miércoles, 19 de noviembre de 2014

Salvando Billie Jean / Saving Billie Jean



La Ley de Murphy estuvo en plena vigencia, y nada iba bien para el director Steve Barron en el set del video para el primer single de Thriller. Pero como él detalla en un fragmento de su nuevo libro, Eggs n' Chips and Billie Jean, una vez que Michael empezó a bailar, todos los problemas desaparecieron.
 


Ahora es el momento en que la voz coincida con el movimiento de los labios. De poner el playback. Momento de hacer el coro. Y este es el sitio para que Michael baile. Y a cualquier lugar del pavimento que vaya, las baldosas se iluminarán, solo con la presión, solo por ponerse en ellas, ¿verdad? No.

“Michael, lo siento, pero no somos capaces de hacer que las baldosas se iluminen con la presión”. Escuchaba de camino al set. “El electricista” –yo estaba señalando a un tipo de mediana edad con un aspecto duro que estaba de cuclillas al otro lado del estudio con un sándwich en una mano y un panel de interruptores en el suelo enfrente de él- “seguirá tus movimientos y encenderá las luces a medida que toque las baldosas”.

¡Eso es una mierda! Yo estaba furioso con que el departamento de arte me saliera con eso, y yo tenía que soltárselo a Michael. Es vergonzoso. ¿Cómo va a funcionar? 

“Ok”. La voz de Michael parece incluso más suave.

Camine con él a lo largo de las baldosas, “Ésta se iluminará, éstas dos no, entonces ésta lo hará y ésta no, entonces dos de éstas”.

Estaba intentando ser positivo pero todo esto era una mierda.

Estábamos intentando hacer la actuación principal del video y todo era un desastre en el último minuto. Quizás esta idea de Midas Touch es una estupidez. Quizás va a ser una mierda. Quizás debería haberlo hecho más sencillo. La he cagado y ahora estoy enojado.

“¿Podemos ensayarlo unos poco minutos, Michael?”

“No, me gustaría grabarlo directamente”.

Oh. ¿De verdad? ¿Es buena idea? Ni si quiera habíamos visto lo que Michael intentaba hacer. ¿No estaremos poco preparados?

¿Y cuantos rollos de película tenemos en el presupuesto?

No te preocupes por eso. Michael está más cómodo grabando.

Vamos a ello. Que empiece el playback. El sonido de Billie Jean lleno el estudio por primera vez. Ese ritmo hipnótico.

Esas jadeantes vocales.

Puse la cámara Arriflex de 16mm sobre mi hombro, puse mi ojo en el objetivo. Veía a Michael en la acera, moviendo una pierna ligeramente al ritmo de la canción, quieto, estático, esperando que el verso finalizara para hacerlo.

¿Y cómo lo ha hecho?

Con una asombrosa y diferente energía corriendo ahora a través de sus venas. Él se enfrentó a mi cámara. Mirando directamente el cañón de la lente. Estaba bailando y cantando. ¿Eso es bailar? No es como ningún otro bailarín que haya visto. Esta fuera de este mundo. Es extraordinario.

El mundo va a ver esto y se va a paralizar. El mundo va a ver esto y va a tener que aguantar la respiración. Lo sé porque ahora mismo, yo no puedo respirar. Y la adrenalina corre por mis venas, calentado la cámara a la que estoy pegado.

Literalmente, la lente por la que miro esta empañada. Pero a través de la neblina aun puedo ver como Michael se pone de puntillas sobre sus dedos, como da vueltas y se gira con los reflejos de un gato. Con la habilidad de Ginger Rogers y Gene Kelly y de cualquiera que alguna vez se haya movido.

Ahora incluso improvisa. Está incorporando su inquietud a sus movimientos. Ciertamente no ha practicado esto delante del espejo. Está jugando con la electricidad que el pobre electricista en la esquina del estudio está intentando mantener. Está jugando con la manera en la que el pavimento se ilumina, fusionándolo con la velocidad y la invención de su baile. Es impresionante. Es brillante. Es Michael Jackson.

Corten. Corten. Wow. Wow.

Desde hace treinta años, estas imágenes están grabadas de manera indeleble en mi mente.



