Michael Bush diseñador personal de Michael Jackson se ha presentado en Madrid con su libro «The King of Style: Dressing Michael Jackson» en donde cuenta sus experiencias con el Rey del Pop.
Para un diseñador de vestuario, trabajar para la superestrella más
gigantesca de la historia del pop durante veinticinco años tiene que ser lo
más. Ese es el destino que le tocó vivir a Michael Bush, responsable de
la estética de un personaje idolatrado, controvertido, con tantos claroscuros
que llegaron a lo cutáneo, pero que permanecerá en la memoria colectiva como el
grandioso artista que fue.
«Ninguno ha sido ni será tan grande. Ni Madonna, ni Justin Bieber, ni Lady Gaga», proclamó Bush en su visita al Hard Rock Café
de Madrid, donde presentó su libro «The King of Style: Dressing Michael
Jackson», en el que detalla anécdotas, métodos creativos y un sinfín de
imágenes con los trajes más legendarios de la carrera de Jackson.
«Él siempre se involucraba al cien por cien y se mostraba muy interesado
por cada mínimo detalle», explica el diseñador, vestido con jeans y una
esperpéntica chaqueta brillante con la cara de Jackson estampada. «Cuando estaba trabajando en el
estudio era completamente inaccesible, era como: «Dejadme en paz, estoy
grabando», pero cuando preparaba una gira podía pasarse horas hablando de qué
era lo mejor para cada concierto.
A veces yo viajaba a las ciudades en las que iba a actuar, hacía
fotos a la gente por la calle, y luego las colocábamos en una pared para verlas
en conjunto y diseñar algo específico para esa actuación. Por ejemplo, si iba a
venir a España pensaba en vuestra personalidad pasional y buscaba colores
brillantes y fuertes. Quería ser el líder del pop en cuanto a marcar
tendencia, a adelantarse a los demás, a liderar la evolución de la estética pop
hacia el siguiente nivel. Lo que teníamos preparado para sus actuaciones en Londres
era increíble».
Bush se convirtió en un gran amigo del cantante y asegura que su
experiencia con él «puede resumirse en veinticinco años de carcajadas, no
parábamos de reír. Fue una bendición conocerle, me enseñó a amar la vida,
igual que a millones de personas, por eso todos somos Michael Jackson aunque no lo sepamos. Él comprendió
que todos somos únicos, que cada persona tiene algo especial, y obraba en
consecuencia. Sin duda, dio mucho más de lo que recibió».
Como miembro del círculo más íntimo de la estrella y conocedor
de sus inquietudes, apunta un detalle que quizá dé pistas sobre las razones de
esas obsesiones farmacológicas para poder mantener el ritmo, que quizá
dibujaron la tragedia: «Michael era extremadamente sensible y tímido,
pero sentía que Dios le había puesto en este planeta para entretener a la
gente, y esa tarea era sagrada para él. No podía permitirse a sí mismo
decepcionar a sus fans jamás. Tenía que ser el mejor».
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