King!

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lunes, 22 de diciembre de 2014

Su peor crítico / Your worst critic

Retomamos el libro El Rey Del Estilo. Y es que cada capítulo es mucho mejor que el siguiente (en realidad todos son buenos), ya que cada contenido nos permite conocer un poco más a Michael Jackson en cuanto a su “estilo único” y saber cómo con un idea se iban creando paso a paso sus fantásticos trajes y por supuesto únicas chaquetas.



SU PEOR CRÍTICO

De vuelta al hotel le ayudaba a quitarse las ropas empapadas de sudor y veía su proceso de relajación que siempre incluía un baño. Mientras tanto, yo revisaba cuidadosamente la masiva cantidad de regalos que recibía de los fans y comerciantes. Ositos de peluches, cajas de champán, montones de cuadros al óleo y estatuas. Incluso recibió un traje de torero en España. Si estaba de buen humor, incluso charlaba conmigo un poco a través de la puerta: “Bush, ¿has podido ver algunos museos? ¿Pudiste ver a tus amigos?”. Siempre quería asegurarse de que lo pasaba bien.



Después del baño, se ponía su pijama de algodón, comprado en almacenes o confeccionado por Dennis y por mí, y el chef traía la comida, que no sé la comía porque era el peor comedor de la tierra. La adrenalina le volvía loco y por eso no tenía apetito. Poníamos la grabación de show que acababa de terminar y Michael empezaba a revisarla, notando casi inmediatamente hasta el más mínimo detalle de imperfección: “¿Qué ha pasado? Las luces no están totalmente correctas. ¿Qué pasó allí? ¿Qué hice mal? ¿Por qué hace eso la ropa?

En uno de su primer concierto de Tokio, durante el Bad Tour, Michael escuchó un sonido de rasgueo durante “Billie Jean”. “Escucha ese sonido” dijo presionando el botón de rebobinado. “¿De dónde viene?”. Y lo escuché yo también. Arañando. Tenía puesto el guante y el micro entonces era de mano, de modo que debían ser las lentejuelas del guante rozando el micrófono. Decidí eliminar las lentejuelas de la palma de la mano entonces. Michael siempre quería lo mejor, pero para que el concierto resultara perfecto, podía sacrificarse. Desde entonces hubo dos guantes Billie Jean: uno para las actuaciones con lentejuelas por un solo lado, y otro para las fotos, completo.

“Tienes que arreglar esto, o esto o aquello…”, así sonaba Michael, como un disco rayado, después de ver la grabación de cada concierto, pensativo y al mando, con su habitual y calmado tono de voz. Y yo no era el único implicado. “El guitarrista debería estar dos pasos detrás de mí”. “Mira, tengo el palo de la guitarra detrás de mi cabeza. Tiene que apartarse. Ese es mi foco”. Así de visual era Michael. Todo tenía que ser perfecto. Ese era uno de sus mayores demonios.

Las lentejuelas debían ser distribuidas de manera uniforme por ambos lados de la ropa de Michael. Cuando giraba, lo hacía tan fuerte que si una manga era más pesada que la otra, podía desequilibrarse, resultando un giro imperfecto. Y la imperfección no era algo aceptable para Michael.

Además, había que aprender a vestirle en la oscuridad. Antes del Dangerous tour, terminaba su canción y durante los aplausos se cambiaba de ropa detrás del escenario. A diferencia de otros artistas, no quería música mientras tanto. Solo dejaba que los aplausos continuaran hasta que terminaba el cambio. Si el ritmo le llevaba al centro del escenario y tenía que salir corriendo para cambiarse, perdíamos valiosos segundos que parecían minutos y horas.

Pero durante el Dangerous Tour pensó en ello y me dijo: “Espera un momento, cuando estoy cambiándome de ropa me pierdo lo que está pasando ahí fuera con el público. Bush, tienes que salir y cambiarme de ropa afuera”.

“Michael, tengo una buena cara para la radio, pero no soy una persona de escenario”, protesté.
Él no se rió. “Bush, si te llevo fuera y yo estoy bajo los focos y tú en la oscuridad, no te verán. Después sales corriendo. ¡Pof! Me he cambiado y es magia”.

De modo que en la siguiente ocasión me encontré en el perímetro del foco cambiando de chaqueta a Michael en el Medley de Motown. Mientras estuviera en la oscuridad, pensaba que todo iría bien. Tengo pánico escénico desde que puedo recordar y hablar en público no es mi fuerte, pero no había tiempo para pensar en ello.
Tenía la siguiente chaqueta en mi mano, la toalla en la boca para secarle el sudor y un kit de costura en el bolsillo trasero. Entonces Michael dio un paso fuera del foco y dijo: “Señoras y señores, ¡Michael Bush!”, y casi se tira al suelo doblado por la risa.



Yo no estaba feliz después del show y cuanto más evitaba su conversación, más se divertía él, hasta que se convirtió en algo más que una broma y decidió: “Ahora formas parte de mi show, Bush”. Porque para Michael, cambiarse de ropa podía ser un show. Tenía su forma de ponerse una chaqueta. Extendía sus brazos tensos hacia el suelo y ligeramente detrás de él, con la espalda arqueada, y la barbilla levantada. Tenía esa magia de actuar solo para ti, incluso mientras se cambiaba de chaqueta.

Pero incluso con los focos, yo quedaba fuera de ellos, de modo que tenía que manejar las ropas y ingeniarmelas para verlas en la oscuridad. El mejor modo de hacerlo era coser el interior con hilo blanco, de modo que todo lo que Michael tenía que hacer era poner sus brazos detrás de él y toda la chaqueta brillaba.

Luego estaba el asunto de las cremalleras en la oscuridad. Añadimos una lengüeta de piel a cada cremallera. A Michael le gustaban porque se movían cuando caminaba. Nos pidió añadírselas también a sus ropas de calle.

Michael tenía que cambiarse una vez de pantalones durante sus shows. Empezaba con los negros elásticos pero a la mitad necesitaba ponerse los sueltos para Billie Jean y sus calcetines de lentejuelas. A veces poníamos una cinta dorada o blanca de velcro en el lateral de los pantalones Billie Jean, que se podía retirar y hacer parecer como si llevara un tercer par de pantalones en lugar de dos durante el show.


Continuará el viernes...
 

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