miércoles, 18 de febrero de 2015

Michael Jackson y Madonna



No es un secreto entre fans y no fans que Michael y Madonna tuvieron una “amistad” por decirlo de alguna manera. Aquí les dejo un extracto de la biografía de Madonna no autorizada y escrita por J. Randy Taraborrelli, sí el mismo que escribió la “biografía” de Michael en este capítulo habla de la relación entre MJ y Madonna. Esto es para aquellos que todavía no han leído está historia ya conocida y para los que la han leído pues a recordar ;)

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Michael Jackson

El 25 de marzo de 1991, Madonna tenía previsto interpretar "Sooner Or Later", la canción escrita por Stephen Sondheim para Dick Tracy y nominada al Oscar, en la ceremonia de entrega de los premios de la Academia. Sin embargo, se enfrentaba a un dilema: ¿quién la acompañaría al acto? ¿Quién causaría más sensación entre los medios de comunicación? Para Madonna, cuando se trataba de aparecer en público con una pareja, la elección se basaba siempre en el "sensacionalismo", no en el hecho de pasar un buen rato con alguien. De todos modos, no tenía a nadie en su vida. Se encontraba en una etapa entre hombres y, después de la discreta pero intensa relación con Tony Ward, su grado de exigencia había aumentado.

- ¿Cuál es la última persona del planeta con quien esperan verme? -preguntó a su representante, Freddy DeMann.

- ¿Prince? -insinuó él.

- No -respondió ella -. Ahora le detesto.

- ¿Qué tal Warren?

- No -dijo otra vez -. También le odio.

- ¿Tony Ward?

- Tampoco.

- ¿Qué tal Michael Jackson? -exclamó Madonna entonces.

- ¡Oh, Dios mío, qué gran idea! ¿No te gusta?

Freddy DeMann estuvo de acuerdo en que semejante emparejamiento resultaría "sorprendente", sobre todo porque Jackson acababa de firmar el contrato discográfico más importante de la historia con CBS Records, por un importante potencial de 1.000 millones de dólares.

- Quizás él pueda enseñarme cómo ganar dinero -bromeó Madonna-. Y quizás yo pueda enseñarle cómo gastarlo.

Puesto que antaño había representado a Jackson, DeMann sólo necesitó hacer unas cuantas llamadas para concertar una "cita" entre su antiguo cliente y su clienta actual, dos de los ídolos de la música pop más brillante y controvertida de América. Quedaron para cenar en el restaurante Ivy, en Beverly Hills, una semana antes de la entrega de los Oscar. Pero, la noche de la cita, Madonna estuvo a punto de olvidarse. Tenía un mal día. Freddy le había mandado a casa, como regalo, una talla de un metro de altura que representaba... a Madonna.
“¿Por qué habría hecho esto? -se preguntó Madonna, rascándose la cabeza-. Da miedo. Mírala”, dijo a los amigos que estaban con ella cuando llegó el paquete. La estatua, tallada en madera de teca y muy parecida a Madonna, sonriendo afectadamente, se encontraba en el suelo.Tengo miedo de que, cuando vaya a acostarme, me ataque con un cuchillo”, comentó, y no lo decía en broma. Resolvió devolver la talla a su representante.

Una hora antes de recoger a Michael (él dijo que conduciría pero, según Jackson, ella repuso: “¿Estás loco? ¡Yo conduciré!”), Madonna todavía llevaba puesta su bata de seda rosa, tomaba un tentempié y veía un reportaje sobre ella en un programa sensacionalista de televisión. Según una amiga que se encontraba a su lado en ese momento, mientras veía el espacio dijo:
“Fíjate en ese reportaje sobre mi separación de Warren [Beatty]. Todo es verdad. ¡Todo lo que han dicho es verdad, joder!”

Mientras untaba con mantequilla y mermelada un cruasán, inclinó la cabeza y observó detenidamente a su amiga. “Escucha, si averiguo que me has traícionado a mí en esos programas, te echaré. ¿Me oyes?”, le dijo. Cuando su amiga le aseguró que ella no había sido la fuente de los chismes, Madonna comentó:
Bueno, de algún sitio lo han sacado, de modo que alguien de por ahí es un chismoso, y por supuesto que yo no soy. Luego, tras un momento de reflexión, concluyó: “¿Sabes?, no me sorprendería que hubiera sido Warren. Diga lo que diga, le encanta la publicidad, sobre todo si le hace parecer un pez gordo”. Madonna siguió pendiente del televisor hasta que cayó en la cuenta. “¡Oh, Dios mío! ¡Michael Jackson!” -exclamó, levantándose del sofá como un resorte-. “Me había olvidado por completo. ¿Cómo puedo olvidarme de Michael Jackson?”
 
Probablemente hubo veces en que Michael Jackson deseo poderse olvidar de Madonna. En cierta ocasión declaró al autor: “Esta siempre en medio, ¿verdad? No lo entiendo. ¿Qué tiene? No es una gran bailarina ni una gran cantante. Pero sabe venderse. Debe ser eso.”

