ASÍ MARCHAN LOS ELEFANTES
Un
hecho curioso sobre los elefantes es este: para poder sobrevivir, no deben caer
al suelo. El resto de los animales pueden tropezar y levantarse de nuevo. Pero
un elefante siempre está de pie, incluso para dormir. Si uno de la manada se
resbala y cae, se queda indefenso. Permanece tumbado sobre su costado,
prisionero de su propio peso. Aunque el resto de los elefantes empujarán
alrededor con angustia e intentarán levantarlo otra vez, normalmente no hay
mucho que puedan hacer. Con una respiración lenta y pesada, el elefante caído
muere. El resto le velan, y entonces se van lentamente.
Esto
es lo que aprendí de los libros de naturaleza, pero me pregunto si estarán
bien. ¿No habrá otra razón por la que los elefantes no puedan caerse? Quizá han
decidido no hacerlo. No caer es su misión. Como el más sabio y paciente de los
animales, hicieron un pacto - imagino que fue hace mucho tiempo, cuando la edad
de hielo estaba terminando. Moviéndose en grandes manadas a través de la
superficie de la tierra, los elefantes primero divisaron a hombres enanos
rondando por las altas hierbas con sus lanzas de piedra. “Cuánto miedo y rabia
tiene esta criatura” pensaban los elefantes. “Pero va a heredar la tierra.
Somos lo suficientemente sabios para verlo. Vamos a establecer un ejemplo para
él.”
Entonces
los elefantes pusieron sus grisáceas cabezas juntas y meditaron. ¿Qué tipo de
ejemplo podrían enseñarle al hombre? Podrían demostrarle que su poder era mucho
mayor que el suyo, cosa que era totalmente cierta. Podrían manifestar su rabia
delante de él, cosa que era lo suficientemente terrible como para desarraigar
bosques enteros. O podrían llenar al hombre de pánico, pisoteando sus campos y
aplastando sus cabañas.
En
momentos de gran frustración, los elefantes salvajes harían todas esas cosas,
pero como un grupo, poniendo sus cabezas juntas, decidieron que el hombre
aprendería mejor de un mensaje más amable.
“Vamos
a demostrarle nuestra reverencia por la vida” dijeron. Y desde ese día, los
elefantes han sido criaturas silenciosas, pacientes, pacíficas. Le permiten al
hombre que los monten y los aprovechen como esclavos. Permiten que los niños se
rían de sus acrobacias en el circo, exiliados de las grandes llanuras africanas
donde una vez vivieron como señores.
Pero
el mensaje más importante de los elefantes es su movimiento. Ellos saben que la
vida es moverse. Amanecer tras amanecer, año tras año, las manadas marchan, una
gran masa de vida que nunca cae, una imparable fuerza de paz.
Animales
inocentes, no sospechan que después de todo este tiempo, caerán por una bala de
los más numerosos. Quedarán tirados sobre el polvo, mutilados por nuestra
avaricia sin vergüenza. Los grandes machos caen primero, de manera que sus
colmillos pueden ser transformados en piezas de joyería barata. Entonces caen
las hembras, y así los hombres pueden conseguir sus trofeos. Las crías corren
gritando del olor de la sangre de su propia madre, pero no consiguen nada con
huir de las pistolas. Silenciosamente, sin nadie que les ayude, morirán
también, y todos sus huesos se blanquearán en el sol.
En
medio de tanta muerte, los elefantes sólo pueden darse por vencidos. Todo lo
que tienen que hacer es caer al suelo. Eso es suficiente. No necesitan una
bala: la Naturaleza les ha dado la dignidad de echarse y encontrar su descanso.
Pero recuerdan su viejo pacto y la promesa que nos hicieron, que es sagrada.
Así
continúan marchando los elefantes, y con cada pisada lanzan palabras en el
polvo: “Observa, aprende, ama. Observa, aprende, ama” ¿Los puedes oír? Un día,
los fantasmas de diez mil señores de las llanuras dirán, “No los odiamos. ¿No
lo han visto por fin? Fuimos complacientes a caer, para que ustedes, queridos
pequeños, no caigan nunca más.”
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