Hoy quiero compartir con ustedes una hermosa y un tanto melancólica historia contada por una fan que relata como conocio a Michael y su encuentro con él, ella como muchos otros afortunados demuestra que los sueños si se hacen realidad teniendo mucha fé aunque conocer a Mike ya no es parte de nuestros tantos sueños nos queda el consuelo de que lo conocimos de una u otra manera, la saque del foro MJ's HideOut - Libro traducido IT'S ALL ABOUT L.O.V.E. - Historias de los fans. 
"Conocer a Michael – Cómo un  solo día ha cambiado mi vida"
Por Silke Milpauer, Alemania
 
Todo comenzó con una bonita voz saliendo de la radio. Mi corazón empezó 
inmediatamente a latir muy deprisa como si nunca antes hubiera escuchado
 algo así en mi vida. Sobrecogida, escuché la maravillosa melodía. Para 
mí, era como si un ángel estuviera cantando. Por eso me sorprendí aún 
más cuando el presentador anunció que habíamos estado escuchando la 
nueva canción de Michael Jackson “Heal the World”, de su nuevo álbum 
Dangerous.
 
Mi cerebro empezó a trabajar inmediatamente: Michael Jackson -¿no era 
ese el maniático chico que dormía en una cámara de oxígeno y tenía un 
chimpancé por mascota? Leía constantemente en la prensa sobre su extraño
 modo de vida y entendía que parecía vivir en una torre de marfil en 
lugar de en el mundo real. Pero si ese era efectivamente el caso, ¿por 
qué este hombre canta con tanta emoción e intensidad sobre curar el 
mundo? ¿Podría ser dicha persona indiferente a nuestro mundo y a otros 
sufrimientos de la gente? Pero ahí estaba, Michael Jackson, cantando con
 todo su corazón tratando de extender su mensaje.  De modo que podía ser
 –un pensamiento audaz, realmente- podía ser que la imagen que 
transmitían los medios al público en general fuera verdaderamente 
errónea y no correspondiera a la verdad?
 
¿Había sido manipulada? No podía sacar este pensamiento ni su voz de mi 
mente. Ese mismo día fui a una tienda y compré “Dangerous”. Todavía 
recuerdo lo nerviosa que estaba cuando puse la cinta en el casette 
–imaginen que ni siquiera tenía mi propio casette hasta entonces- y 
presioné el botón de comienzo. También recuerdo el dolor de cabeza que 
me dio mientras lo escuchaba. Pero tenía que darle una oportunidad! 
Después de todo, nunca antes había estado realmente interesada en la 
música y tenía que acostumbrarme al estilo de Michael.
 
Les digo algo: Estoy tan contenta de no haber apagado el casette después
 de Jam! Mientras que algunas canciones me dieron un serio dolor de 
cabeza después de haberlas escuchado por primera vez, otras fueron una 
revelación. Pero después de escuchar “Dangerous” una y otra vez mientras
 leía las letras al mismo tiempo, me di cuenta de que me iba gustando 
más este álbum. Mucho. El libreto me informó de que Michael escribió 
todas las letras él mismo y básicamente, yo estaba bastante 
impresionada. Enseguida adquirí un gusto por Michael y por su música. 
Pronto, tuve mis propios álbumes, leía revistas de fans (como la popular
 Black & White), la autobiografía de Michael, Moonwalk y sobre todo,
 Dancing the Dream, que me ha encantado desde entonces.
 
Durante una estancia en Estados Unidos en el verano de 1993, descubrí la
 biografía de Taraborelli, La Magia y la Locura, y la devoré por 
completo en solo tres días. Entre otra información, me decía la 
localización del rancho de Michael, y después de tener que rogar a mis 
padres para que me llevaran allí, finalmente lo hicieron. Siempre estaré
 agradecida por la maravillosa experiencia de poder estar a las puertas 
de Neverland y estar tan cerca de Michael. Bueno, cuando pregunté si 
Michael Jackson vivía allí (por cierto, gran pregunta, eh?), el amistoso
 guardia de seguridad solo nos dijo que no le estaba permitido decirlo, 
pero que deberíamos tomar tantas fotos como quisiéramos y “ser felices”!
 y lo fuimos!
 
