Michael tenía ya el disco más vendido del mundo
antes de conocerle. Después que hicimos el corto Michael Jackson´s Thriller, su estrellato internacional se convirtió en super-nova. El
extraordinario talento de Mike había capturado la imaginación de todo el mundo
y yo estaba siempre pasmado por su nivel de fama. Michael permanecía tímido y
con su suave voz, pero nunca mostraba miedo frente a una enorme multitud de
enloquecidos fans.
Quizás la única vez en mi vida que de verdad
creí que iba a morir fue en Disney World, en una visita con Michael Jackson. Él
había invitado a mi esposa Deborah, (diseñadora de vestuario de Thriller
y más tarde de Black or White) y a
nuestra hija (que tenía entonces un año de edad) Rachel, a Disney World, para
celebrar el éxito de nuestro cortometraje. Había una atracción en ese momento
en Orlando, cerrada hace mucho tiempo atrás, llamada Circus World. Allí
conocimos a un elefante de solo dos días que tenía el tamaño de un perro grande
y tan adorable como el pequeño Dumbo. Todos pudimos compartir el deleite de
Michael jugando con el pequeño elefante. Fue el momento culminante de nuestro
viaje. La visita se vio dificultada por la gigantesca celebridad de Michael.
Multitud de gente aparecía cada vez que salía por entre el público y casi
siempre estaban gritando histéricamente hasta asustarme, pero Michael nunca
parecía mareado por el ruido o por la aglomeración de gente alrededor. Él sonreía
y saludaba tímidamente mientras el resto de nosotros buscaba frenéticamente un
lugar por donde escapar.
Disney World fue el más grande de los proyectos
de construcción sin gobierno de la historia. Literalmente construido en tierra
pantanosa, la Compañía Disney creó tremendos laberintos a base de túneles que
recorren el subsuelo debajo del parque. A menudo utilizábamos carritos de golf
para recorrer estos asombrosos túneles hasta llegar a puertas secretas en el
parque para subir a una atracción o ver un espectáculo.
Esta
es la historia:
Un día, alguien sugirió que Mike y
yo debíamos tener una fotografía con Mickey Mouse. Como alguien que creció
viendo el Club de Mickey Mouse, yo estaba completamente de acuerdo.
Así que Mike y yo tomamos otro de
esos carritos de golf, recorrimos los túneles subterráneos, salimos por una
puerta secreta y, después de un corto paseo por la superficie, nos encontramos
en esa área de hierba que hay cerca del castillo de Fantasyland, donde un
fotógrafo de Disney y un tipo de seguridad también de Disney (fácil de
reconocer, ellos usan abrigos y corbatas, gafas oscuras y llevan un receptor en
sus oídos, como los hombres del Presidente), estaban esperándonos. Había una
pequeña cadena rodeando la pradera, como esas que hay en los bancos para hacer
cola tras ellas.
Mientras el fotógrafo nos hacía
posar para la foto, empecé a sentir un sonido como un rugido, y me di cuenta de
que era un mar de gente que habían descubierto de alguna manera que Michael
Jackson estaba allí, y nos rodeaban en nuestra pequeña isla de hierba. Y quiero
decir ¡un mar de gente!, gente tan lejos como seas capaz
de ver en todas las direcciones. Y estaban cada vez más excitados viendo a
Michael Jackson. Con gritos de “¡Michael,
te queremos!” comenzaron enseguida a chillar e
incluso a sollozar, mientras que las usualmente tranquilas familias que
paseaban por Disney World se transformaban en una delirante masa de varios
miles de extasiados fans.
Michael estaba simplemente
sonriendo y saludando, pero yo estaba pensando en el libro de Nathaniel West, El día de la Langosta, (Aclaración: Se refiere a la
plaga de la langosta; pasaje bíblico del Antiguo Testamento).
“¡Van a comernos!” Justo entonces, una apagada voz saliendo del interior
de la cabeza de Mickey Mouse dijo: “¡Santo
Cielo!”, y pude ver al tipo de seguridad
hablando frenéticamente a su pequeño walkie talkie. Si Mickey Mouse estaba
muerto de pánico ¡entonces sabía que teníamos un problema!
Mientras la multitud rompía las
pequeñas barreras de seguridad y Mickey Mouse y yo estábamos pensando “Vamos a morir en Fantasyland, aplastados por un
ejército de enloquecidos fans de Michael Jackson”, un Cadillac limusina apareció mágicamente delante de
nosotros. El tipo de seguridad estaba agarrándonos a Michael, a Mickey y a mí
y, literalmente, nos arrojó dentro de la “limo”. La masa de gente avanzó en
oleadas y barrió el coche como el mar estrellándose contra las rocas. Caras y
manos apretadas contra todas las ventanillas y ahora mis miedos se convirtieron
en: “Oh, Dios mío, ¡espero que nadie
resulte herido!”. De
alguna manera, nos sacaron de allí y nos pusieron a salvo sin que nadie
resultara herido, que yo sepa.
Lo que mejor recuerdo de toda
aquella aventura fue que mientras el tipo de seguridad, Mickey y yo estábamos
aterrorizados, Michael estaba tranquilo y sonriendo, saludando a la gente. Años
después, Michael aún se reía de mí por “estar aterrorizado”. “Ellos solo querían verme. No pasaba nada”, decía. Y se echaba a reír.
Ese es el recuerdo que atesoraré de
Michael: Sonriendo y saludando, tranquilo y sereno en medio de la tormenta.
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