King!

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jueves, 22 de octubre de 2015

Algunos extractos de “My Family, The Jacksons” por Katherine Jackson | Excerpts from "My Family, The Jacksons" by Katherine Jackson



Mi experiencia con Marlon Brandon y no me desanime de volver a quedarme embarazada. Al año siguiente, 29 de agosto, me dio a luz a otro hijo.

Recuerdo ese día, porque así se rompió la fuente, mientras que mi vecina Mildred White y yo conducíamos a ver la construcción de la nueva escuela de gramática, la Garnett Primaria.

“¡Oh, Dios mío, Mildred, no puedo sentarme así en tu coche!”, exclamé.

“Chica, no te preocupes por eso”, dijo Mildred, dando media vuelta.

A petición mía Mildred me llevó a casa. Llamé a mi madre y ella y mi padrastro me llevaron al Hospital Mercy.

Poco después llegué allí, empecé a tener contracciones. Más tarde esa noche, nació mi hijo.

“Quiero ponerle nombre”, dijo mi madre. Yo odiaba a su primera sugerencia: Ronald.

“¿Qué tal Roy, entonces?”

“¡Oh, Dios mío, mamá, no!”

Ella pensó por un rato. “¡Ya lo tengo, MICHAEL!”.

“Ese sí”, le dije.

Para entonces, yo estaba acostumbrada a ver a mis bebés nacer con cabezas graciosas, por lo que no me alarme al ver a Michael. Las otras dos cosas que recuerdo de él fue cuando como lo tuve por primera vez en mis brazos,  fueron sus grandes ojos marrones y sus manos largas, que me hiso recordar a mi suegro. 

 En la Foto: Katherine sosteniendo a Michael bebé a la edad de 3 meses

“¡Apuesto a que fui un accidente!” dijo Michael molesto. No estaba planeado, pero después de haber nacido, me decidí a tomarme un tiempo en la maternidad.


Michael y sus hermanas se sentían especialmente cercanos y les encantaba hacerse bromas entre sí. A Michael le gustaba atormentar a La Toya con falsas arañas y tarántulas. Ponía una de esas arañas encima del teléfono de su habitación, la llamaba, y escuchaba sus gritos. Sabiendo cómo de particular era ella con su habitación, disfrutaba entrando al ataque y lanzándose sobre la cama con sus blancas sábanas de satén.

“¡Ya te enseñaré yo a ser más delicado!” le gritaba ella.

Sabiendo lo orgulloso que estaba Michael de trabajar con Lumet, Latoya concibió la broma de su vida.

Un día, poco antes de irse a Nueva York para empezar el rodaje, Michael recibió una llamada en su número privado de "la secretaria de Mr. Lumet", diciéndole que el S. Lumet se encontraba en la ciudad y que pasaría en cinco minutos a recoger a Michael para ir a cenar juntos.

Michael no sabía que hacer primero, estaba sin vestir y su habitación hecha un desastre. Sin embargo, en cinco minutos, se arregló, se puso presentable, y fue corriendo de habitación en habitación anunciando a todos, excitado, “¡El Sr. Lumet viene a llevarme a cenar!”.

Fue a decirle a nuestro personal de seguridad que le avisara de cuando llegara Mr. Lumet. Y esperó. Yo también esperé con él, creyendo que Mr. Lumet vendría.
Finalmente, LaToya confesó: “¡Michael, Mr. Lumet no va a venir a llevarte a cenar, era yo al teléfono!”.

Nunca he visto a Michael tan enfadado. Arrastró a LaToya afuera y la mojó de la cabeza a los pies con la manguera.


Cuando Michael y yo visitamos Disneyworld en un descanso del Victory tour, pude comprobar lo difícil que era para él aparecer en público. Antes de darnos cuenta, ya estábamos rodeados por un mar de gente. Finalmente, los agentes de seguridad del parque tuvieron que sacarnos de allí. Cuando se atrevía a salir, de vez en cuando lo hacía disfrazado. En 1985 tenía ya una colección de disfraces: dentaduras, bigotes, sombreros, gafas y un disfraz de hombre gordo. Un día fui sorprendida en la cocina por un hombre robusto con bigote y sombrero.

“¡¿Qué hace usted aquí?!!”, le pregunté. Pensaba que era un fan que había burlado el servicio de seguridad.