De modo que básicamente, en un par de meses y debido a mi intensa 
investigación del “hombre detrás de la máscara”, mi previa, mediatizada,
 distorsionada y falsa imagen de Michael Jackson había cambiado 
bastante. Empecé a pensar en él como Michael, o incluso como Mike. Ahora
 pensaba que tenía que ser un ser humano muy sensible y tímido, quien 
desinteresadamente –e incluso hasta el punto de olvidarse de sí mismo- 
se dedicó a preocuparse por las necesidades de los demás –por encima de 
todo, por supuesto, a las necesidades de los niños. Pensaba en él como 
en una persona amable que ha sufrido y que ha sido herido e 
incomprendido hasta un extremo tan alarmante que sintió necesario 
levantar un muro inmenso alrededor de su alma. Pensaba en él como en 
alguien que vive al margen de la sociedad, un ermitaño de quien se han 
reído a menudo y a quien han llamado demasiado a menudo “wacko jacko” a 
la cara.
 
Dejemos a un lado a Michael (de momento) y déjenme hablar un poco de mí 
misma. Tenía 14 años cuando “descubrí” a Michael por primera vez en 1991
 y una adolescente bastante introvertida a la que fastidiaban muy a 
menudo por ser tan tímida.  No me gustaba hablar  de chicos –un 
pasatiempo favorito normalmente para las chicas de esa edad – ni salir 
con otros chicos de mi edad. En su lugar, prefería la compañía de mis 
libros. Siempre he amado los libros y podía desaparecer dentro de esos 
mundos de fantasía que me ofrecían durante horas. A ese respecto, 
Michael era alguien con quien podía identificarme e incluso imaginaba 
que sabía cómo se tenía que sentir. Conectaba con él muy bien.
 
De todas formas, su música y sus mensajes significaban mucho para mí y 
siempre me apoyaron durante esos momentos difíciles de mi vida. E 
incluso había más aspectos positivos, como que mi inglés empezó a 
mejorar. Bueno, eso  no era sorprendente, considerando la cantidad de 
tiempo que pasé traduciendo canciones, letras y entrevistas, llevada por
 el deseo de comprender lo que él tenía que decir. Frecuentemente, 
Michael hablaba del poder de los sueños. La idea de “desear una 
estrella” tenía un significado especial para él, y pronto también lo 
tendría para mí.
 
Mi deseo de conocer a Michael y hablar con él se hizo más y más grande 
con el paso de los días. Para entonces, el otoño de 1993 había llegado 
–y no era un buen momento para Michael, eufemísticamente hablando. Era 
también una pesadilla infernal para sus devotos fans. No podía creer lo 
que estaba pasando y lo angustiada que estaba todo el tiempo. Atención, 
no porque considerase siquiera por una milésima de segundo que esas 
absurdas acusaciones podían ser verdad, sino porque estaba profundamente
 preocupada por Michael y por los efectos que eso podía tener en su 
tierna alma. ¿Cómo puede alguien utilizar su buen corazón y su amor por 
los niños como un arma contra él?
 
No pude entender eso, sin embargo, no pudieron encontrar un arma mejor para herirle profundamente.
Por entonces había descubierto una estrella particularmente brillante en
 el cielo, que siempre conseguía encontrar. Igual que Michael en 
“Moonwalker”, me centré en esta estrella cada mañana y rezaba muy 
intensamente: “Por favor Señor, haz que Michael salga de esto  sano y 
salvo y bien.” Y además, un poco egoístamente: “déjame conocer a Michael
 y hablar con él!”Ese era mi ritual matutino durante algunas semanas. Mi
 mejor amiga por entonces se había enamorado de un luchador conocido y 
las dos nos imaginábamos  lo que sería conocer a nuestros “amores”. 
“Solo tenemos que creer en ello al 100%, y sucederá”; Le decía una y 
otra vez.
 
