miércoles, 24 de julio de 2013

Historia de una fan "Conocer a Michael - Cómo un solo día ha cambiado mi vida"

Hoy quiero compartir con ustedes una hermosa y un tanto melancólica historia contada por una fan que relata como conocio a Michael y su encuentro con él, ella como muchos otros afortunados demuestra que los sueños si se hacen realidad teniendo mucha fé aunque conocer a Mike ya no es parte de nuestros tantos sueños nos queda el consuelo de que lo conocimos de una u otra manera, la saque del foro MJ's HideOut - Libro traducido IT'S ALL ABOUT L.O.V.E. - Historias de los fans. 


"Conocer a Michael – Cómo un solo día ha cambiado mi vida"
Por Silke Milpauer, Alemania
 
Todo comenzó con una bonita voz saliendo de la radio. Mi corazón empezó inmediatamente a latir muy deprisa como si nunca antes hubiera escuchado algo así en mi vida. Sobrecogida, escuché la maravillosa melodía. Para mí, era como si un ángel estuviera cantando. Por eso me sorprendí aún más cuando el presentador anunció que habíamos estado escuchando la nueva canción de Michael Jackson “Heal the World”, de su nuevo álbum Dangerous.

Mi cerebro empezó a trabajar inmediatamente: Michael Jackson -¿no era ese el maniático chico que dormía en una cámara de oxígeno y tenía un chimpancé por mascota? Leía constantemente en la prensa sobre su extraño modo de vida y entendía que parecía vivir en una torre de marfil en lugar de en el mundo real. Pero si ese era efectivamente el caso, ¿por qué este hombre canta con tanta emoción e intensidad sobre curar el mundo? ¿Podría ser dicha persona indiferente a nuestro mundo y a otros sufrimientos de la gente? Pero ahí estaba, Michael Jackson, cantando con todo su corazón tratando de extender su mensaje. De modo que podía ser –un pensamiento audaz, realmente- podía ser que la imagen que transmitían los medios al público en general fuera verdaderamente errónea y no correspondiera a la verdad?

¿Había sido manipulada? No podía sacar este pensamiento ni su voz de mi mente. Ese mismo día fui a una tienda y compré “Dangerous”. Todavía recuerdo lo nerviosa que estaba cuando puse la cinta en el casette –imaginen que ni siquiera tenía mi propio casette hasta entonces- y presioné el botón de comienzo. También recuerdo el dolor de cabeza que me dio mientras lo escuchaba. Pero tenía que darle una oportunidad! Después de todo, nunca antes había estado realmente interesada en la música y tenía que acostumbrarme al estilo de Michael.

Les digo algo: Estoy tan contenta de no haber apagado el casette después de Jam! Mientras que algunas canciones me dieron un serio dolor de cabeza después de haberlas escuchado por primera vez, otras fueron una revelación. Pero después de escuchar “Dangerous” una y otra vez mientras leía las letras al mismo tiempo, me di cuenta de que me iba gustando más este álbum. Mucho. El libreto me informó de que Michael escribió todas las letras él mismo y básicamente, yo estaba bastante impresionada. Enseguida adquirí un gusto por Michael y por su música. Pronto, tuve mis propios álbumes, leía revistas de fans (como la popular Black & White), la autobiografía de Michael, Moonwalk y sobre todo, Dancing the Dream, que me ha encantado desde entonces.

Durante una estancia en Estados Unidos en el verano de 1993, descubrí la biografía de Taraborelli, La Magia y la Locura, y la devoré por completo en solo tres días. Entre otra información, me decía la localización del rancho de Michael, y después de tener que rogar a mis padres para que me llevaran allí, finalmente lo hicieron. Siempre estaré agradecida por la maravillosa experiencia de poder estar a las puertas de Neverland y estar tan cerca de Michael. Bueno, cuando pregunté si Michael Jackson vivía allí (por cierto, gran pregunta, eh?), el amistoso guardia de seguridad solo nos dijo que no le estaba permitido decirlo, pero que deberíamos tomar tantas fotos como quisiéramos y “ser felices”! y lo fuimos!

