CAPITULO 3°
Un trozo de paraíso
Así
que Michael y yo fuimos en busca de su perfecto rancho. Solíamos curiosear por
nuestra cuenta y buscar ranchos que estuvieran disponibles.
Michael
Jackson, Miko Brando y yo condujimos hasta Santa Bárbara, a unas 80 millas de
Encino. Bill Bray también venía con nosotros por seguridad. Michael y Miko
habían ido juntos a la Escuela Cal Prep. Y eran compañeros desde jóvenes, Miko
era el más cercano y querido amigo de Michael. Íbamos solo los cuatro, con Miko
conduciendo parte del camino. (A Michael le gustaba conducir su propio Mercedes
Benz cuando podía, así que él también conducía parte del camino.)
Pasamos
por un pasto, estaba lleno de pequeños terneros, era una vaquería y todos los
terneritos estaban alimentándose de las ubres de sus madres. Michael estaba tan
emocionado! Gritaba de alegría, feliz y riéndose. Le encantaba ver cómo se
alimentaban los animales. Nos paramos y nos acercamos a la valla a mirarlos. El
granjero vino a preguntarnos, “¿Qué
están haciendo aquí?”
“Bueno, estamos mirando a los terneros alimentarse.” Repliqué. “¿Está bien? ¿Algún problema?”
“No, para nada, solo era curiosidad. Nadie para nunca aquí.” El granjero era amigable y parecía que no se daba
cuenta de que estaba hablando con Michael Jackson. Así que Michael empezó a
hacerle un montón de preguntas sobre el periodo de gestación de un ternero.
¿Cuánto tiempo dura? ¿Cuánto tiempo está una madre alimentando a su ternero?
Michael realmente tenía la mentalidad de un granjero! Estaba interesado en la
cría de animales. Preguntó toda clase de cuestiones sobre la crianza. Había dos
grandes negros toros sementales allí. La granja tenía cientos de terneros
engendrados por ellos. Michael estaba fascinado por todo y se enredó en una
discusión sobre cómo montar una granja y cómo se pasteurizaba la leche.
Quiero
que sepan que, en realidad, Michael fue enseñado allí en aquel momento por el
granjero a ordeñar una vaca Holstein: apuntando las dos ubres hacia un cubo!
Fue
emocionante verle ordeñando la vaca. Ellos intentaron enseñarme a mí, y a Miko
y a Bill Bray también, pero Michael era el mejor. Finalmente se las arregló
para llenar el cubo hasta el borde y le encantó hacerlo.
Bill
Bray trató de llevarnos de vuelta a la carretera. Con un rápido disparo,
Michael lanzó un chorro de leche justo a la cara de Bill. El pobre Bill se
limpió la cara con un pañuelo mientras el granjero se reía a carcajadas y
Michael gritaba de felicidad. Anunció que se iba a mudar y a convertirse en
granjero.
Fue
realmente divertido que el granjero nunca supiera que Michael era famoso. Él no
estaba en sintonía con el mundo del espectáculo, solo con los pastos y las
vacas. Michael sacó partido de ello y disfrutó de su anonimato. El granjero
preguntó de dónde éramos y le dijimos que de Encino, en el valle de San
Fernando. Él no conectó a Michael con el Rey del Pop del mundo de la música.
Este
fue uno de los primeros de un número de viajes que Michael y yo hicimos. Era
primavera, llegaba junio mientras mirábamos esas preciosas granjas, con
prístinos cielos azules llenos de blancas nubes de algodón.
Michael
y yo miramos fácilmente una docena de sitios porque él disfrutaba comparando
precios. Estaba más o menos haciéndose una idea de cuánto podía costar un
rancho. Miramos rancho tras rancho, hasta que, a pesar de todos los factores en
contra, descubrimos un paraíso secreto.
Cada
vez que Michael Jackson se encontraba conmigo, siempre me abrazaba y me trataba
como a su propia madre, Katherine. Michael era una persona muy amigable y dulce
y estaba muy entusiasmado por que estuviéramos buscando este lugar ideal con el
que había estado soñando durante años. En alguna ocasión fuimos solos a buscar
ranchos, en otras ocasiones venía Miko Brando con nosotros, pero el resto del
tiempo éramos solo nosotros, con Bill Bray conduciendo.
Alguna
gente reconocía a Michael y querían inmediatamente un autógrafo. Michael
normalmente se lo daba a menos que llegáramos tarde a alguna cita con alguna
propiedad.
Un
día paramos en un lugar que vendía gasolina, comida y chucherías, la chica que
estaba detrás del mostrador, una guapa rubia de ojos azules, le miró fijamente
y dijo, “¿Eres Michael
Jackson?” “Sí”,
replicó.
Ella
dijo, “Oh, quiero un
autógrafo tuyo, por favor.” Ella le dio un
trozo de papel y le dijo, “Firma
para mí y mi hijo.”
