lunes, 2 de febrero de 2015

Divertidas anécdotas de Michael por David Gest / Michael amusing anecdotes by David Gest



Este es un extracto de la autobiografía de David Gest, productor entre otros del concierto 30 Aniversario en el Madison Square Garden, año 2001.

  

Historias de David Gest. Autobiografía: “Simply the Gest”

Pagando Michael, volamos hasta Nashville y alquilamos un coche. Conducía él. Pronto supe lo mal que conducía. Totalmente loco.
Nos alojamos en un bonito hotel, Spencer Manor. Tenías que llamar primero por un intercomunicador para poder pasar a las puertas principales. Michael no conocía Nashville y vi la oportunidad para divertirme un poco.
Le dije que como estábamos en la autoproclamada “Ciudad de la Música” tendríamos que cumplir una de sus tradiciones locales.

“Michael, tienes que cantar por el intercomunicador,” le dije.

“¿Cantar qué?

“Tienes que cantar “Es la ciudad de la música y estoy aquí. Soy Mike Mc Donald así que arriba un aplauso.” 

“De otro modo no te dejarán entrar. Tienes que hacerlo”, le dije.

Él me miró confuso, pero siguió adelante. El chico del otro lado del intercomunicador llegó y dijo con su acento sureño, “¿En qué puedo ayudarle?”

Michael empezó a cantar y la voz al otro lado contestó: “Lo siento, no admitimos gente rara aquí.”

No abrieron las puertas. Yo me reía tan fuerte que estaba en el suelo. Michael no lo cogió al instante, pero tan pronto como lo hizo casi se mea en los pantalones también. No se podía creer que había sido tan idiota como para hacer eso.

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Michael y yo nos divertíamos gastándonos bromas el uno al otro. Una de mis favoritas era poner otra voz y fingir que era otra persona… Al principio de trabajar juntos, Michael se quedó en un hotel de Little Rock, Arkansas. Le encantaba comer. Acababa de llegar y yo sabía que lo primero que haría sería ordenar comida al servicio de habitaciones. Tan pronto como llegó a su habitación lo llamé poniendo voz de mujer y le dije: “Cariño, ¿quieres que te lleve algo a la habitación?”

“Oh sí, pequeña. Pediré una hamburguesa”. Dijo. (Siempre llamaba a la gente encanto o pequeña (Sweetheart or baby).”

“Ok cariño”, conteste.

“La quiero con mostaza y kepchup”

“Baby, no tenemos mostaza ni kepchup”

“¿No?” preguntó

“No, hace dos días que los tenemos pedidos” contesté

“Ok, algún condimento.”

“Cariño, no tenemos condimentos. Se nos han acabado.”

“Ok, algo de mayonesa”

“No hay mayonesa”

“¿Queso y lechuga?”

“No hay queso ni lechuga.”

“¿Patatas fritas?”

“No hay patatas fritas.”

“Bueno, ponga sólo algo de mantequilla y tomate en el bollo”

“No tenemos bollos, solo tostadas.”

En ese momento él ya había llegado al límite. Así que empezó a gritar: “No tienen mostaza, ni kepchup, ni patatas fritas, ni bollos. ¿Qué clase de restaurante es este?”

Me partí de risa. Me había quedado con él. Hice exactamente la misma broma 25 años después. No estábamos trabajando juntos pero sabía dónde se alojaba…

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A Michael le encantaba llamar a la gente. Solía hacerlo cuando venía a mi casa. Cogía el teléfono, marcaba un número y empezaba a tontear.

La persona al otro lado contestaba y Michael decía, “¿Quién es?”

Al otro lado decían algo así como, “Soy Lenore”

Él decía, “OH Lenore, escucha, vamos a tener que divorciarnos. No puedo seguir con esto.”

Y ella, “No, no, se ha equivocado…”

Michael la interrumpía y decía, “No, Lenore, no intentes eso conmigo. He terminado contigo. Dividiremos a partes iguales todo, pero tiene que ser así.”

Entonces él colgaba, dejando a la persona al otro lado de la línea preguntándose qué demonios había pasado.

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(1978). Michael se estaba quedando en mi casa de Dohney y estaba feliz de estar allí… Fuimos a cenar con Burt Bucharach y Carole Bayer Sager…
Burt había pedido una botella de un caro vino tinto francés, que él, Carol y yo estábamos bebiendo. Michael nunca bebía pero esa noche se interesó por el vino. Increíblemente, no sabía de qué estaba hecho.

“Uvas”, dije.

“Me gustan las uvas” dijo Michael, “creo que probaré un poco.”

Así que le servimos una copa y se la bebió. Obviamente le gustó porque se bebió otra. Estábamos bebiendo un vino con sabor azucarado, así que debía gustarle.
Hasta ese momento, todos habíamos bebido un vaso o dos, así que la botella se había acabado. Burt pidió una segunda botella. Esta vez, Michael se bebió casi toda la botella, se había acostumbrado al sabor del vino, un buen vino como era ese, y se lo estaba engullendo entero.
Así que pedimos una tercera botella y Michael se bebió la mayor parte también. Entonces fue cuando supe que íbamos a tener un problema esa noche.
La noche llegó a su fin y llevé a Michael de vuelta a mi casa. Estaba comprensiblemente feliz. De hecho, estaba volando alto, muy alto. En el coche iba hablando y riendo. Iba cantando, “I wanna be where you are” y “Never can say goodbye”.
Después siguió cantando la mayoría de sus éxitos, como “Ben”. Estaba riéndose todo el tiempo.

“Te vas a meter en problemas”, dijo. “Le voy a decir a Joseph lo que has hecho.”