De modo que básicamente, en un par de meses y debido a mi intensa investigación del “hombre detrás de la máscara”, mi previa, mediatizada, distorsionada y falsa imagen de Michael Jackson había cambiado bastante. Empecé a pensar en él como Michael, o incluso como Mike. Ahora pensaba que tenía que ser un ser humano muy sensible y tímido, quien desinteresadamente –e incluso hasta el punto de olvidarse de sí mismo- se dedicó a preocuparse por las necesidades de los demás –por encima de todo, por supuesto, a las necesidades de los niños. Pensaba en él como en una persona amable que ha sufrido y que ha sido herido e incomprendido hasta un extremo tan alarmante que sintió necesario levantar un muro inmenso alrededor de su alma. Pensaba en él como en alguien que vive al margen de la sociedad, un ermitaño de quien se han reído a menudo y a quien han llamado demasiado a menudo “wacko jacko” a la cara.

Dejemos a un lado a Michael (de momento) y déjenme hablar un poco de mí misma. Tenía 14 años cuando “descubrí” a Michael por primera vez en 1991 y una adolescente bastante introvertida a la que fastidiaban muy a menudo por ser tan tímida. No me gustaba hablar de chicos –un pasatiempo favorito normalmente para las chicas de esa edad – ni salir con otros chicos de mi edad. En su lugar, prefería la compañía de mis libros. Siempre he amado los libros y podía desaparecer dentro de esos mundos de fantasía que me ofrecían durante horas. A ese respecto, Michael era alguien con quien podía identificarme e incluso imaginaba que sabía cómo se tenía que sentir. Conectaba con él muy bien.

De todas formas, su música y sus mensajes significaban mucho para mí y siempre me apoyaron durante esos momentos difíciles de mi vida. E incluso había más aspectos positivos, como que mi inglés empezó a mejorar. Bueno, eso no era sorprendente, considerando la cantidad de tiempo que pasé traduciendo canciones, letras y entrevistas, llevada por el deseo de comprender lo que él tenía que decir. Frecuentemente, Michael hablaba del poder de los sueños. La idea de “desear una estrella” tenía un significado especial para él, y pronto también lo tendría para mí.

Mi deseo de conocer a Michael y hablar con él se hizo más y más grande con el paso de los días. Para entonces, el otoño de 1993 había llegado –y no era un buen momento para Michael, eufemísticamente hablando. Era también una pesadilla infernal para sus devotos fans. No podía creer lo que estaba pasando y lo angustiada que estaba todo el tiempo. Atención, no porque considerase siquiera por una milésima de segundo que esas absurdas acusaciones podían ser verdad, sino porque estaba profundamente preocupada por Michael y por los efectos que eso podía tener en su tierna alma. ¿Cómo puede alguien utilizar su buen corazón y su amor por los niños como un arma contra él?

No pude entender eso, sin embargo, no pudieron encontrar un arma mejor para herirle profundamente.
Por entonces había descubierto una estrella particularmente brillante en el cielo, que siempre conseguía encontrar. Igual que Michael en “Moonwalker”, me centré en esta estrella cada mañana y rezaba muy intensamente: “Por favor Señor, haz que Michael salga de esto sano y salvo y bien.” Y además, un poco egoístamente: “déjame conocer a Michael y hablar con él!”Ese era mi ritual matutino durante algunas semanas. Mi mejor amiga por entonces se había enamorado de un luchador conocido y las dos nos imaginábamos lo que sería conocer a nuestros “amores”. “Solo tenemos que creer en ello al 100%, y sucederá”; Le decía una y otra vez.