Y, de hecho, sucedió: el 3 de diciembre de 1993, llegó una carta  de 
“Bravo”, una popular revista juvenil alemana. Ellos habían apoyado a 
Michael y estuvieron a su lado  durante sus momentos más difíciles, de 
tal manera que tenían buenas conexiones. Me dijeron que había ganado un 
encuentro con Michael y podía presentarle el premio que había ganado en 
la categoría de “mejor cantante de 1993”. ¿Y adivinen qué? Tres semanas 
después, mi mejor amiga recibió una carta similar, diciéndole que había 
ganado un encuentro con la estrella. De entre 80.000 participantes, 
habían extraído mi nombre y también  el suyo de entre varios miles. Así 
que ambas, las mejores amigas desde hacía muchos años, de la misma 
ciudad y viviendo a tan solo dos calles la una de la otra, ¡habíamos 
ganado!  ¿Se puede creer eso? ¿Cómo pudo ser eso una coincidencia? Desde
 ese día, creo puntualmente en los milagros.
 
Un largo, difícil y exhausto tiempo de espera comenzaba. A veces, todo 
me parecía un sueño, algo que solo estaba en mi mente. ¿Me lo había 
imaginado todo? Pero no, una llamada del periodista Alex Gernandt  me 
sacó  de mi sufrimiento más de un año después: me dijo que el encuentro 
tendría lugar en pocos días. En Chicago -¿tenía pasaporte? 
Afortunadamente, lo tenía. Mi alegría era enorme, pero por otra parte 
estaba bastante asustada: ¿Qué pasaba si Michael fuera totalmente 
diferente a como había imaginado que sería? ¿Y si no podía decir ni una 
sola palabra? Y, para poner las cosas peor, ¡tenía que comunicarme en un
 idioma extranjero! No me malinterpreten, me encanta el inglés y ya 
tenía un buen dominio del mismo por entonces, pero a pesar de todo: en 
algunas situaciones extremas, hay veces en que te equivocas en tu propia
 lengua… ¿y no sería vergonzoso si eso me pasara a mí?
 
Pero lo primero es lo primero. Antes de poder pensar en conocer a 
Michael, tenía que cumplir una serie de formalidades. Mis padres tenían 
que informar a la escuela y rellenar una solicitud para que me excusaran
 de las clases por una semana. Nadie lo entendía. Mi profesora de 
francés, por ejemplo, reaccionó como si la hubiera insultado 
personalmente: “Si conocer a Michael Jackson es más importante para ella
 que su examen de francés, bueno, ella sabrá…”, decía suspirando 
dramáticamente en mi ausencia. Sin embargo, no me importaba lo más 
mínimo. Todo lo que me importaba era que iba conocer a Michael, aunque 
admito que era un poco surrealista, sentada junto a Alex en clase 
business, bebiendo sorbos de champán y haciendo un test de una revista 
titulado “¿Qué harías si conocieras a Michael?” mientras el avión volaba
 sobre el Atlántico. Incluso más surrealista era la cara del pobre chico
 del aeropuerto, que me preguntó por las razones  de mi visita a los 
Estados Unidos. Al principio, simplemente le dije: “por placer”. Pero él
 no estaba lo suficientemente contento con esa respuesta, insistiendo en
 más detalles. Así que contesté: “Para conocer a Michael Jackson.” Su 
cara me dijo plenamente que pensaba que yo era una lunática, sin 
embargo, me dejó pasar.
 
