh,
vaya, pues no te imaginas como me gusta olerlo. Es el perfume de Elizabeth
Taylor.”
Empezamos a hablar de
Elizabeth Taylor, de quien parecía estar enamorado. Cada vez que mencionaba yo
su nombre, a él se le caía la baba y empezaba a cantar canciones de amor.
Michael estaba tan loco por ella, que decía que era su mujer ideal.
Le dije, “Hay una
gran diferencia de edad entre Elizabeth Taylor y tú. Sé que vais juntos al
hipódromo, y parecéis disfrutar con las mismas cosas. Os he visto juntos en el
hipódromo en varias ocasiones.”
“Sí, a los dos nos gustan
los caballos y los animales, y nos gusta ir al Paddock a ver los caballos de
cerca. Nos gusta Hollywood Park.”
Sucede que Elizabeth
era miembro del exclusivo Turf Club en Hollywood Park, un lugar con una
glamurosa historia y muchas conexiones con Hollywood, desde su fundación en los
años 30. Una vez los vi a Michael y a Elizabeth en el Turf Club cuando asistía
a un evento para recaudar fondos. Elizabeth y yo nos conocemos desde los años
50, cuando yo era una joven actriz y ambas compartíamos el mismo agente, Kurt
Frings. Michael, Elizabeth y yo teníamos algo en común. Los tres hemos
trabajado en escena, en películas y en televisión desde que éramos niños.
El papel más querido
de Elizabeth fue National Velvet, cuando era niña. Michael la apreciaba y estaban
absolutamente identificados el uno con el otro en cuanto al “Deporte de Reyes”.
Durante nuestra
estancia en el rancho, Michael estaba desbordado de ideas, como un volcán en
erupción, lleno de energía, con sueños y planes acerca de lo que pensaba hacer
en aquel lugar. Él hablaba de cómo iba a convertirlo en un refugio para los
niños necesitados, para sus amados animales y para sí mismo.
Michael pensaba
construir jaulas especiales para los animales y contratar personal
especializado para protegerles. Era importante que los animales fueran tratados
adecuadamente.
“Michael”, dije,
“Caramba, esto va a costarte un montón de dinero, alimentar a todos esos
animales y construir tu propio parque de atracciones.” (Bajo la propiedad de
Bill Bone, el coste del mantenimiento anual del rancho era de un millón de
dólares.)
El tercer día Michael
y yo estábamos caminando por el rancho cuando él decidió abrazarse a un árbol y
saltar por entre las plantas y vallas de los alrededores. Era realmente
maravilloso, podría haber sido un acróbata. Estaba lleno de energía, siempre
cantando y bailando.
Mientras bailaba a mi
alrededor, me pidió que cerrara los ojos, y así lo hice. “Ahora”, dijo,
“Intenta imaginarte el más maravilloso circo al que hayas asistido y el más
hermoso zoológico y parque de atracciones. Trata de dibujarlo y descríbemelo.
Dime que debería hacer y cómo debo empezar todo esto.”
Dije, “Michael, no
tengo la misma imaginación que tú tienes. Tendría que sentarme y dibujar algo y
tratar de componer algo así como un puzzle. No soy tan ágil como tú. Estoy más
preocupada por los retos financieros que se van a presentar. Estoy pensando más
en la parte práctica que implica llevar por ti mismo este lugar tan enorme y
todos los gastos que conlleva, cada jaula y cada cosa que quieres hacer cuesta
un montón de dinero.”
Michael contestó,
“Gloria por favor, no pienses en el dinero. El Señor proveerá. Sé que el Señor
proveerá. Tienes que creer que el Señor nos traerá todo lo que necesitemos. Y
no es una locura pensar en tener animales para ayudar a sanar, y tampoco es una
locura crear una reserva para los animales y un hermoso paraíso para los niños
que estén sanos y para los que estén enfermos y que, de otro modo, no podrían
tener nunca la oportunidad de estar en este rancho. Realmente quiero hacer
esto, Gloria. Pero recuerda que es un secreto entre los dos.”
Durante la semana que
pasamos inspeccionando el rancho, hablamos de la vida familiar de los Jackson
en Gary, Indiana. Michael decía que todavía recordaba la pequeña casa en la que
vivía su familia, y el incómodo y pequeño Wolkswagen en el que tenían que
viajar todos. Él recordaba muchos momentos difíciles de su infancia. Michael
decía, “Esa es la razón por la que me he fijado tan altos valores y metas para
mí mismo, con la intención de llegar a la gente con fe y valor. Por eso quiero
bailar, cantar y escribir.” Él sentía orgullo de su pasado con los Jackson five
y tenía grandes planes para el futuro. “Me siento completo, Gloria, como nunca
antes, porque he alcanzado algunas de las metas de mi familia,” me susurraba
Michael.