Yo no pensaba picar, “No fui yo, fuiste tú”, le dije.

Nos llevó unos minutos llegar a casa. En el minuto en que aparqué el coche y le abrí la puerta, Michael se inclinó y vomitó por todo el lugar. Se pasó el resto de la noche yendo al baño. Se puso más malo que un perro. Me pasé la noche levantado a su lado.
Él seguía diciendo, “Voy a decirle a Joseph que me has corrompido”. Yo estaba algo preocupado de que lo hiciera, pero nunca lo hizo…

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Iglesia de Al Green, 1978…Cuando llegó el momento de ir a la fiesta, Michael se quejaba vivamente. Sufría el peor caso de escocedura por llevar la ropa interior demasiado ajustada. No podía moverse. Ambos lados de sus piernas sufrían fuertes rozaduras. Fuimos a la iglesia de Al Green al día siguiente. Michael todavía estaba muy dolorido y sufría fuertes escoceduras.
Cuando llegamos, Al estaba cantando el clásico de Curtis Mayfield “People get ready” Él seguía causando un efecto sorprendente en la gente… La mujer que estaba sentada junto a nosotros empezó a hiperventilar, como hacen muchas mujeres afroamericanas cuando van a la iglesia, empezó a balbucear y a saltar de un lado a otro. Entonces cayó entre las piernas de Michael.
Nunca olvidaré la mirada de Michael. Era de puro horror.
Estaba sentado allí, paralizado, obviamente con un tremendo dolor, susurrando, “Ayúdame, ayúdame.”
Yo solo pude sonreírle y decirle, “¿Qué voy a hacer? No voy a sacártela de encima. ¡Tendrás que hacerlo tú mismo!”

La mujer estuvo echada allí diez minutos. Sólo cuando Al Green pidió a Michael que se uniera a él para cantar pudimos retirarla de la entrepierna de Michael.


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Solíamos ir a Disneylandia. A los dos nos encantaban las montañas rusas. A veces subíamos veinte veces seguidas.
A menudo, Michael usaba disfraces. Una vez, él era un jeque y yo era su traductor. Entramos a un lugar llamado Carnation Restaurant donde servía ensaladas de atún y sándwiches. En ese momento, Michael sólo comía comida orgánica, pero tenía una extraña idea de lo que era orgánico. Si íbamos a KFC, Michael pensaba que si quitabas la piel al pollo se convertía en comida orgánica.
De todas formas, en Carnation ese día había dos mujeres y un hombre de alrededor de ochenta años. Empezamos a hablar en nuestro particular árabe entre nosotros.
Cuando las dos mujeres empezaron a mirarnos me dirigí a una de ellas y le expliqué: El jeque Majolini quiere que le diga que usted y su amiga son unas bellas damas.
Estas dos señoras probablemente no habrían recibido un cumplido en los últimos veinte años así que empezaron a reírse. Entonces empezamos a hablar. Preguntaron qué estaba haciendo el jeque allí y les dije que se acababa de divorciar de su esposa número 97 y que tenía 154 hijos.

“¿Tiene 154 hijos?” preguntaron sorprendidas.

“Que él sepa”, dije. “Ha tenido 97 esposas…” y empecé a nombrarlas, “Jada, Jami, Shakira, Vera…” con Michael diciéndoles esto en un árabe inventado.
No había nada malicioso en ello. De hecho, Michael les pagó su cuenta, él era así, siempre gastando bromas a la gente.

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A veces, sin embargo, la broma se volvía contra nosotros. La cosa más divertida que nos ha pasado fue una noche en que fuimos a comer tortitas. Era después de la 1 de la mañana y nuestro sitio habitual, Dupars, estaba cerrado. Así que fuimos a otro sitio en Ventura Boulevard. Sólo había un par de personas dentro.
La camarera que nos sirvió tenía unos 70 años. Era alrededor de 1979, cuando salió Off The Wall. Michael era número uno mundial y ella no le reconoció en absoluto.
Se acercó a nuestra mesa y nos preguntó qué queríamos pedir. Puse acento saudí y dije “Yamaka fallesh”
Michael empezó a reírse y ella le dio en la cara con el dorso de la mano. Ella dijo, “Esto no es divertido, tu amigo es de un país extranjero y tú tienes que respetar a la gente que viene de países extranjeros”
Michael se puso nervioso, no estaba acostumbrado a ser tratado así en público. Se escondió tras la mesa para que no pudiera darle de nuevo.
Le pregunté, “¿Qué es un pancake (Tortita)?, explíqueme, por favor”
La camarera empezó a hacer mímica. “Es como un pastel aplastado.”
Michael empezó a reírse otra vez y ella levantó la mano de nuevo así que él se escabulló como pudo.
Entonces dijo ella, “Ok, os voy a llevar a la cocina”, ella y la cocinera nos enseñaron cómo se hacían los pancakes. Pedimos unos cuantos.
Cuando llegaron a la mesa, vacié la botella de sirope encima de ellos. Ella inmediatamente me abofeteó en la cara. Dolió.
“No tiene gracia”, dijo. Michael estaba riendo de nuevo.
Me trajo una nueva ración y me los comí. Cuando nos fuimos, Michael le dejó una propina de $200.
Íbamos por el aparcamiento hacia el Rolls Royce de Michael cuando la camarera se acercó corriendo a nosotros.
“No me puedo quedar con esto, ustedes probablemente estén trabajando para ir a la Universidad y necesitan el dinero”, dijo, sin darse cuenta del coche que estaba conduciendo él.
Michael insistió, pero ella dijo, “No, no me lo quedo”. No podíamos creerlo.

 

 

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