El siguiente par de días fueron un sueño perfecto. De hecho, me sentía 
como Cenicienta en el caro y lujoso hotel –el mismo hotel en que Michael
 vivía, por cierto. Además de hacer un poco de turismo, conocimos a 
mucha gente del entorno de Michael: Adrian Grant, por ejemplo, quien fue
 genial (incluso aunque no fuera amable de su parte mencionar la 
película “Speed” mientras subíamos por el ascensor). Pasamos mucho 
tiempo con Bob Jones, por quien sentí de inmediato un absoluto desagrado
 y que observaba hasta mi más mínimo movimiento de cerca. Supongo que 
trataba de anticipar mis reacciones a Michael, si me desmayaría o 
gritaría histéricamente cuando le viera. 
 
De hecho, me había prometido a mí misma que no haría ni lo uno ni lo 
otro, porque no encuentro nada más perturbador que los fans que gritan 
con todas sus ganas cuando ponen los ojos en Michael u olvidan toda su 
dignidad (la suya y la de Michael!) o incluso le tocan sin permiso.
 
Siendo una persona muy empática, siempre me pregunté cómo se tenía que 
sentir Michael en esas situaciones. Por supuesto comprendía bastante 
bien los motivos para tales acciones y las emociones detrás de ellas. 
Pero incluso aunque Michael nos pareciera tan familiar, nosotros éramos 
extraños para él. ¿Y quién disfrutaba siendo tocado, mirado fijamente y 
recibiendo gritos de extraños? Por eso me prometí a mí misma no perder 
la calma y tratar  a Michael como a cualquier otro ser humano. Ya 
gritaría y chillaría cuando él no pudiera verme ni oírme.
 
Haciendo turismo, comprando y metiendo la cabeza dentro del mundo de 
Michael, me encontré con una enorme cantidad de extraordinarias 
experiencias. Una vez, por ejemplo, el señor Jones nos llevó a cenar a 
uno de los restaurantes favoritos de Michael. Cuando estábamos 
preparados para irnos, el chef se acercó a nuestra mesa, con un regalo 
para Michael: había horneado un pastel de queso y chocolate gigante para
 él y le pidió al señor Jones que se lo diera con los saludos del chef. 
Desde luego, Michael era muy querido allí.
El tiempo pasa volando cuando te estás divirtiendo. Sentir tal 
proximidad a Michael era un sentimiento surrealista. Se “escapó” ayer 
por la noche y salió de compras por el hotel, nos dijo el señor Jones 
lleno de indignación durante el desayuno. Michael se atrevió a hacerlo a
 pesar de que él mismo se lo había prohibido, añadió y sonaba como si 
fuera su dueño. ¿Qué derecho tenía a tratar a Michael como si fuera un 
niño? Me preguntaba mientras me comía mis pancakes. Y lo que encontraba 
más triste todavía era el hecho de que Michael obviamente no tenía otra 
elección que escaparse al amparo de la oscuridad.
 
De acuerdo que la reacción de Jones pudo haber sido provocada por  miedo
 por el bienestar de Michael; después de todo, no era nunca seguro para 
él hacer planes normales, cosas cotidianas, sin estar bien protegido. 
Sin embargo, me dio la impresión de que no era tanto el bienestar de 
Michael lo que predominaba en su mente, sino el dinero.
 
Después todo sucedió muy deprisa: nos pusieron en una minivan, y, al 
estilo de James Bond, comenzó nuestro viaje hacia un destino 
desconocido. Ni siquiera el conductor sabía a dónde nos llevaba e iba 
recibiendo las instrucciones mientras conducía. Y si esto solo no fuera 
suficientemente excitante, no saber si Michael estaría esperándome me 
destrozaba los nervios. No se pueden imaginar lo fuerte y rápido que 
latía mi corazón cuando entré al viejo almacén donde se suponía iba a 
conocer al hombre que lo significaba todo para mí. Era un lugar enorme, 
con viejas máquinas por todas partes. Michael había elegido ese lugar 
con la idea de hacer fotos para su libreto de HIStory, nos dijo el señor
 Jones.
 