Dos años antes, en 1989, Warner Bros. Records había puesto un anuncio en una de las publicaciones del ramo en el que proclamaba a Madonna "artista de la década". Aun cuando la mayoría de la gente de la industria musical entendió que ese anuncio era del tipo de cumplido vacío con que las casas discográficas obsequiaban a los artistas a los que promocionaban, Michael Jackson se sintió especialmente ofendido. Jackson, que con su álbum Thriller había vendido más discos que nadie en la historia, llamó furioso a su abogado, John Branca, para quejarse de que Madonna no merecía semejante aclamación. “Me deja en mal lugar, ¿sabes? -explicó, tal como Branca recordaría más tarde-. Yo soy el artista de la década, ¿no es cierto? ¿Acaso ha vendido más que Thriller? -preguntó Michael a Branca. Y luego concluyó, contestando su propia pregunta-: "No, no lo ha hecho.”

Como respuesta a la excitación de su cliente, Branca sugirió contactar con la MTV para proponer la idea de un premio ficticio que concederían a Michael Jackson. Se le ocurrió de improviso el premio al "artista de vídeo vanguardista de la década". A Michael le gustó. “Esto le enseñará a esa vaquilla”, dijo, refiriéndose a Madonna.


 




Ahora, dos años después, Michael se encontraba sentado a una mesa del Ivy delante del objeto de sus burlas. Madonna lucía chaqueta negra, pantalón corto con medias de encaje y una cruz al cuello. Su pelo rubio caía reluciente sobre sus hombros desnudos, con las raíces oscuras raramente visibles. Jackson vestía vaqueros negros, una camisa roja y chaqueta a juego con el dibujo de un marinero bordado. Llevaba puesto un sombrero de fieltro de ala ancha, y el pelo negro y rizado le llegaba hasta los hombros. Comentó al autor sobre aquella cita: “Llevaba puestas mis gafas de sol. Estaba allí sentado, tratando de ser amable. Y, antes de darme cuenta, ella extendió el brazo y me quitó las gafas. Nadie me había quitado nunca las gafas... Y entonces las tiró al otro lado del salón y las rompió. Me quedé estupefacto.” “Ahora yo soy tu pareja -me dijo- y detesto no poder ver los ojos de un hombre.” “Aquello no me hizo mucha gracia.”
 
En el transcurso de la cena, Madonna sorprendió a Michael mirando furtivamente su escote. Con una sonrisa lasciva, le tomó la mano y la puso sobre su pecho. “¿Qué te parecen?”, le preguntó provocativamente. Jackson, nervioso, retiró la mano.
Más tarde, Madonna dejó caer un trozo de pan en su escote, lo rescató y se lo comió para ver la reacción de Michael.
“Dios mío, tendrías que ver los músculos de esa mujer -recordó Jackson-. Los músculos de sus brazos son mucho más poderosos que los míos. Son como... ondulados, ¿sabes? Quise saber cómo había conseguido unos músculos tan desarrollados, pero no me atreví a preguntarlo porque temía que me hiciera mostrarle mis músculos.”

Al cabo de una semana, la extraña pareja -descrita por la revista People como "el chico de los mil millones de dólares y la reina del erotismo" - acudió a la gala de los Oscar en el Shrine Auditorium de Los Ángeles.
Madonna quizá se parecía más a Marilyn Monroe que nunca, ataviada con un vestido de Bob Mackie sin tirantes muy ceñido, con lentejuelas blancas y escote pronunciado, y una capa de armiño. Llevaba los labios pintados de rojo cereza. Su pelo rubio, que le enmarcaba el rostro de ondas suaves, parecía captar y retener toda la luz de su alrededor. Lucía en el cuello joyas por valor de 20 millones de dólares, prestadas por Harry Winston. Michael Jackson estaba espectacular en un traje de lentejuelas blancas a juego con un enorme broche de diamante, guantes y botas de cowboy con la puntera de oro. Ambos se sentaron en la primera fila, junto al pasillo. Durante el espectáculo, la interpretación de "Sooner Or Later" a cargo de Madonna fue algo más que un homenaje a Marilyn; parecía como si se hubiese apropiado de todos los gestos y características de la Monroe. El público supo apreciarlo. Pero, aparentemente, la aceptación de la multitud no significaba tanto para Madonna como una llamada de teléfono que recibió al día siguiente de su padre para decirle que opinaba que su actuación había sido "magnífica". Viniendo del poco adulador Tony Ciccone, se trataba de un gran elogio. Ante el manifiesto regocijo de ella y Michael, "Sooner Or Later" consiguió el Oscar a la mejor canción.