Y, de hecho, sucedió: el 3 de diciembre de 1993, llegó una carta de “Bravo”, una popular revista juvenil alemana. Ellos habían apoyado a Michael y estuvieron a su lado durante sus momentos más difíciles, de tal manera que tenían buenas conexiones. Me dijeron que había ganado un encuentro con Michael y podía presentarle el premio que había ganado en la categoría de “mejor cantante de 1993”. ¿Y adivinen qué? Tres semanas después, mi mejor amiga recibió una carta similar, diciéndole que había ganado un encuentro con la estrella. De entre 80.000 participantes, habían extraído mi nombre y también el suyo de entre varios miles. Así que ambas, las mejores amigas desde hacía muchos años, de la misma ciudad y viviendo a tan solo dos calles la una de la otra, ¡habíamos ganado! ¿Se puede creer eso? ¿Cómo pudo ser eso una coincidencia? Desde ese día, creo puntualmente en los milagros.

Un largo, difícil y exhausto tiempo de espera comenzaba. A veces, todo me parecía un sueño, algo que solo estaba en mi mente. ¿Me lo había imaginado todo? Pero no, una llamada del periodista Alex Gernandt me sacó de mi sufrimiento más de un año después: me dijo que el encuentro tendría lugar en pocos días. En Chicago -¿tenía pasaporte? Afortunadamente, lo tenía. Mi alegría era enorme, pero por otra parte estaba bastante asustada: ¿Qué pasaba si Michael fuera totalmente diferente a como había imaginado que sería? ¿Y si no podía decir ni una sola palabra? Y, para poner las cosas peor, ¡tenía que comunicarme en un idioma extranjero! No me malinterpreten, me encanta el inglés y ya tenía un buen dominio del mismo por entonces, pero a pesar de todo: en algunas situaciones extremas, hay veces en que te equivocas en tu propia lengua… ¿y no sería vergonzoso si eso me pasara a mí?

Pero lo primero es lo primero. Antes de poder pensar en conocer a Michael, tenía que cumplir una serie de formalidades. Mis padres tenían que informar a la escuela y rellenar una solicitud para que me excusaran de las clases por una semana. Nadie lo entendía. Mi profesora de francés, por ejemplo, reaccionó como si la hubiera insultado personalmente: “Si conocer a Michael Jackson es más importante para ella que su examen de francés, bueno, ella sabrá…”, decía suspirando dramáticamente en mi ausencia. Sin embargo, no me importaba lo más mínimo. Todo lo que me importaba era que iba conocer a Michael, aunque admito que era un poco surrealista, sentada junto a Alex en clase business, bebiendo sorbos de champán y haciendo un test de una revista titulado “¿Qué harías si conocieras a Michael?” mientras el avión volaba sobre el Atlántico. Incluso más surrealista era la cara del pobre chico del aeropuerto, que me preguntó por las razones de mi visita a los Estados Unidos. Al principio, simplemente le dije: “por placer”. Pero él no estaba lo suficientemente contento con esa respuesta, insistiendo en más detalles. Así que contesté: “Para conocer a Michael Jackson.” Su cara me dijo plenamente que pensaba que yo era una lunática, sin embargo, me dejó pasar.

El siguiente par de días fueron un sueño perfecto. De hecho, me sentía como Cenicienta en el caro y lujoso hotel –el mismo hotel en que Michael vivía, por cierto. Además de hacer un poco de turismo, conocimos a mucha gente del entorno de Michael: Adrian Grant, por ejemplo, quien fue genial (incluso aunque no fuera amable de su parte mencionar la película “Speed” mientras subíamos por el ascensor). Pasamos mucho tiempo con Bob Jones, por quien sentí de inmediato un absoluto desagrado y que observaba hasta mi más mínimo movimiento de cerca. Supongo que trataba de anticipar mis reacciones a Michael, si me desmayaría o gritaría histéricamente cuando le viera.

De hecho, me había prometido a mí misma que no haría ni lo uno ni lo otro, porque no encuentro nada más perturbador que los fans que gritan con todas sus ganas cuando ponen los ojos en Michael u olvidan toda su dignidad (la suya y la de Michael!) o incluso le tocan sin permiso.

Siendo una persona muy empática, siempre me pregunté cómo se tenía que sentir Michael en esas situaciones. Por supuesto comprendía bastante bien los motivos para tales acciones y las emociones detrás de ellas. Pero incluso aunque Michael nos pareciera tan familiar, nosotros éramos extraños para él. ¿Y quién disfrutaba siendo tocado, mirado fijamente y recibiendo gritos de extraños? Por eso me prometí a mí misma no perder la calma y tratar a Michael como a cualquier otro ser humano. Ya gritaría y chillaría cuando él no pudiera verme ni oírme.