En el lado izquierdo de la sala, se había construido un pequeño estudio 
fotográfico: Una pantalla blanca servía de fondo, a su derecha e 
izquierda, se situaron focos para proveer de suficiente luz. Y por 
supuesto estaba la cámara de Jonathan Exley justo detrás de todo. 
Disfruté hablando con él, ¡pero nada podía quitarme el nerviosismo! Y 
nadie podía decir cuándo llegaría Michael. Así que me puse a explorar, 
paseé por una pequeña habitación adyacente y no pude creer lo que vieron
 mis ojos: había dulces por todas partes. De hecho, el mayor buffet que 
había visto nunca –y todo eran dulces. En medio, se colocaron algunos 
juguetes. ¡Era fascinante!
 
Ahora comenzaba la larga espera. Decir que no hacía demasiado calor en 
el edificio habría sido quedarse corto. De vez en cuando sonaba el móvil
 del señor Jones, y  finalmente, perdió la paciencia y salió de compras,
 murmurando cómo se atrevía Michael a hacerle esperar. Salió por un rato
 y cuando volvió, había hecho algunas compras de Navidad. Finalmente, 
todo el mundo empezó a ponerse inquieto. Eran las seis y media de la 
tarde y habían pasado tres horas. “Michael estará pronto aquí” –ese 
susurro llenó de repente el aire y entonces Wayne entró por la puerta y 
se aseguró de que todo estaba bien para Michael. Alex y yo nos 
levantamos de las sillas en el rincón derecho de la sala, mirando 
hipnotizadas fijamente a la puerta. Sentía frio y calor al mismo tiempo y
 temí desmayarme de puro nerviosismo. ¿Era posible sufrir un ataque al 
corazón a los 17?, me lo preguntaba porque mi corazón latía tan fuerte 
como si hubiera participado en una maratón.
 
De repente, un sonido de niños alegres llenó el almacén: algunos niños 
llegaron corriendo  a  la habitación arrojándose caramelos unos a otros.
 Aun siendo fascinante, mi mirada permanecía fija en la puerta por la 
que Michael pasaría solo un momento después. Parecía como si toda la 
atmósfera de la habitación cambiara de inmediato. Fue como si tuviera 
una visión, tan irreal me parecía el hombre que pasó a varios metros de 
mí. Que vistiera pantalones negros, una camisa de franela de cuadros 
rojos, una mascarilla negra y su sombrero; todos esos detalles se me 
escaparon. Mis ojos estaban únicamente  fijos en sus rasgos y en sus 
maravillosos ojos oscuros. Debió sentir mis ojos en él, porque ahora su 
mirada cruzó la distancia entre nosotros y se encontró con la mía, 
mirándome interrogativamente. Avergonzada  por haberme pillado mirándole
 directamente, aparté rápidamente la mirada. Por el rabillo del ojo pude
 ver que las comisuras de su boca hacían un gesto divertido. Mientras 
tanto, posó para varias fotografías. La siguiente vez que le miré, como 
si sintiera de nuevo sus ojos fijos en mí, fue él quien apartó la mirada
 rápidamente. Repetimos este juego una y otra vez.
 
“Ahora”, el señor Jones nos señaló a mí y a Alex y cruzamos la 
habitación en dirección a Michael. Para mí, todo parecía suceder a 
cámara lenta. De pronto, me paré frente a la cámara, directamente frente
 a Michael, que estaba ahora a solo unos  tres metros de de distancia. 
Después, no pude ser capaz de decir cómo vestía Michael. Vi los detalles
 que he descrito antes –que llevaba mascarilla y sombrero, por ejemplo- 
en fotos un par de días después. Pero en ese momento, estaba demasiado 
hipnotizada por sus increíbles ojos oscuros, que hacían un fuerte  
contraste con sus finas y pálidas facciones. Su complexión no parecía 
ser la de una persona de raza blanca, sino más clara aún. Nunca había 
vista nada comparable. Su cara era tan simétrica y suave como la 
porcelana. Sus labios tenían un rojo natural, sin lápiz de labios. Como 
Blancanieves, no pude evitar pensar. Yo le miraba a él y él me estudiaba
 a mí también.
 
