Michael
Thomas y Michael Jackson murieron con dos meses de diferencia. Michael Tomas
murió el 25 de agosto de 2009. Antes de su repentina partida compartió sus
recuerdos de cuando trabajó como maquillador en la película The Wiz.
“Cada
mañana comenzaba el maquillaje de Michael colocándole un gorro para mantener en
su lugar el pelo, todo hecho de pequeñas trenzas. A continuación, le aplicaba
las piezas de espuma de latex: Una pieza en la frente, dos piezas en las
mejillas, una pieza en la nariz (que supuestamente debía parecerse al
envoltorio de unas Reese’s peanut butter cups –galletas de mantequilla de maní), una pieza en el mentón y un cuello arrugado. Esto lo hacía por la
mañana y debía mantenerse así durante todo el día.
Como
el Espantapájaros era como un personaje de dibujos animados, Michael hacía
muchos gestos faciales exagerados para darle vida. Esos ejercicios faciales se
veían geniales, pero aflojaban las piezas, de manera que tenía que volver a
pegarlas y a repintar el maquillaje. Para retirarlo al final del día, me
colocaba detrás de Michael, levantaba la parte trasera del gorro y lo iba
retirando hacia arriba. Normalmente solía salir de una sola pieza.
Entonces
me escondía detrás de su silla para que no me viera a través del espejo, ponía
el gorro (que parecía una máscara espeluznante en ese momento) en mi mano,
lentamente la levantaba por detrás de su cabeza y lo zarandeaba, diciendo al
mismo tiempo: “OOODLE-OOODLE-DOOODLE-DE-OOOOHHH!!” y él se reía como un loco,
como si fuera una de las cosas más divertidas que había visto nunca. Yo
disfrutaba de verdad con su sentido del humor infantil, con cualquier tontería
que hacía o decía le hacía reír con ganas. Después le retiraba el resto del
maquillaje, junto con el pegamento y los adhesivos que llevaba. Nos íbamos a
casa y listos para un nuevo día de rodaje.
Un
día mientras hablábamos, le dije a Michael que cuando era pequeño aprendí a
dibujar yo solo, lo que se convirtió en el comienzo de mi profesión como
maquillador. Me pidió un ejemplo y dibujé un boceto de Frankenstein. Le gustó.
Me dijo que él y sus hermanos solían jugar a un juego que consistía en que uno
de ellos dibujaba unas líneas abstractas y le pedía a uno de los hermanos que
dibujara algo concreto, un coche de bomberos, un árbol… y el otro debía
completar el dibujo en un tiempo determinado.
Cuando
jugaba a esto con Michael trataba de burlarme y le dibujaba unas cuantas curvas
que no sugerían para nada a un gato. De modo que le decía: “Adelante, pinta un
gato con estas líneas!” Y en 30 segundos había dibujado un gato, no como yo lo
habría hecho, de pie sobre las cuatro patas, sino un gatito curvado dormido.
Después
me dibujó un par de bocetos que me quedé con su permiso. Uno de ellos era la
cara de un hombre, bastante impresionista y con extrañas similitudes con su
propia cara tiempo después.
Le
pedí a Michael que viniera a cenar a casa una noche. Lo mantuvimos en secreto
porque ya por entonces, con 19 años, era muy conocido. Así que llegó a casa con
su guardaespaldas Spence. Teníamos pollo asado para cenar y, a petición de
Michael, Stove Top Stuffing (una mezcla de cereales preparados como
guarnición), a los cuales les llamaban en Gary, Indiana, el “aderezo”. Cuando
comía, lo hacía a fondo: tenía comida en la cara, en la mesa, en la ropa. Era
muy apasionado con todas las cosas que hacía y supongo que comer era una de
esas cosas.
Lo
pasamos muy bien aquella noche. Como toco un poco la guitarra, le estuve
enseñando a tocar unos acordes con mi guitarra acústica. Él siempre había
admirado a la gente que podía tocar algún instrumento musical y fantaseaba a
menudo con ser el guitarrista de una banda de rock and roll.
De
manera que conocí un poco al gran Michael Jackson. Me dijo una vez que
cualquier cosa que estuviera haciendo –trabajar en una película, en un disco,
actuando en el escenario- esa era la cosa más importante de su vida mientras la
estaba haciendo. Y realmente lo demostró. No importa qué estuviera haciendo, su
talento hablaba –y cantaba y bailaba- por sí mismo.
Michael
fue una persona muy especial cuya vida fue una combinación de extremos.
Disfrutaba con las cosas normales y sencillas, pero también se ganó el
pertenecer a un muy exclusivo club. Su talento, atemperado a base de disciplina
a lo largo de su vida, alcanzó a los corazones de innumerables admiradores y
cambió la forma de la música para siempre. Se le negó una infancia; creo que
pasó el resto de su vida adulta intentando revivirla. Era un niño grande.”
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