Haciendo turismo, comprando y metiendo la cabeza dentro del mundo de Michael, me encontré con una enorme cantidad de extraordinarias experiencias. Una vez, por ejemplo, el señor Jones nos llevó a cenar a uno de los restaurantes favoritos de Michael. Cuando estábamos preparados para irnos, el chef se acercó a nuestra mesa, con un regalo para Michael: había horneado un pastel de queso y chocolate gigante para él y le pidió al señor Jones que se lo diera con los saludos del chef. Desde luego, Michael era muy querido allí.
El tiempo pasa volando cuando te estás divirtiendo. Sentir tal proximidad a Michael era un sentimiento surrealista. Se “escapó” ayer por la noche y salió de compras por el hotel, nos dijo el señor Jones lleno de indignación durante el desayuno. Michael se atrevió a hacerlo a pesar de que él mismo se lo había prohibido, añadió y sonaba como si fuera su dueño. ¿Qué derecho tenía a tratar a Michael como si fuera un niño? Me preguntaba mientras me comía mis pancakes. Y lo que encontraba más triste todavía era el hecho de que Michael obviamente no tenía otra elección que escaparse al amparo de la oscuridad.

De acuerdo que la reacción de Jones pudo haber sido provocada por miedo por el bienestar de Michael; después de todo, no era nunca seguro para él hacer planes normales, cosas cotidianas, sin estar bien protegido. Sin embargo, me dio la impresión de que no era tanto el bienestar de Michael lo que predominaba en su mente, sino el dinero.

Después todo sucedió muy deprisa: nos pusieron en una minivan, y, al estilo de James Bond, comenzó nuestro viaje hacia un destino desconocido. Ni siquiera el conductor sabía a dónde nos llevaba e iba recibiendo las instrucciones mientras conducía. Y si esto solo no fuera suficientemente excitante, no saber si Michael estaría esperándome me destrozaba los nervios. No se pueden imaginar lo fuerte y rápido que latía mi corazón cuando entré al viejo almacén donde se suponía iba a conocer al hombre que lo significaba todo para mí. Era un lugar enorme, con viejas máquinas por todas partes. Michael había elegido ese lugar con la idea de hacer fotos para su libreto de HIStory, nos dijo el señor Jones.

En el lado izquierdo de la sala, se había construido un pequeño estudio fotográfico: Una pantalla blanca servía de fondo, a su derecha e izquierda, se situaron focos para proveer de suficiente luz. Y por supuesto estaba la cámara de Jonathan Exley justo detrás de todo. Disfruté hablando con él, ¡pero nada podía quitarme el nerviosismo! Y nadie podía decir cuándo llegaría Michael. Así que me puse a explorar, paseé por una pequeña habitación adyacente y no pude creer lo que vieron mis ojos: había dulces por todas partes. De hecho, el mayor buffet que había visto nunca –y todo eran dulces. En medio, se colocaron algunos juguetes. ¡Era fascinante!

Ahora comenzaba la larga espera. Decir que no hacía demasiado calor en el edificio habría sido quedarse corto. De vez en cuando sonaba el móvil del señor Jones, y finalmente, perdió la paciencia y salió de compras, murmurando cómo se atrevía Michael a hacerle esperar. Salió por un rato y cuando volvió, había hecho algunas compras de Navidad. Finalmente, todo el mundo empezó a ponerse inquieto. Eran las seis y media de la tarde y habían pasado tres horas. “Michael estará pronto aquí” –ese susurro llenó de repente el aire y entonces Wayne entró por la puerta y se aseguró de que todo estaba bien para Michael. Alex y yo nos levantamos de las sillas en el rincón derecho de la sala, mirando hipnotizadas fijamente a la puerta. Sentía frio y calor al mismo tiempo y temí desmayarme de puro nerviosismo. ¿Era posible sufrir un ataque al corazón a los 17?, me lo preguntaba porque mi corazón latía tan fuerte como si hubiera participado en una maratón.