Después de que Jonathan tomara algunas fotos, alguien me empujó hacia 
Michael y yo traté de mantener el equilibrio y no tropezar con algunos 
cables. Como si fuera con el piloto automático, crucé los cinco pasos 
que nos separaban todavía y extendí mi mano. Le traté con normalidad, y 
no le miré fijamente, tan difícil como era algo así –ese pensamiento 
seguía rondando mi mente. Asombrada, me di cuenta de que se sobresaltó 
ligeramente cuando me acerqué para darle la mano, y que sus ojos se 
abrieron notablemente. Está asustado, pensé. Estaba tan nervioso como 
yo. El hecho de que él pensara que yo, una chica tímida e inofensiva de 
17 años, pudiera atacarle o herirle a él de alguna manera me impactó 
profundamente. Lo que este chico debió haber experimentado en esta 
mirada… tengo que moverme lentamente, pensé, y hablar tranquilamente y 
con calma. En ese momento, Michael no parecía ser ya Blancanieves, sino 
un tímido cervatillo. Bambi.
 
Antes del encuentro, había practicado un pequeño discurso, ahora hice un
 esfuerzo, saludé a Michael y le di la mano. Él me devolvió el saludo 
amable pero firmemente. En ese momento, pasó algo asombroso: Todos mis 
miedos y nervios desaparecieron en el preciso instante en que me tocó. 
Después de presentarme, Michael contestó quedamente: “Hola, soy 
Michael.” Recuerdo que eso casi me distrajo, pero encontré este gesto 
increíblemente lindo. Para no perder el hilo, expliqué a Michael quién 
era y por qué estaba allí: “Que quería entregarle el “Golden Globo 
Award”, pues los lectores de “Bravo” pensaron claramente que era el que 
más  se lo merecía. Entonces le ofrecí mis felicitaciones y alargué mi 
mano con el premio muy lentamente. Michael cogió el premio con mucho 
cuidado, (que tenía la forma de un pequeño indio, por cierto) y lo 
admiró largamente. “Oh, es muy mono!” exclamó y lo agradeció 
sinceramente. Tuve la impresión de que realmente significaba mucho para 
él. “Lo sé”, contesté y sonreí. “Quería quedármelo para mí, sabes”, 
bromeé y Michael lanzó una carcajada, y se mordió los labios. 
 
No sabía qué hacer, pero me pareció que sinceramente sería la mejor 
solución. Así que admití que era muy tímida y que estaba muy, muy 
nerviosa por todo el mundo alrededor y las cámaras. No quería decirle 
que él era la principal causa de mi nerviosismo, eso habría sido muy 
violento. Michael abrió la boca, claramente sorprendido, y de improviso,
 me vi entre sus brazos. “No tienes que estar nerviosa. Lo lograremos 
juntos”, me susurró dándome palmaditas en el hombro. Como era el momento
 de las fotos, me rodeó con sus brazos. Mientras posábamos para 
Jonathan, me dijo en un susurro que él todavía no estaba acostumbrado  a
 todo eso y que estaba muy nervioso y era muy tímido él también. “Ellos 
siempre están pensando que alguien quiere matarme”, añadió quedamente y 
girando los ojos, con sus mirada ahora fija en sus guardaespaldas, que 
estaban por allí cerca a cargo de los niños.
 
