lunes, 24 de noviembre de 2014

Alguien en la oscuridad / Someone in the dark

Durante la mayor parte de 1991, estuvimos trabajando en el álbum Dangerous en Record One, en Sherman Oaks, California, entre otros estudios de la ciudad. 

Teníamos un increíble equipo de producción, músicos de primera, comida estupenda, canciones geniales, incluso una lista de invitados especiales que te dejaba con la boca abierta (Nancy Reagan, Princesa Estefanía, mi hija Amanda y demás). La música se había movido hacia una nueva era para Michael, de la que hablaré el próximo mes, pero ahora hablemos del “apagón” en el estudio.

No era extraño para los ciudadanos de Los Ángeles tener lo que nosotros llamamos “caídas de tensión”, cuando la electricidad cae durante un rato o, a veces, se va completamente. No pretendo saber por qué sucede esto pero tiene algo que ver con los aires acondicionados, secadores de pelo, amplificadores Marshall, freidoras, lavado de coches, etc., todo lo que se usa en la ciudad al mismo tiempo. Los funcionarios de la ciudad piden a los ciudadanos que usen la electricidad con moderación pero esto es LA; tú TIENES que tener buen aspecto y sentirte cómodo en todo momento. Así que, a veces, se cortaba la electricidad.

Este día en particular estábamos trabajando en canciones como “Keep The Faith” y “For All Time” cuando las luces empezaron a parpadear y a atenuarse. Se acercaba una caída de tensión.

(Déjenme explicarles algo: Muchos estudios de grabación no tienen ventanas. Las ventanas hacen que el ruido de la calle interrumpa la grabación y animan a los fans a asomarse para ver lo que estamos haciendo. Así que… sin ventanas. Eso significa que si se corta la luz, adentro no se ve nada.)

De modo que se va la luz y todos nos pusimos a buscar linternas a tientas. Hay unos pocos gritos y risas pero todo el mundo está en calma. Siempre teníamos linternas a mano porque los estudios son bastante oscuros además, así que repartimos linternas a Michael y su equipo de seguridad.

Michael enfocó hacia una de las paredes de la sala y encontró aquello divertido. Me parece recordarle riendo con ganas al principio, después simplemente nos sentamos y disfrutamos jugando a guerras de linternas en la oscuridad. Fue un descanso inesperado y agradable. Por casualidad llevaba mi cámara ese día e hice algunas fotos (con flash, por eso no es tan obvia la oscuridad).

Dicen que una imagen vale más que mil palabras, pero para mí captura un momento en el tiempo… y cuenta algunas historias. Fíjense en el enorme abrigo de Michael. Siempre tenía frio. Siempre. Recuerdo claramente que cuando se cortaba la luz en el estudio, enseguida hacía calor, pero estoy seguro que para él era un gusto, porque de esa forma se descongelaba. Quizás no haya ni un solo día al año en el que necesites un abrigo así en LA, pero Michael siempre estaba abrigado.

Además está el libro. Han oído antes que le gustaban los libros de arte, historia, naturaleza, etc. Sí, es cierto. Siempre tenía montones de libros en su sala… siempre estaba mirando, preguntando y aprendiendo.

Lo que es difícil de ver es algo que es difícil de explicar. He trabajado con artistas que pueden ser… difíciles. He visto peleas a puñetazos en el estudio, a productores salir furiosos, rabietas que harían encogerse a un adulto. Pero nunca con Michael. Era un profesional de primera y una persona con clase. ¿Leer un libro con una linterna tiene algún significado? Por supuesto que no, pro representa cómo podía manejar lo inesperado. No entraba en pánico ni pedía cosas imposibles… se reía y se relajaba (y nosotros también).

 
Ojo: La foto pertenece a la era HIStory, al parecer Brad se equivocó de fotos. Esta es de otro apagón.

Marcus y uno de los conductores de Michael revisando el frigorífico/refrigerador
 
-Brad Sundberg
 

Freddie Mercury y Michael Jackson dos inigualables genios / Freddie Mercury and Michael Jackson two unique geniuses



Con motivo de un año más del fallecimiento del gran Freddie Mercury, 23 años para ser exactos. Me pareció apropiado traerles este extracto de un artículo de la revista Rolling Stone año 1983. Se trata de una entrevista concedida por Michael a Gerri Hirsley, editor de Rolling Stone. En ella Gerri Hirsley acompaña a MJ a un concierto que ofrece Queen en el Fórum de los Ángeles.