Extraído de la revista Newsweek

Baile de la Vida / Dance of Life




BAILE DE LA VIDA

No puedo escapar de la luna. Sus suaves rayos de luz apartan las cortinas por la noche. Ni siquiera tengo que verla – una fría energía azul cae sobre mi cama y me hace levantar. Bajo corriendo a la oscura entrada y abro la puerta, no para irme de casa, sino para volver a ella. “Luna, ¡estoy aquí” grito.

“Bien”, contesta ella. “Ahora danos un pequeño baile.”

Pero mi cuerpo ha empezado a moverse mucho antes de que ella diga nada. ¿Cuándo empezó? No puedo recordarlo – mi cuerpo siempre se ha estado moviendo. Desde mi infancia he reaccionado a la luna de esta manera, como su lunático preferido, y no sólo de ella. Las estrellas me atraen, tan cerca para ver a través de sus brillantes actos. Ellas también están bailando, haciendo un suave tintineo de moléculas que hace que mis átomos de carbono salten al mismo tiempo.

Con mis brazos extendidos, me dirijo al mar, que saca otro baile en mí. El baile de la luna es lento en el interior, y suave como las azules sombras sobre el césped. Cuando el oleaje estalla, oigo el corazón de la tierra, y se inicia el compás. Siento los delfines saltando en la blanca espuma, intentando volar, y casi volando cuando las olas se rizan altas en el cielo. Sus colas dejan arcos de luz cuando el plancton brilla en las olas. Un grupo de pequeños pececillos se elevan, brillando plateados en la luz de la luna como una nueva constelación.

“¡Ah!” dice el mar, “Ahora estamos reuniendo un gran grupo.”

Corro a lo largo de la playa, cogiendo olas con un pie y evitándolas con el otro. Oigo débiles sonidos de estallidos – cientos de cangrejos de arena llenos de pánico entrando en sus agujeros, por si acaso. Pero yo ahora estoy corriendo, a veces con mis pies, a veces lo más rápido que puedo.

Giro mi cabeza hacia atrás y una nebulosa arremolinada dice, “¡Gira rápido, ahora!”

Sonriendo abiertamente, agachando mi cabeza para mantener el equilibrio, empiezo a dar vueltas lo más rápido que puedo. Este es mi baile favorito, porque contiene un secreto.

Cuanto más rápido giro, más en mí mismo me siento. Mi baile está exento de movimiento, lleno de silencio. Tanto como amo hacer música, es la no oída la que nunca muere. Y el silencio es mi verdadero baile, a pesar de que nunca se mueve. Se queda a un lado, mi coreógrafo de la elegancia, y bendice cada dedo de las manos y cada dedo de los pies.

He olvidado la luna ahora, y el mar y los delfines, pero me siento en su alegría más que nunca. Tan lejos como una estrella, tan cerca como un grano de arena, la presencia se eleva, brillando llena de luz. Podría estar en ella para siempre, es tan cariñosa y cálida. Pero tócala una sola vez, y la luz se dispara derecha desde la quietud. Me hace temblar y me asusta, y yo sé que mi es mi destino enseñarle a los demás que este silencio, esta luz, esta bendición, es mi baile. Acepto este regalo sólo para darlo otra vez.

“¡Rápido, da!” dice la luz.

Como nunca antes, intento obedecer, inventando nuevos pasos, nuevos gestos de alegría. De una vez por todas, siento dónde estoy, corriendo de vuelta por la colina. La luz en mi habitación está encendida. Verla me trae de vuelta. Empiezo a sentir mi corazón palpitando fuertemente, la insensibilidad de mis brazos, la cálida sangre en mis piernas. Mis células quieren bailar más despacio. “¿Podemos caminar un poco?” preguntan. “Esto ha sido un poco violento”.

“Claro” me río, tomando poco a poco un paso lento.

Giro el picaporte, jadeando suavemente, contento de estar cansado. Andando a gatas de vuelta a la cama, recuerdo algo que siempre he admirado. Dicen que algunas de las estrellas que vemos allí arriba no están realmente ahí. Su luz tarda millones de años en llegar a nosotros, y todo lo que estamos haciendo es mirar al pasado, al momento del pasado en el que esas estrellas podían brillar todavía.

“Entonces, ¿qué hace una estrella después de dejar de brillar?” me pregunto. “A lo mejor muere.”