Así
que Michael firmó para ella. “¿Cuál es
el nombre de tu hijo?” preguntó.
“Mi hijo se llama Darryl”,
contestó
“¿Qué edad tiene?”
preguntó Michael
Michael
comenzó a hablar con ella sobre el pequeño, quién cuidaba de él mientras ella
trabajaba, detalles como ese. Era muy amable.
Una
cosa en la que era muy estricto donde quiera que íbamos, cuando la gente era
amable con nosotros, y abrían las puertas de sus casas para darnos un vaso de
agua o algo que comer, siempre decíamos “gracias.” Su cortesía era siempre evidente. En uno de los
ranchos en que paramos, había una enorme parra entre la parte delantera y
trasera de la casa. Cuando Michael y yo pedimos permiso para coger algunas
uvas, nos lo dieron encantados.
No
se pueden ver muchos ranchos en un día porque hay una muy larga distancia entre
unos y otros. Pasas por millas de paisaje vacío, solo árboles y montañas por
toda compañía. Pasamos por un lago llamado Lago Cachuma, un lago muy plácido.
Michael tenía tendencia a parar en cualquier lugar y mirar todo lo que le
llamaba la atención. Paramos allí a echar un vistazo. El Lago Cachuma le
interesó realmente y Michael quiso saber más acerca de él. Como siempre, tenía
un montón de preguntas: ¿Había peces en el lago? ¿Iba la gente a pescar allí?
¿Qué clase de peces había? El era siempre curioso.
Vimos
una serie de ranchos: Vió el rancho donde vivieron Ronald Y Nancy Reagan. Vió
el rancho que el maravilloso cantante Johnny Mathis compró. Michael visitó el
rancho de la famosa estrella del tenis Rod Laver, que tenía una casa estilo
Tudor inglés con 200 acres de terreno, pero no le gustó porque estaba situada
en medio de otros ranchos.
A
Michael no le gustaron muchos ranchos de los que vió incluso aunque fueran
estupendos. Un rancho que perteneció a la actriz Jane Seymour incluso tenía un
lago lleno de cisnes y patos. Su marido abrió el rancho para nosotros, a pesar
de que Jane estaba en Londres en ese momento.
Miko
Brando tenía un amigo que era dueño de una isla, en las Islas Fidji, donde
cultivaba perlas negras. El amigo, que era conocido como El Rey de la Perla
Negra, tenía un rancho en venta en el condado de Santa Bárbara. El rancho era
precioso, pero de lo más inconveniente.
Michael vió y rechazó la propiedad que Oprah Winfrey finalmente compró. Otro socio le enseñó uno de los ranchos que pertenecían a un amigo suyo y que estaba en la cima de una montaña con vistas panorámicas al océano. A él no le importaba ver el océano o la playa.
Michael vió y rechazó la propiedad que Oprah Winfrey finalmente compró. Otro socio le enseñó uno de los ranchos que pertenecían a un amigo suyo y que estaba en la cima de una montaña con vistas panorámicas al océano. A él no le importaba ver el océano o la playa.
Estos
eran los parámetros. El rancho que él quería debía tener alrededor de unos 200
acres, un lugar amplio para una granja, para criar animales, y un lugar muy
privado, sin vecinos. Michael quería privacidad y prefería la idea de estar
cerca de un bosque, en un lugar oculto alejado de la carretera.
Por
esa razón no quería estar cerca del océano. No existe privacidad en un rancho
frente al océano o tras una carretera frente al océano. Cuando la gente va a la
playa, pasan por delante de tu rancho, y si estás cerca de una autopista, hay
mucho ruido por el tráfico. De esas cosas trataba de alejarse Michael: Tráfico,
ruido y contaminación. Quería un santuario.
Y,
para ser honesta, de entre todos los que buscamos, no había rancho que pudiera
jamás compararse al que Michael finalmente compró.
CARTA DE WILL BERLIN
Mis
padres me había regalado un genial Alfa Romeo Fiat convertible para mi 16 cumpleaños.
Un soleado día iba conduciendo por Ventura Boulevard con la capota bajada
cuando me dí cuenta de que un Rolls Royce, que iba también por la vía rápida,
venía en dirección contraria.
Cuando
el Rolls Royce se me acercó, pude ver a un hombre con un sombrero tipo safari,
así como el resto de la ropa, o al menos una camisa tipo safari también. Era
Michael. Parecía muy contento al volante del Rolls Royce, y también con su
traje. Le miré fijamente todo el tiempo y pude escuchar que sonaba música en su
coche.
El
vistazo me dejó sin aliento, y pensé, “Guau!
Michael es un fenómeno!” Creo que en ese momento de su vida, se estaba
permitiendo gastar dinero en cosas que quería experimentar en la vida y que
solo el dinero puede comprar, como el Rolls Royce que conducía.
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