Ahora ya se había roto el hielo y en  los siguientes minutos hablamos el
 uno con el otro. Me había prometido a mí misma que no le preguntaría 
nada personal y no le trataría como cualquier periodista amarillista. 
Por tanto me sentí aliviada de que pareciera interesado en mi vida y me 
preguntara un par de cosas. Le conté algunas cosas sobre mí y mi vida 
cotidiana. Cuando le dije que nuestro encuentro tenía que haberse 
producido en realidad un día antes, pareció incrédulo: “¿Cancelaste tu 
vuelo por MÍ?”, preguntó como si fuera difícil de creer que él era tan 
importante como para justificar una cosa así. Cuando añadí que había 
esperado más de un año para ese día, me miró aun más asombrado. “¿por 
mí?”, repetía. Su humildad era sorprendente.
 
“Ni siquiera sabía que iba a haber este encuentro… me lo dijeron hace 
unas horas tan solo”, me dijo. Después de eso, Michael tenía que posar 
para algunas fotos él solo y yo volví a mi sitio detrás de la cámara, 
disfrutando de ver a Michael en acción. De alguna manera, todo el mundo 
alrededor nuestra desapareció poco a poco hacia la habitación de al lado
 y de repente, me encontré sola con Michael. Yo estaba sorprendida y 
Michael parecía confuso por ello. Pero entonces una risa apareció en su 
cara y me llamó. En el camino hasta la reunión, el señor Jones me había 
dicho que no debía mirar fijamente a la nariz de Michael (¡como si fuera
 a hacerlo!) ni preguntarle nada, ni pedirle un autógrafo. Pero cuando 
estuvimos solos pensé que no le importaría, recobré la calma y lo hice, 
“¿te importaría firmar mi libreto de Dangerous?”, le pregunté 
educadamente y Michael sonrió resplandeciente. “!Por supuesto!” le di el
 libreto y un bolígrafo y él decidió espontáneamente que la piedra ancha
 y alta situada a la derecha del estudio fotográfico podría servirnos 
como sillas. Usó la manga de su camisa para quitar el polvo de la piedra
 y, muy caballeroso, me ofreció asiento. Yo estaba muy impresionada  - 
era tan, tan educado! Agradeciéndoselo, me senté y le observé cómo se 
sentaba a mi lado y pasaba las hojas del libreto buscando una página 
adecuada para firmar. De algún modo, sentía que ya no había distancia 
–ni física ni emocional- entre los dos, y también admití  que pensaba 
que el señor Jones  no era muy simpático y que me daba bastante miedo 
porque parecía muy estricto y dominante. Michael solo rió de un modo 
bastante divertido y me dio palmadas en el hombro diciendo, “no debes 
tener miedo de él. Él es así. Incluso yo le llamo señor después de todo 
este tiempo, ¿te imaginas?”
 
Cuando terminó de escribir la dedicatoria en mi libreto, se levantó y 
cogió mi mano para ayudarme a levantarme. Miré por la habitación donde 
una de las niñas que jugaban llamó mi atención: “Oh, es tan linda!”; 
exclamé y señalé su bonito pelo rizado. “¿Cómo se llama?” Michael siguió
 mi mirada y rompió a reír. “!Es un chico!”; dijo y sentí como mis 
mejillas enrojecían. “Oh, yo… no lo sabía”, balbuceé bastante 
avergonzada. “lo siento!”, me disculpé, y de repente, Michael se puso 
más serio. “Son todos chicos”, dijo, y su voz era… no sé bien cómo 
describirla. ¿Dura con intención, quizás? Yo estaba en silencio, porque 
no sabía qué contestar a esa afirmación. Llena de horror, me di cuenta 
de que los ojos de Michael estaban ahora llenos de lágrimas. Entonces 
susurró: “De verdad quiero a los niños. ¿TÚ me crees?” El modo en que 
enfatizó ese “tú” implicando que mucha gente no le creía, me desgarró el
 corazón. Parecían rondarle los demonios de su pasado y no le dejaban en
 paz. Ahora sabía con absoluta certeza lo que solo había podido imaginar
 antes: Habían herido profundamente a este hombre, le clavaron un puñal 
en su corazón y se lo retorcieron bien. Habían cometido con él una gran 
injusticia…
 