Durante la fiesta anual de los Oscar que celebraba el difunto agente literario Swifty Lazar en Spago, en Hollywood, Madonna y Jackson causaron sensación en la prensa con su esperada llegada.
Mientras los flases destellaban a su alrededor, el periodista de Hollywood Army Archerd preguntó a Madonna cómo había conseguido convencer al habitualmente solitario Michael para que la acompañara a un acontecimiento público como ése. “Oh, Michael está empezando a salir más”, respondió, riendo.
No obstante, una vez en el interior de Spago, Madonna se separó de Michael, que mantenía su actitud reservada, y fue a recalar al lado de Warren Beatty. ¿Quién puede justificar sus acciones? Tal vez porque Michael Jackson está tan aislado por el poder, el dinero y su obsesiva necesidad de intimidad, ella no pudo encontrar ningún tema relativo al mundo real para conversar con él. La pareja de Beatty, la modelo Stephanie Seymour, había renunciado a acompañarle, lo que dejó el terreno libre a Madonna, que no parecía guardarle ningún rencor, incluso coqueteó con él.
El pobre Jackson se quedó violentamente solo en medio de un salón repleto de celebridades, muchas de las cuales no podían evitar mirarle. Por suerte, su mentora Diana Ross estaba presente para tomarle bajo su protección.


- No logro entenderlo, Michael -le dijo en voz lo suficientemente alta como para que todos los que se hallaban cerca lo oyeran-. Ella debería estar contigo, ¿no? 

Entonces, ¿qué está haciendo con él [Beatty]?

- No lo sé - contesto Michael-. Supongo que le cae mejor que yo.

Al otro lado de la sala, Madonna se abrazaba a Warren, le mordisqueaba la oreja y cuchicheaba como si todavía fuesen pareja. Diana Ross sorbiendo una copa de champán, la observó con escepticismo.
                                                          
- Creo que es una mujer horrible -decidió Diana al cabo de unos momentos. Apuró su copa-. Y qué vestido tan hortera.

-
-convino Michael, sombrío-. Muy hortera.

"A Michael no le caía muy bien, pero sabía reconocer una buena cosa en cuanto la veía -explica uno de sus abogados-. Así pues, decidió pedir a Madonna que participara en el vídeo de su canción "In The Closet". Mantuvieron unas cuantas entrevistas, que yo me ocupé de concertar personalmente. Ella estaba interesada, pero dijo algo así como:
“Mira, si vamos a hacer esto, no será una estúpida cancioncilla de amor. Me refiero a que tiene que ser algo completamente escandaloso, o no participaré. ¿Entendido?”

A lo que Michael contestó:
“Genial. Hagámoslo. Hagamos algo alocado.”

A los pocos días, Madonna llamó a Michael para exponerle su concepto de vídeo "escandaloso": puesto que la canción se titulaba "In The Closet" (En el armario), ella aparecería vestida de hombre, mientras que él se disfrazaría de mujer.
Tal vez porque la sexualidad de Jackson había sido la comidilla de los medios de comunicación durante años, Michael se inquietó inmediatamente. Dijo a Madonna que necesitaría tiempo para meditar su idea, y entonces llamó a su mejor aliada: su hermana Janet. Está nunca había sentido tampoco mucho respeto por Madonna.
(“Si yo me quitara la ropa en medio de una autopista, la gente también me miraría -dijo en cierta ocasión-. ¿Me convierte eso en una artista?”) Aun así, Janet opinó que su hermano debía aceptar las condiciones de Madonna. “Jamás esperarán eso de ti -comentó Janet, refiriéndose al público-. Será ‘tú forma de burlarte de ellos por lo que piensan de ti. ¿Y con Madonna? ¡Uf, gran declaración!” Pese a todo, Michael decidió renunciar a la idea.
Madonna declaró a la revista gay Advocate:
“Le tengo dicho a Michael Jackson: "Me encantaría mandarte a José y Luis (sus bailarines de entonces) durante una semana. Ellos te sacarán de la caja de zapatos en la que estás metido. Cualquiera que esté encerrado dentro de una caja de zapatos en el armario ya no puede estarlo después de salir con Luis y José. O conmigo, por ejemplo.”

Años después (en octubre de 1994), hablando de Michael, y también de Prince, concluyó para Los Ángeles Times:
“No puedo decir que alguno de ellos fuese amigo mío. He pasado mucho tiempo con los dos. Son muy distintos, pero sentía lo mismo con ambos. Me sentía como una campesina, como una chica de campo chabacana. Cuando tengo hambre, como. Cuando tengo sed. Bebo. Cuando tengo necesidad de decir algo, lo digo. En cambio, ellos tienen modales y son muy cuidadosos con lo que comen y lo que dicen. Pero nunca es demasiado tarde para empezar a actuar como un ser humano. Ojalá intentaran parecerse a eso. No me imagino a ninguno de ellos poniéndose un chándal y unas alpargatas y salir a correr, jugar con el perro o haciendo el tonto con los amigos sin maquillaje. ¿Sabes a qué me refiero? No creo que ellos lo hagan.”



Extraído del libro "Madonna: An Intimate Biography" por J. Randy Taraborrelli.


 Fuente: MJHidout


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