miércoles, 21 de agosto de 2013

Michael Jackson no podía permitirse decepcionar a sus fans jamás

Michael Bush diseñador personal de Michael Jackson se ha presentado en Madrid con su libro «The King of Style: Dressing Michael Jackson» en donde cuenta sus experiencias con el Rey del Pop.



Para un diseñador de vestuario, trabajar para la superestrella más gigantesca de la historia del pop durante veinticinco años tiene que ser lo más. Ese es el destino que le tocó vivir a Michael Bush, responsable de la estética de un personaje idolatrado, controvertido, con tantos claroscuros que llegaron a lo cutáneo, pero que permanecerá en la memoria colectiva como el grandioso artista que fue.
«Ninguno ha sido ni será tan grande. Ni Madonna, ni Justin Bieber, ni Lady Gaga», proclamó Bush en su visita al Hard Rock Café de Madrid, donde presentó su libro «The King of Style: Dressing Michael Jackson», en el que detalla anécdotas, métodos creativos y un sinfín de imágenes con los trajes más legendarios de la carrera de Jackson.
«Él siempre se involucraba al cien por cien y se mostraba muy interesado por cada mínimo detalle», explica el diseñador, vestido con jeans y una esperpéntica chaqueta brillante con la cara de Jackson  estampada. «Cuando estaba trabajando en el estudio era completamente inaccesible, era como: «Dejadme en paz, estoy grabando», pero cuando preparaba una gira podía pasarse horas hablando de qué era lo mejor para cada concierto.
A veces yo viajaba a las ciudades en las que iba a actuar, hacía fotos a la gente por la calle, y luego las colocábamos en una pared para verlas en conjunto y diseñar algo específico para esa actuación. Por ejemplo, si iba a venir a España pensaba en vuestra personalidad pasional y buscaba colores brillantes y fuertes. Quería ser el líder del pop en cuanto a marcar tendencia, a adelantarse a los demás, a liderar la evolución de la estética pop hacia el siguiente nivel. Lo que teníamos preparado para sus actuaciones en Londres era increíble».



Bush se convirtió en un gran amigo del cantante y asegura que su experiencia con él «puede resumirse en veinticinco años de carcajadas, no parábamos de reír. Fue una bendición conocerle, me enseñó a amar la vida, igual que a millones de personas, por eso todos somos Michael Jackson aunque no lo sepamos. Él comprendió que todos somos únicos, que cada persona tiene algo especial, y obraba en consecuencia. Sin duda, dio mucho más de lo que recibió».



Como miembro del círculo más íntimo de la estrella y conocedor de sus inquietudes, apunta un detalle que quizá dé pistas sobre las razones de esas obsesiones farmacológicas para poder mantener el ritmo, que quizá dibujaron la tragedia: «Michael era extremadamente sensible y tímido, pero sentía que Dios le había puesto en este planeta para entretener a la gente, y esa tarea era sagrada para él. No podía permitirse a sí mismo decepcionar a sus fans jamás. Tenía que ser el mejor».



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