Yo tenía solo 17 años, y él era el hombre que  significaba todo para mí,
 el hombre de quien me sentía más cerca. Estaba perdida sin saber qué 
hacer. Mi primer impulso fue abrazarle fuertemente y reconfortarle, pero
 luché contra él porque asumí que eso sería desagradable para él. 
Tampoco quería destruir la frágil banda de confianza entre nosotros. 
Mirando en retrospectiva, me arrepiento profundamente de no haber 
seguido lo que me dictaba el corazón. Lo que hice fue devolverle su 
inquisitiva mirada y asentir con fuerza, “lo sé, Michael. Lo sé”, 
susurré. Estuve a punto de romper a llorar yo también, y él pareció 
notarlo, sacudió su desesperación y su tristeza y resplandeció de nuevo.
 Para distraernos los dos, me presentó a todos los niños que estaban por
 allí. Eran sus sobrinos, me dijo entre otras cosas.
 
“Michael, tienes que irte. ¡Los niños están esperando!”;  dijo  Bob 
Jones indignantemente, lo repitió varias veces y señaló a la puerta por 
donde los sobrinos de Michael habían salido. El momento temido había 
llegado y aunque no quería separarme de Michael, fui yo quien le alargó 
la mano para estrechar la suya, susurré un adiós, diciéndole que me 
había encantado conocerle y que esperaba que todos sus sueños se 
hicieran realidad. Me volví e intenté echar a andar, pero Michael agarró
 mi mano, me hizo volver, me abrazó entre sus brazos y me dio un beso en
 la mejilla izquierda. Me quedé tan perpleja que no me di cuenta de lo 
que estaba pasando. Así que, desgraciadamente, no me dio tiempo a 
disfrutar del momento realmente. Pasó demasiado rápido. Creo que le 
devolví el beso, pero no sé si Michael me dijo algo a mí o no. Estaba 
como en trance, volví a mi sitio y miré cómo Michael era conducido fuera
 de la habitación.
 
Después de que la puerta se cerrara detrás de Michael, dejé salir todos 
mis sentimientos. Toda la tensión emocional fue liberada. Más tarde, en 
la cena, el señor Jones me preguntó si estaba feliz por haber conocido 
al “Rey del Pop”. ¡Cómo odiaba que la gente se refiriera a Michael 
usando la tercera persona, como si no fuera un ser humano! Mis ojos 
estaban todavía ligeramente enrojecidos cuando le miré: “Estoy contenta 
de haber conocido a Michael”, le contesté y volví a poner mi atención en
 la comida.
 
Después de ese día, en los años siguientes, vi a Michael varias veces, 
continué siguiendo su vida y su carrera. Pero fue ese día el que cambió 
mi vida y el que me ha dado tanto. Mirando hacia atrás,  puedo decir 
que,  sin Michael, nunca me habría convertido en la persona que soy hoy.
 Por eso es por lo que he accedido a escribir mi historia: quería 
compartir mi experiencia, transmitir a los demás qué maravilloso, 
generoso y adorable ser humano fue Michael. Él no es –no era- como la 
gente lo imaginaba, y yo tengo mucho que agradecerle: Sin Michael, nunca
 habría estudiado inglés y nunca habría deseado trabajar con niños y 
jóvenes adultos. Sin él, la tímida joven de entonces  no se habría 
convertido en una mujer segura de sí misma. Hoy día, trabajo como 
lectora en un colegio de Alemania, enseñando inglés y alemán a gente 
joven de entre 16 y 25 años. Entre los jóvenes, Michael es popular como 
nunca antes. Es absolutamente genial ser fan suya. Solo desearía que la 
razón fuera otra distinta…
 
Pero también sé que él está bien ahora, y aunque suene manido, está en 
un lugar mejor. ¡Gracias por todo, Michael! Nunca te olvidaré.
  

 
