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sábado, 18 de octubre de 2014

Recuerdos y Anécdotas de Michael por el fotógrafo Harry Benson / Memories and Anecdotes of Michael by photographer Harry Benson



Conocí a Michael en una ladera en Colorado en 1984. Estaba en el famoso Victory Tour con sus hermanos.

Michael fue el primero en llegar corriendo a ayudarme cuando resbalé subiendo por la embarrada y empinada colina. Yo estaba bien, pero un par de lentes se cubrieron de barro. Esa fue la primera vez que Michael se encariñó de una de mis chaquetas de tweed escocés color marrón, de modo que me la quité y se la dí. Pareció encantado por mi gesto e inmediatamente se la puso, abrió los brazos y empezó a dar vueltas bajo la brillante luz del sol mientras le fotografiaba corriendo y saltando. Esa noche, en el escenario, resplandecía en lentejuelas. Viajé de vuelta a Nueva York con las fotografías.

El Victory Tour siguió ganando fuerza y me reuní con Michael en Filadelfia para hacer más fotos. De nuevo sucedió lo mismo. Esta vez fue una chaqueta de tweed Harris color gris. Le vi mirando detenidamente los colores del tweed. Parecían fascinarle, así que se la dí de nuevo. Poco después me divirtió ver algunos vídeos nuevos suyos, corriendo hacia su limusina rodeado por fans, en los que llevaba la chaqueta.

En 1985 fotografié a Michael durante la sesión nocturna de la grabación de “We Are The World”, en Los Ángeles, concebida para recaudar dinero para los niños hambrientos en África. Quincy Jones escribió un letrero que decía: “Dejen sus egos en la puerta”, y las 45 estrellas que participaron hicieron eso precisamente. El artista conocido como Prince seguía llamando por teléfono diciendo que estaba pensando acudir. Quincy le dijo que se diera prisa, porque ya habían empezado a trabajar. Yo escuché a Michael decir: “Prince no vendrá jamás mientras yo esté aquí”. Cuando Prince llamó de nuevo, Quincy le dijo que no se molestara, que todo había terminado ya.

Al primer encuentro, Michael parecía tímido. Hablaba en un tono suave y agudo reconocible por todo el mundo pero, aunque parezca mentira, después de diez minutos su tono se hacía más profundo, aunque seguía hablando muy bajo. Veo que mucha gente poderosa, muchos jefes de estado, hablan muy bajo. No tienen que gritar para atraer la atención. Intenta escuchar lo que dicen la primera vez, no les gusta repetir. Michael era así. Una hora después, cuando nos vimos de nuevo, vuelta a empezar; de nuevo ese tono de voz agudo y silencioso que cambiaba a otro más profundo unos diez minutos después.

Cuando vi a Michael en 1995, de nuevo mi chaqueta fue codiciada, y de nuevo se la dí. Se la puso para las fotografías con su esposa, Lisa Marie Presley.

 

En 1997 visité Neverland para fotografiar a Michael con su primer hijo, Prince Michael. Mientras le daba de comer, la cara del pequeño empezó a cubrirse de comida. Michael bromeó: “Oh, es el momento Linda Blair”, refiriéndose a la actriz protagonista de El Exorcista. El bebé estaba feliz y sonriente. Después llevamos a Prince a su habitación, donde Michael le dio un biberón y lo acunó hasta quedarse dormido cantándole canciones, algo sobre el bebé de su papá. Michael me dijo que Prince le había inspirado a escribir más música que en cualquier otro momento de su vida.
 
Al siguiente día me llevó a su estudio donde había estado perfeccionando el moonwalk. 
Me dijo que llevaba a menudo a Prince allí para verle practicar frente al espejo y dijo que algún día bailarían juntos. Yo estaba convencido de que ese sería el siguiente acto. Prince se sentó jugando con el micrófono y mirando cada movimiento de su padre. Michael me dijo que el moonwalk era muy fácil de hacer. “Sólo haz esto, Harry, y echa tu pie hacia atrás”. No hace falta decir que no era lo suficientemente estúpido como para intentarlo siquiera.

En pie, fuera de la habitación, había una figura de cera de un guardia real. La habitación era oscura y bastante sencilla, en tonos beige y marrón, y, para ser sincero, un poco deprimente. Junto a la cama había una enorme silla roja, como un trono, torneada y labrada en oro. Sobre la cama de caoba con dosel, un cuadro de Jesús.
Era fácil trabajar con Michael y estaba encantado de enseñarme su casa. Todas las fotos fueron hechas muy rápidamente. Eso es lo que la gente olvida; tienes que trabajar muy rápido para que la persona no se aburra. Cuando Michael me preguntó qué ropa quería que usara, le dije: “Sé tu mismo. Ponte aquello con lo que estés cómodo”.

Se podía ver cómo Neverland hacía que Michael se olvidara de todos sus problemas y le transportaba fuera de la realidad de su estresante vida. Allí tenía todo lo que quería. Tuve la impresión de que Michael no era de ninguna manera un solitario. Leía los periódicos y se mantenía al día con las noticias.

Una vez me preguntó qué pensaba de los Reagan, que estaban en la Casa Blanca entonces. También sentía curiosidad por saber cómo era el autor ruso Alexander Solzhenitsyn, porque había visto una fotografía mía de él. Michael sabía quién era quién, mientras todo el tiempo esos ojos tristes estaban buscando, mirándome muy de cerca. De vez en cuando rompía a reír, pero la mayor parte del tiempo estaba simplemente mirando.

Aunque no era íntimo de Michael, fuimos amistosos y respetuosos el uno con el otro, y eso es en realidad lo que quieres, alguien que te permita hacer tu trabajo. Le echaré de menos. Todos echaremos de menos su inmenso talento.





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