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(...) Michael conducía muy relajado, pero admitió que le costaba concentrarse. Las bocinas seguían pitándonos mientras subíamos por el camino del reino mágico que se estaba construyendo.

-¿Quieres salir esta noche?

Otra sorpresa. Michael iba a ir a un macro concierto de Queen en el Fórum de los Ángeles. No le importaba que le acompañase. Él tenía que ir. Freddie (el difunto Freddie Mercury, que murió de sida en noviembre de 1991). Lleva toda la semana llamándole, principalmente para hablar de la posibilidad de que trabajen juntos. Han decidido intentarlo en el próximo álbum de los Jacksons. De verdad tenía que ir…

Caía el atardecer cuando salimos para el concierto y Michael y su guardaespaldas Bill Bray atravesaron los setos del jardín hacia una limusina que les estaba esperando. Pensé que exageraban un poco… aquello fue meses antes de que ganase una popularidad monstruosa con su Thriller. Pero descubrieron a las chicas antes de que yo las oyese o las viese y se precipitaron al interior del coche mientras una maraña erizada de uñas rojas se estrellaba contra las ventanillas.

-¡Ciérrala- me grito Michael, señalando un panel que tenía a mis pies. Entendido como soy en limusinas, lo que hice fue apretar el botón del tragaluz. Antes de que se hubiera abierto hasta la mitad, entraron los brazos, que se movieron amenazantes a ciegas.

“Hiiiiiiiiiiii” el agudo chillido atrajo a las habitantes de pelo azul de las casitas vecinas, que atisbaban desde detrás de sus cortinas. Bill Bray se retorcía hacia atrás desde su asiento delantero, empujando hacia fuera los dedos con sorprendente suavidad. Michael se tronchaba de risa. Yo estaba paralizado de miedo, buscando a Billie Jean en aquellos rostros congestionados que se adherían a las ventanillas.

Cuando por fin arrancamos, me volví para mirar a Michael. Se había “vestido” para aquella velada en público con unos vaqueros y una americana de rizo de color turquesa, mocasines negros y sólo una pizca de colorete. Aquel Michael previo al éxito tenía un aspecto magnífico…un saludable, apuesto y robusto afroamericano.

Nos detuvimos para recoger al único amigo fiel de Michael –un joven esquiador rubio que era entonces su compañero de predicación de los Testigos de Jehová- y que no es más que un pobre infeliz. Cuando Bray nos condujo al camerino de Mercury, los dos muchachos se quedaron atrás en una larga habitación abarrotada de miembros de la banda, esposas, técnicos y amigos. La banda está contenta. Michael se queda, tímido, junto a la puerta hasta que Freddie lo descubre y se le acerca de un salto para abrazarle y estuvo a punto de aplastar al pequeño Mike en un abrazo. Cayeron sobre su enorme baúl, que, al abrirse, soltó una monstruosa avalancha de suspensorios de Freddie, que eran de tamaño familiar. Michael se quedó boquiabierto.

-“Oooooh, Freddie. ¿Qué son?”

Un casco dorado de fútbol americano cayó rodando y fue a detenerse sobre la pila de protectores genitales.

-“El rock and roll es cosa de hombres, hermanito”- vociferó Freddie.

Michael sonrió y quiso saber si de verdad su anfitrión había pasado su último cumpleaños colgado desnudo de una lámpara. El se ruborizó. Nos lo estuvimos pasando genial hasta que el entrenador le llama por señas. Freddie señala con su cigarrillo las bandejas de fruta, pollo y dulces.

-“Siéntete como en casa tú y tus amigos.”

Mercury y compañía avanzan ya por el estrecho corredor y, antes de que nadie pueda alcanzarle, Michael es arrastrado por su estela, cabalgando sobre el grave rugir de la multitud que se agolpa en el exterior, saltando para echar una mirada a Freddie, que levanta un puño antes de emprender la subida por las escaleras del escenario.

-“¡Ooooh! Freddie está excitado” –dice Michael-. “Ahora le envidio. No sabes cuánto.”

