NIÑOS
Los niños me enseñan con sus sonrisas
juguetonas lo divino de cada uno. Esta simple bondad brilla directamente desde
sus corazones. Esto tiene mucho de enseñanza. Si un niño quiere helado de
chocolate, tan sólo lo pide. Los adultos se enmarañan en complicaciones de si
comer o no comer helado. Un niño simplemente disfruta.
Lo que tenemos que aprender de los
niños no es la inmadurez. Estar con ellos nos conecta a la sabiduría del vivir,
que nunca está presente y sólo nos pide ser tenida en cuenta. Ahora, cuando el
mundo está tan confundido y sus problemas tan complicados, siento que
necesitamos a nuestros niños más que nunca. Su sabiduría natural apunta al
camino de las soluciones, que se encuentran, a la espera de ser reconocidas,
dentro de nuestros corazones.
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