“Oh, no” dice una voz en mi cabeza. “Una estrella no puede morir nunca. Tan sólo se transforma en una sonrisa y se funde en la música cósmica, el baile de la vida.” Me gusta este pensamiento, el último que tengo antes de que mis ojos se cierren. Con una sonrisa, me fundo de nuevo en la música de mí mismo.

El Michael Místico / The Michael Mystique



Capítulo Dos

EL MICHAEL MÍSTICO

Igual que su música, vestir a Michael Jackson era un ejercicio por capas, con un propósito pero con libertad. En el fondo de sus canciones, Michael probaba elementos únicos e inconexos que, cuando combinaban, hacían que todo se uniera. El caos controlado era parte de la mística de Michael.
 


Emular la música de Michael significaba ser polifacéticos en nuestros diseños. Teníamos que ser equilibrados al mismo tiempo que mantener la fluidez; adornado pero no desmañado. No solo teníamos insignias, también hebillas, cremalleras, tachuelas y piedras de estrás. Michael no se complementaba con accesorios, él se engalanaba. “Lo que tú no puedes usar, yo lo llevo”, era uno de sus lemas. Y tal como lo hacía con su música, quería llevarnos hasta el límite con su vestuario, y nos lo presentaba con una especie de rima envuelta en un acertijo: ¿Cómo saben dónde o cuando parar antes de cortar una pieza? “No puedes parar hasta que no tienes suficiente”, ¿verdad? Michael era un maestro del equilibrio en su música, y nosotros tuvimos que aprender eso también para su ropa.

La sinergia de Michael entre la música y el estilo formaba parte de su genialidad. Él tenía un interés personal en el vestuario desde los años 60, cuando los Jackson 5 trabajaban en el circuito en busca de una gran oportunidad. Me enteré de esto a través de una conversación ordinaria que se convirtió en una extraordinaria revelación.

Michael y yo íbamos conduciendo camino del estudio un día en 1990 y él iba jugueteando con el tejido de una de sus chaquetas, investigando la reluciente hilera de estrás que bordeaba la manga. “Bush”, dijo, “¿Cómo haces para no herirte los dedos al echar hacia atrás los pequeños dientes detrás de las tachuelas? ¿Cómo puedes poner tantas sin sangrar?”

Se refería a los dientes de la parte de atrás del aro que sujeta la piedra en su lugar para poder fijarla a la tela con seguridad. Yo estaba algo confundido con la pregunta. ¿Por qué le interesaría?

“Tengo una máquina”.

De acuerdo, podrían pensar que acababa de decirle dónde vivía el Yeti.

“¿Tienes una?”

¿Me está tomando el pelo de nuevo?, me pregunté. ¿Puede realmente creer que apreté cada diente de los cientos de piedrecitas de estrás en su ropa a mano… puede?

“Quiero una máquina”. Lo dijo como un chiquillo que acaba de ver a su hermana con un gran helado y se le está haciendo la boca agua por uno también. 

“Cuando estábamos empezando”, comenzó Michael a explicar, “teníamos que hacernos nuestras propias ropas para actuar. Mi madre, mis hermanos y hermanas y yo, éramos los que las hacíamos. Recuerdo apretar esas piedras en mis ropas una a una, y las yemas de los dedos me sangraban. Esos dientes estaban afilados. Dolía, Bush”.

“Michael, podías haber usado un dedal”.

“Nosotros no teníamos”.

Fue cuando me di cuenta de que Michael tenía un gran aprecio por lo que Dennis y yo hacíamos, porque experimentó lo que costaba hacerlo.


 Continuará el viernes...

Weird Al Yankovic comparte documento en el que se muestra la larga firma de Michael Jackson / Yankovic shared document eventually signed Michael Jackson shows



La firma de Michael Jackson es tan larga, que ejerce una atracción gravitatoria más fuerte que el “Gargantua” agujero negro en Interestelar. No sólo Jackson hace su marca en todo el espacio del documento, sino que también invade el espacio  de Weird Al Yankovic.


El día de hoy, el entusiasta de la polca favorita compartió con todo el mundo, escaneado, el registró de la firma de la página de su "Eat It" contrato con el fallecido "Rey del Pop" en su cuenta de Twitter. 

Desde la década de 1980, Yankovic ha parodiado canciones y videos musicales de músicos y bandas famosas

Fuente: Uproxx.com