El resto de la banda sube por la escalera y se cierra el negro telón del escenario. Michael se vuelve y se deja conducir hasta la oscuridad de la sala.

No vimos demasiado del concierto. Las cosas volvieron a ponerse feas cuando Michael fue reconocido en aquella oscuridad. Manos, comentarios y miradas nos rodearon. Cuando empezó a llovernos sobre las cabezas un líquido no identificado, Bray se levantó.

-“Ya está bien. Nos vamos.” (...)

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 Datos curiosos que quizás no sabías:

La relación de Michael Jackson con el grupo Queen comienza en 1978 cuando Freddie Mercury y compañía le ofrecen la canción “Another One Bites The Dust” para el álbum Off The Wall. John Deacon, autor del tema, comentó que había escrito la canción pensando en Michael (si se fijan Freddie Mercury hace hasta los típicos "aaows"), pero Quincy Jones no la vio apropiada para el álbum y la rechazó. El grupo tampoco estaba del todo satisfecho con el tema pero Michael les aconsejó que debieran publicarla en su siguiente disco porque a pesar de todo era una gran canción. Curiosamente, “Another One Bites The Dust” se convirtió en su primer nº1 en USA y en el single más vendido de la historia del grupo.

En 1982, Freddie manifestó públicamente sus deseos de grabar un tema con Michael Jackson comentando que el dinero no era lo que le importaba sino el hecho de grabar con él. En un primer momento su participación estaba prevista para el álbum Thriller, pero tal vez la repercusión y la importancia que suponía por aquel entonces grabar con un Beatle retrasaron su ansiada colaboración. Posteriormente Freddie Mercury dijo que lo que hizo Paul McCartney en Thriller lo iba a haber hecho él, y bromeando comentó que habría sido una satisfacción estar en el álbum más vendido de todos los tiempos, sobre todo por la cantidad de royalties que habría recibido.

Otro dato curioso: los grupos favoritos de Freddie Mercury eran Mott the Hoople y The Jacksons; y sus álbumes “Imagine” de John Lennon y “Off the Wall” de Michael Jackson.

Si quieres saber más acerca de estos dos inigualables genios de la música da click aquí: *La historia de cómo Freddie Mercury visito a MJ para trabajar juntos

Pero el Corazón decía No / But the Heart said No





PERO EL CORAZÓN DECÍA NO

Vieron a los pobres viviendo en chozas de cajas de cartón, y tiraron las chozas e idearon proyectos. Enormes bloques de cemento y cristal levantados encima de aparcamientos de asfalto. De alguna manera no eran como un hogar, ni siquiera como una choza. “¿Qué esperan?” preguntaron impacientemente. “Son demasiado pobres para vivir como nosotros. Hasta que no puedan valer mejor por Ustedes mismos, deben ser agradecidos, ¿no?” 

La cabeza decía sí, pero el corazón decía no. 

Necesitaban más electricidad en la ciudad, así que encontraron un riachuelo en una montaña para hacer una presa. Mientras las aguas crecían, conejos muertos y ciervos flotaban; los pajaritos, demasiado jóvenes para volar, ahogados en el nido mientras sus madres piaban pidiendo ayuda. “No es una visión bonita,” decían, “pero ahora un millón de personas pueden tener aire acondicionado todo el verano. Eso es más importante que un riachuelo en una montaña, ¿no?” 

La cabeza decía sí, pero el corazón decía no. 

Vieron opresión y terrorismo en una tierra lejana, así que le declararon la guerra. Las bombas redujeron el país a escombros. La población estaba encogida por el miedo, y cada día más aldeanos eran enterrados en horribles ataúdes de madera. “Tienen que estar preparados para hacer sacrificios” decían. “Si algunas personas inocentes resultan heridas, ¿no es justo éste el precio que uno debe pagar por la paz?” 

La cabeza decía sí, pero el corazón decía no. 

Los años pasaron y se hicieron viejos. Sentados en sus cómodas casas, se examinaron. “Hemos tenido una buena vida,” dijeron, “y hemos hecho lo correcto.” Sus niños los miraron y preguntaron por qué la pobreza, la contaminación y la guerra seguían existiendo. “Lo adivinarán pronto" respondieron. "Los seres humanos son débiles y egoístas. A pesar de nuestros mejores esfuerzos, estos problemas nunca terminarán.” 