De repente, un sonido de niños alegres llenó el almacén: algunos niños llegaron corriendo a la habitación arrojándose caramelos unos a otros. Aun siendo fascinante, mi mirada permanecía fija en la puerta por la que Michael pasaría solo un momento después. Parecía como si toda la atmósfera de la habitación cambiara de inmediato. Fue como si tuviera una visión, tan irreal me parecía el hombre que pasó a varios metros de mí. Que vistiera pantalones negros, una camisa de franela de cuadros rojos, una mascarilla negra y su sombrero; todos esos detalles se me escaparon. Mis ojos estaban únicamente fijos en sus rasgos y en sus maravillosos ojos oscuros. Debió sentir mis ojos en él, porque ahora su mirada cruzó la distancia entre nosotros y se encontró con la mía, mirándome interrogativamente. Avergonzada por haberme pillado mirándole directamente, aparté rápidamente la mirada. Por el rabillo del ojo pude ver que las comisuras de su boca hacían un gesto divertido. Mientras tanto, posó para varias fotografías. La siguiente vez que le miré, como si sintiera de nuevo sus ojos fijos en mí, fue él quien apartó la mirada rápidamente. Repetimos este juego una y otra vez.

“Ahora”, el señor Jones nos señaló a mí y a Alex y cruzamos la habitación en dirección a Michael. Para mí, todo parecía suceder a cámara lenta. De pronto, me paré frente a la cámara, directamente frente a Michael, que estaba ahora a solo unos tres metros de de distancia. Después, no pude ser capaz de decir cómo vestía Michael. Vi los detalles que he descrito antes –que llevaba mascarilla y sombrero, por ejemplo- en fotos un par de días después. Pero en ese momento, estaba demasiado hipnotizada por sus increíbles ojos oscuros, que hacían un fuerte contraste con sus finas y pálidas facciones. Su complexión no parecía ser la de una persona de raza blanca, sino más clara aún. Nunca había vista nada comparable. Su cara era tan simétrica y suave como la porcelana. Sus labios tenían un rojo natural, sin lápiz de labios. Como Blancanieves, no pude evitar pensar. Yo le miraba a él y él me estudiaba a mí también.

Después de que Jonathan tomara algunas fotos, alguien me empujó hacia Michael y yo traté de mantener el equilibrio y no tropezar con algunos cables. Como si fuera con el piloto automático, crucé los cinco pasos que nos separaban todavía y extendí mi mano. Le traté con normalidad, y no le miré fijamente, tan difícil como era algo así –ese pensamiento seguía rondando mi mente. Asombrada, me di cuenta de que se sobresaltó ligeramente cuando me acerqué para darle la mano, y que sus ojos se abrieron notablemente. Está asustado, pensé. Estaba tan nervioso como yo. El hecho de que él pensara que yo, una chica tímida e inofensiva de 17 años, pudiera atacarle o herirle a él de alguna manera me impactó profundamente. Lo que este chico debió haber experimentado en esta mirada… tengo que moverme lentamente, pensé, y hablar tranquilamente y con calma. En ese momento, Michael no parecía ser ya Blancanieves, sino un tímido cervatillo. Bambi.

Antes del encuentro, había practicado un pequeño discurso, ahora hice un esfuerzo, saludé a Michael y le di la mano. Él me devolvió el saludo amable pero firmemente. En ese momento, pasó algo asombroso: Todos mis miedos y nervios desaparecieron en el preciso instante en que me tocó. Después de presentarme, Michael contestó quedamente: “Hola, soy Michael.” Recuerdo que eso casi me distrajo, pero encontré este gesto increíblemente lindo. Para no perder el hilo, expliqué a Michael quién era y por qué estaba allí: “Que quería entregarle el “Golden Globo Award”, pues los lectores de “Bravo” pensaron claramente que era el que más se lo merecía. Entonces le ofrecí mis felicitaciones y alargué mi mano con el premio muy lentamente. Michael cogió el premio con mucho cuidado, (que tenía la forma de un pequeño indio, por cierto) y lo admiró largamente. “Oh, es muy mono!” exclamó y lo agradeció sinceramente. Tuve la impresión de que realmente significaba mucho para él. “Lo sé”, contesté y sonreí. “Quería quedármelo para mí, sabes”, bromeé y Michael lanzó una carcajada, y se mordió los labios.

