“Lo
que me impresionó desde el primer momento que conocí Michael era lo inteligente
era. Claro, que yo conocía su música y sabía que era un artista increíble,
pero no tenía ni idea de su pasión por el arte e historia del arte.
En 1989, fui invitado a visitar Neverland. Pasé nueve días con él en el rancho.
Me quedó muy claro que Michael trató de crear la infancia que él nunca tuvo. Fue
de nuevo una gran experiencia, un momento muy especial en mi vida.
Pero mi mayor sorpresa vino cuando él me pidió que le diera algunas clases de dibujo. Por lo tanto comprendí que él tenía un talento natural para el arte. Nos sentamos e hicimos bocetos, conversamos y comimos palomitas de maíz. Fue agradable y relajado.”
- Relato del ilustrador Greg Hildebrandt