La cabeza decía sí, pero los niños miraron dentro de su corazón y susurraron “¡No!” 

Creando Un Estilo / Creating A Style




CREANDO UN ESTILO 

El aspecto de ajustarse a la función en el vestuario de Michael lo teníamos ya, pero, ¿Cómo haríamos para que Michael tuviera un estilo y no se quedara encasillado? Cuando empiezas a crear la ropa para el escenario de una persona, comienzas preguntándole: “¿Cuál es tu época favorita, el siglo XIX, el XX? ¿El Renacimiento, la Edad Moderna, los 70, los 60? Las respuestas te dan un perfil base con el que empezar. Ir de gira con Michael por las ciudades europeas y el hecho de que saliera corriendo a buscar el castillo más cercano o un museo militar y de la realeza británica respondía al instante millones de preguntas sobre lo que quería ponerse. 

Al menos en lo que a vestuario artístico se refiere, este hombre tan misterioso no lo era tanto para Dennis y para mí. Prefería materiales como la seda china y la seda satinada (silk charmeuse). Si el tejido era elástico, mejor aún. La licra hacía sentir a Michael más elegante y seguro y funcionaba en su estilo de baile. Habitualmente evitábamos diseños que llamaran la atención sobre su enfermedad de la piel -vitíligo- una afección cutánea que causa despigmentación de algunas zonas de la piel. Nos mantuvimos fieles a los tonos saturados como el rojo rubí, el azul zafiro o el verde esmeralda. Cada prenda debía tener una influencia británica. Nuestro punto de partida eran siempre caballeros de brillante armadura. Pero la clave para mantener un look fresco es tener el apoyo del artista. Si no es un caballero o un rey, ¿Cuál es su siguiente preferencia? La de Michael eran los piratas.

A Michael le encantaban las cosas que brillaban y, en su imaginación, nada brillaba más que un cofre del tesoro descubierto de su escondite. Por esta razón, su personaje favorito era Tinker Bell –Campanilla- quien, con un movimiento de su varita mágica, enviaba un rastro de polvo mágico suspendido en el aire.

“Bush, vamos a tener que lanzar algo de polvo”, decía Michael a menudo, señalando una pieza que yo pensaba que estaba terminada. En otras ocasiones (y hubo muchas), Michael me llamaba: “Bush, ¿dónde estás? Necesito que me traigas un poco de polvo”.

Lo que significaba que quería ver piedras de estrás. 

A veces conducía tres horas para recoger algunas piedras directamente de la fábrica, solo porque mirarlas de este modo, en bruto, le gustaba a Michael infinitamente. Cada vez que abría la tela de fieltro blanco que cubría el estrás, lanzaba un grito ahogado. La presentación le dejaba literalmente desconcertado. Entonces las cogía y las movía delicadamente con las puntas de los dedos, susurrando: “Bush, mira, ¡mira como brillan!”. Era como un niño asombrado y no podía evitar darme cuenta de que aunque había estado trabajando toda mi vida con estrás, nunca las había apreciado del modo en que él lo hacía en aquel momento. Todavía susurrando, continuaba: “¿Te imaginas ser un pirata abriendo un cofre del tesoro y ver ese brillo dentro? Qué vida más fascinante, ser un pirata como ese”.
Para Michael, lanzar polvo de hadas nunca fue algo anticuado. Este aprecio por el detalle y por las cosas de la vida que a menudo damos por seguras, era parte de su magia. Él tenía magia porque creía en ella verdaderamente; en polvo de hadas y todo eso.


La ropa de Michael era como lienzos en blanco que rogaban por ser “embellecidos” (el proceso de añadirle los adornos). El amor de Michael por los adornos que mantuvieran la atención visual de la gente nos daba la libertad de intentar cualquier cosa posible como parte del proceso de embellecimiento. Este proceso, particularmente en sus chaquetas, se convirtió en el mayor reto de nuestro trabajo así como en la piedra angular del desarrollo y evolución del estilo de Michael, siempre dentro de los parámetros de su reconocible silueta. Considerar lo que ya se había hecho, lo que nunca se había hecho y la necesidad de conseguir sinergia y equilibrio entre los diferentes elementos, era el reto principal.

Continuará el miércoles...