“¡Mamá, no me conoces!!”, gritó una voz familiar. Así fue como conocí el disfraz de gordo.

Sin embargo, a quien no conseguía ocultar su identidad era a los niños, ellos siempre lo reconocían, decía Michael con asombro.


Michael consiguió su licencia de conducir en 1981, con 23 años. Inicialmente no quería aprender. Decía que siempre podía llevarle algún chófer. Pero al final cedió y tomó algunas lecciones. Cuando empezó a conducir se dio cuenta de que le gustaba estar al volante. La primera vez que me llevó a dar una vuelta, se metió por Mullholland Drive, un tortuoso camino en las colinas de Hollywood. Fue una experiencia espeluznante. “Tengo una contractura en el cuello y me duelen los pies.” Dijo La Toya, que también iba en el coche. “Iba frenando con mis pies y dirigiendo el coche con mi cuello tratando de mantener el coche en el camino”, se quejaba después. “Estaba aterrorizada”. También yo lo estaba, Michael conducía rápido. 

Gracias a que insistí, Michael aprendió a conducir a finales de 1981! Ah Sí! y ¡Él era malo y peligroso en el volante!"

Tenía el mismo hábito que yo: conducir rápido y frenar en el último momento. Después, Michael empezó a salir solo. “No deberías salir solo, llévate a Bill Bray contigo” Pero Michael no quería escuchar. “Estoy harto de llevar seguridad cada vez que voy a algún sitio.” Cuando Michael empezó a conducir, nunca iba por autopistas, eran demasiado peligrosas. Así que me sorprendió cuando, un día, me llevó por una. “¿Un momento, qué estás haciendo?”. “¡Ahora ya conduzco por autopistas!”, dijo riéndose. Su primer coche fue un Mercedes. Después se compró un Rolls que pintó de azul. En él iba un día cuando fue parado por un policía. “Este parece un coche robado”, dijo el policía, que no le reconoció porque Michael llevaba un disfraz ese día.
 
Michael le explicó educadamente que él era el dueño del coche. Pero el policía siguió adelante y comprobó que tenía una multa pendiente. La próxima cosa que supo Michael es que estaba en la cárcel de Van Nuys. Bil Bray pagó la fianza. Yo no me enteré hasta que llegó a casa. “¡Deberías haberle preguntado al agente qué aspecto tiene un coche robado!” Le dije mientras me contaba su aventura. Probablemente el agente pensó que un joven negro no encajaba en un Rolls Royce. Pero Michael, lejos de estar enfadado, parecía encantado:
 
“¡He podido comprobar qué se siente estando entre rejas!”


Como un gran amante de los animales que era, Michael pasaba mucho tiempo con ellos. Louis y Lola, las llamas, Prince y Princess, los ciervos, y Winter y Spring, los pavos reales. También tuvo una jirafa, Jabbar, pero los vecinos se quejaban y hubo que sacarla de allí. Un día, Michael estaba comiéndose unas nueces en el patio, cuando una urraca azul llegó y se comió una nuez de su mano. Michael no podía creerlo y corrió a buscar más nueces, se las mostró a la urraca y esta las volvió a coger de su mano. Desde ese día se hicieron amigos y Michael se la enseñaba a sus invitados.


Michael y Los Jóvenes Fans

De entre los jóvenes fans de Michael, algunos de los que le escribían estaban seriamente enfermos. Cuando los invitaba a casa, el día anterior solía llamarles para preguntarles qué querían para comer y qué película querrían ver. No importa lo enfermo que pudiera estar su joven invitado, que Michael se las arreglaba para mantenerse animado y optimista durante la visita. Así de duro podía ser. Pero, a veces, cuando se había marchado, él o ella, se le escapaban las lágrimas que había estado sujetando todo el tiempo. Michael también solía acercarse a saludar a los jóvenes fans que se congregaban a las puertas de nuestra casa. Un día, un guarda de seguridad le trajo una libreta en la que habían escrito 10.000 veces! "Te Quiero, Michael Jackson", en 181 hojas!. Era de una niña a la que Michael invitó conmovido, preguntándole cuanto tiempo había tardado en escribir todo aquello. (72 horas).

-     Relatos de Katherine Jackson en su libro de memorias “My Family, The Jacksons”.



 

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