No sabía qué hacer, pero me pareció que sinceramente sería la mejor solución. Así que admití que era muy tímida y que estaba muy, muy nerviosa por todo el mundo alrededor y las cámaras. No quería decirle que él era la principal causa de mi nerviosismo, eso habría sido muy violento. Michael abrió la boca, claramente sorprendido, y de improviso, me vi entre sus brazos. “No tienes que estar nerviosa. Lo lograremos juntos”, me susurró dándome palmaditas en el hombro. Como era el momento de las fotos, me rodeó con sus brazos. Mientras posábamos para Jonathan, me dijo en un susurro que él todavía no estaba acostumbrado a todo eso y que estaba muy nervioso y era muy tímido él también. “Ellos siempre están pensando que alguien quiere matarme”, añadió quedamente y girando los ojos, con sus mirada ahora fija en sus guardaespaldas, que estaban por allí cerca a cargo de los niños.

Ahora ya se había roto el hielo y en los siguientes minutos hablamos el uno con el otro. Me había prometido a mí misma que no le preguntaría nada personal y no le trataría como cualquier periodista amarillista. Por tanto me sentí aliviada de que pareciera interesado en mi vida y me preguntara un par de cosas. Le conté algunas cosas sobre mí y mi vida cotidiana. Cuando le dije que nuestro encuentro tenía que haberse producido en realidad un día antes, pareció incrédulo: “¿Cancelaste tu vuelo por MÍ?”, preguntó como si fuera difícil de creer que él era tan importante como para justificar una cosa así. Cuando añadí que había esperado más de un año para ese día, me miró aun más asombrado. “¿por mí?”, repetía. Su humildad era sorprendente.

“Ni siquiera sabía que iba a haber este encuentro… me lo dijeron hace unas horas tan solo”, me dijo. Después de eso, Michael tenía que posar para algunas fotos él solo y yo volví a mi sitio detrás de la cámara, disfrutando de ver a Michael en acción. De alguna manera, todo el mundo alrededor nuestra desapareció poco a poco hacia la habitación de al lado y de repente, me encontré sola con Michael. Yo estaba sorprendida y Michael parecía confuso por ello. Pero entonces una risa apareció en su cara y me llamó. En el camino hasta la reunión, el señor Jones me había dicho que no debía mirar fijamente a la nariz de Michael (¡como si fuera a hacerlo!) ni preguntarle nada, ni pedirle un autógrafo. Pero cuando estuvimos solos pensé que no le importaría, recobré la calma y lo hice, “¿te importaría firmar mi libreto de Dangerous?”, le pregunté educadamente y Michael sonrió resplandeciente. “!Por supuesto!” le di el libreto y un bolígrafo y él decidió espontáneamente que la piedra ancha y alta situada a la derecha del estudio fotográfico podría servirnos como sillas. Usó la manga de su camisa para quitar el polvo de la piedra y, muy caballeroso, me ofreció asiento. Yo estaba muy impresionada - era tan, tan educado! Agradeciéndoselo, me senté y le observé cómo se sentaba a mi lado y pasaba las hojas del libreto buscando una página adecuada para firmar. De algún modo, sentía que ya no había distancia –ni física ni emocional- entre los dos, y también admití que pensaba que el señor Jones no era muy simpático y que me daba bastante miedo porque parecía muy estricto y dominante. Michael solo rió de un modo bastante divertido y me dio palmadas en el hombro diciendo, “no debes tener miedo de él. Él es así. Incluso yo le llamo señor después de todo este tiempo, ¿te imaginas?”

