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lunes, 1 de diciembre de 2014

Así Marchan los Elefantes / So Marchan Elephants




ASÍ MARCHAN LOS ELEFANTES

Un hecho curioso sobre los elefantes es este: para poder sobrevivir, no deben caer al suelo. El resto de los animales pueden tropezar y levantarse de nuevo. Pero un elefante siempre está de pie, incluso para dormir. Si uno de la manada se resbala y cae, se queda indefenso. Permanece tumbado sobre su costado, prisionero de su propio peso. Aunque el resto de los elefantes empujarán alrededor con angustia e intentarán levantarlo otra vez, normalmente no hay mucho que puedan hacer. Con una respiración lenta y pesada, el elefante caído muere. El resto le velan, y entonces se van lentamente.

Esto es lo que aprendí de los libros de naturaleza, pero me pregunto si estarán bien. ¿No habrá otra razón por la que los elefantes no puedan caerse? Quizá han decidido no hacerlo. No caer es su misión. Como el más sabio y paciente de los animales, hicieron un pacto - imagino que fue hace mucho tiempo, cuando la edad de hielo estaba terminando. Moviéndose en grandes manadas a través de la superficie de la tierra, los elefantes primero divisaron a hombres enanos rondando por las altas hierbas con sus lanzas de piedra. “Cuánto miedo y rabia tiene esta criatura” pensaban los elefantes. “Pero va a heredar la tierra. Somos lo suficientemente sabios para verlo. Vamos a establecer un ejemplo para él.”

Entonces los elefantes pusieron sus grisáceas cabezas juntas y meditaron. ¿Qué tipo de ejemplo podrían enseñarle al hombre? Podrían demostrarle que su poder era mucho mayor que el suyo, cosa que era totalmente cierta. Podrían manifestar su rabia delante de él, cosa que era lo suficientemente terrible como para desarraigar bosques enteros. O podrían llenar al hombre de pánico, pisoteando sus campos y aplastando sus cabañas.

En momentos de gran frustración, los elefantes salvajes harían todas esas cosas, pero como un grupo, poniendo sus cabezas juntas, decidieron que el hombre aprendería mejor de un mensaje más amable.

“Vamos a demostrarle nuestra reverencia por la vida” dijeron. Y desde ese día, los elefantes han sido criaturas silenciosas, pacientes, pacíficas. Le permiten al hombre que los monten y los aprovechen como esclavos. Permiten que los niños se rían de sus acrobacias en el circo, exiliados de las grandes llanuras africanas donde una vez vivieron como señores.

Pero el mensaje más importante de los elefantes es su movimiento. Ellos saben que la vida es moverse. Amanecer tras amanecer, año tras año, las manadas marchan, una gran masa de vida que nunca cae, una imparable fuerza de paz.

Animales inocentes, no sospechan que después de todo este tiempo, caerán por una bala de los más numerosos. Quedarán tirados sobre el polvo, mutilados por nuestra avaricia sin vergüenza. Los grandes machos caen primero, de manera que sus colmillos pueden ser transformados en piezas de joyería barata. Entonces caen las hembras, y así los hombres pueden conseguir sus trofeos. Las crías corren gritando del olor de la sangre de su propia madre, pero no consiguen nada con huir de las pistolas. Silenciosamente, sin nadie que les ayude, morirán también, y todos sus huesos se blanquearán en el sol.

En medio de tanta muerte, los elefantes sólo pueden darse por vencidos. Todo lo que tienen que hacer es caer al suelo. Eso es suficiente. No necesitan una bala: la Naturaleza les ha dado la dignidad de echarse y encontrar su descanso. Pero recuerdan su viejo pacto y la promesa que nos hicieron, que es sagrada.

Así continúan marchando los elefantes, y con cada pisada lanzan palabras en el polvo: “Observa, aprende, ama. Observa, aprende, ama” ¿Los puedes oír? Un día, los fantasmas de diez mil señores de las llanuras dirán, “No los odiamos. ¿No lo han visto por fin? Fuimos complacientes a caer, para que ustedes, queridos pequeños, no caigan nunca más.”


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