Yo estaba sorprendida
de que él estuviera hablando conmigo de cosas tan íntimas porque, normalmente,
los hombres no dicen lo que piensan, y Michael estaba abriéndome su alma y su
corazón sobre sus sentimientos más íntimos.
Michael y yo hablamos
acerca de la quemadura que sufrió cuando hizo el anuncio para Pepsi. Como
siempre usaba sombrero en el rancho, o en la carretera, cuando íbamos al
rancho, le pregunté, “Michael, ¿por qué usas siempre sombrero? Parece que no te
lo quitas nunca. Me han dicho que la gente se queda calva si usan sombrero todo
el tiempo, su pelo se cae. Me han dicho que no lo use.” Michael se rió y
respondió, “Quiero que veas que mi pelo ha vuelto a crecer, y no tengo
cicatrices de la quemadura. Estoy bien.” Se quitó el sombrero y se inclinó
hacia mí. “Sucedió hace alrededor de un año y medio, ahora me encuentro bien.
No pasa nada malo y estoy contento.”
Miré su cabeza y
examiné su cuero cabelludo. Estaba curado.
“Puedes tocarme,”
dijo Michael, “Puedes tocar el cuero cabelludo. Puedes ver por ti misma que
estoy curado, le doy gracias a Dios por que las cosas han vuelto a ser como
antes,” continuó. “Soy muy afortunado, no tengo cicatrices de ese horrible
accidente.”
Le froté el cuero
cabelludo, la cabeza y los hombros, dándole un ligero masaje, y Michael,
riendo, cantaba el anuncio de Pepsi.
Michael usaba
normalmente vaqueros negros, kakis y, a veces, clásicos, o pantalones negros
con camisas rojas o blancas. Iba siempre impecable, muy limpio y muy elegante.
Empezó a maquillarse un poco más a partir del momento en que el color de su
piel comenzó a cambiar. Michael realmente padecía vitíligo, y mostraba manchas
a causa del mismo en algunas ocasiones. Dijo que iba a ponerse en tratamiento
porque no le gustaba. Entonces comparó el color de su piel con el mío.
Michael también
comparó su nariz con la mía. De repente me preguntó, “¿Quién te hizo la nariz?”
“Nadie, nací así.”
Repliqué.
Michael dijo, “¿Te
importaría venir conmigo cuando me arreglen la nariz?”
Le repliqué, “Me
encantaría ser tu modelo, sin embargo creo que tienes una bonita nariz que va
perfectamente con tu cara.”
Michael contestó,
“Todavía veo mi nariz más ancha de lo que quiero!” Sin embargo, Michael nunca
me llamó para fijar una cita con su doctor.
En las noches que
pasamos en el rancho, dormí en la más hermosa habitación con vistas al lago, la
habitación que pertenecía a la hija de Bill Bone. Estaba emocionada por vivir
brevemente en este mundo de cuento de hadas que pronto pertenecería a Michael.
Una de las cosas de
las que hablamos fue del hecho de que debería haber una iglesia en la ciudad si
él quería asistir a ella, pero el hecho es que no había templo de los Testigos
de Jehová allí. Le dije, “De todos modos, tu les habías dejado, ¿no?”
“Sí,” dijo, “Porque
estaba bailando demasiado sexy para ellos. Se quejaban de que mi baile es muy
sexy, y ellos prohíben los movimientos sensuales. Me pidieron dejarles. Este es
el modo en que me gano la vida, bailando y cantando, y ellos me pidieron que dejara
de hacerlo. Yo decidí que no podía hacerlo. No puedo dejar de cantar y bailar.
Y ciertamente, todo lo que hago, lo estoy haciendo por mi madre. Tú sabes que
quiero a mi madre. Ella es la mujer más hermosa y maravillosa de mi vida.”
Me sentía muy inspirada
comenzando cada mañana despertando con los pájaros y Michael Jackson cantando
su música.
Tomaba el desayuno
todos los días con Michael y discutíamos sus planes sobre cómo viviría allí. Yo
le expresaba mi preocupación acerca de un hombre tan joven asumiendo semejante
responsabilidad. Le dije a Michael que mi propia familia había sido propietaria
de varios ranchos en México; algunos de ellos abandonados hoy día, por el hecho
de que nuestra familia no quiere la responsabilidad de cuidar de los ranchos, incluso
habiéndolos heredado libres de cargas. Mi abuelo, Don Vicente Anaya Jr. Era un
próspero hacendado, y mi bisabuelo, el General Don Vicente Anaya, era
propietario de 200.000 acres de ranchos en Chihuahua, México. Así que tengo
conocimiento de primera mano sobre el manejo y operatividad de grandes ranchos
y no deseaba que Michael se sobrecargara con la responsabilidad de tan enorme
rancho.
Continuará la segunda parte del 5° capítulo...
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