Cuando terminó de escribir la dedicatoria en mi libreto, se levantó y cogió mi mano para ayudarme a levantarme. Miré por la habitación donde una de las niñas que jugaban llamó mi atención: “Oh, es tan linda!”; exclamé y señalé su bonito pelo rizado. “¿Cómo se llama?” Michael siguió mi mirada y rompió a reír. “!Es un chico!”; dijo y sentí como mis mejillas enrojecían. “Oh, yo… no lo sabía”, balbuceé bastante avergonzada. “lo siento!”, me disculpé, y de repente, Michael se puso más serio. “Son todos chicos”, dijo, y su voz era… no sé bien cómo describirla. ¿Dura con intención, quizás? Yo estaba en silencio, porque no sabía qué contestar a esa afirmación. Llena de horror, me di cuenta de que los ojos de Michael estaban ahora llenos de lágrimas. Entonces susurró: “De verdad quiero a los niños. ¿TÚ me crees?” El modo en que enfatizó ese “tú” implicando que mucha gente no le creía, me desgarró el corazón. Parecían rondarle los demonios de su pasado y no le dejaban en paz. Ahora sabía con absoluta certeza lo que solo había podido imaginar antes: Habían herido profundamente a este hombre, le clavaron un puñal en su corazón y se lo retorcieron bien. Habían cometido con él una gran injusticia…

Yo tenía solo 17 años, y él era el hombre que significaba todo para mí, el hombre de quien me sentía más cerca. Estaba perdida sin saber qué hacer. Mi primer impulso fue abrazarle fuertemente y reconfortarle, pero luché contra él porque asumí que eso sería desagradable para él. Tampoco quería destruir la frágil banda de confianza entre nosotros. Mirando en retrospectiva, me arrepiento profundamente de no haber seguido lo que me dictaba el corazón. Lo que hice fue devolverle su inquisitiva mirada y asentir con fuerza, “lo sé, Michael. Lo sé”, susurré. Estuve a punto de romper a llorar yo también, y él pareció notarlo, sacudió su desesperación y su tristeza y resplandeció de nuevo. Para distraernos los dos, me presentó a todos los niños que estaban por allí. Eran sus sobrinos, me dijo entre otras cosas.

“Michael, tienes que irte. ¡Los niños están esperando!”; dijo Bob Jones indignantemente, lo repitió varias veces y señaló a la puerta por donde los sobrinos de Michael habían salido. El momento temido había llegado y aunque no quería separarme de Michael, fui yo quien le alargó la mano para estrechar la suya, susurré un adiós, diciéndole que me había encantado conocerle y que esperaba que todos sus sueños se hicieran realidad. Me volví e intenté echar a andar, pero Michael agarró mi mano, me hizo volver, me abrazó entre sus brazos y me dio un beso en la mejilla izquierda. Me quedé tan perpleja que no me di cuenta de lo que estaba pasando. Así que, desgraciadamente, no me dio tiempo a disfrutar del momento realmente. Pasó demasiado rápido. Creo que le devolví el beso, pero no sé si Michael me dijo algo a mí o no. Estaba como en trance, volví a mi sitio y miré cómo Michael era conducido fuera de la habitación.

Después de que la puerta se cerrara detrás de Michael, dejé salir todos mis sentimientos. Toda la tensión emocional fue liberada. Más tarde, en la cena, el señor Jones me preguntó si estaba feliz por haber conocido al “Rey del Pop”. ¡Cómo odiaba que la gente se refiriera a Michael usando la tercera persona, como si no fuera un ser humano! Mis ojos estaban todavía ligeramente enrojecidos cuando le miré: “Estoy contenta de haber conocido a Michael”, le contesté y volví a poner mi atención en la comida.

Después de ese día, en los años siguientes, vi a Michael varias veces, continué siguiendo su vida y su carrera. Pero fue ese día el que cambió mi vida y el que me ha dado tanto. Mirando hacia atrás, puedo decir que, sin Michael, nunca me habría convertido en la persona que soy hoy. Por eso es por lo que he accedido a escribir mi historia: quería compartir mi experiencia, transmitir a los demás qué maravilloso, generoso y adorable ser humano fue Michael. Él no es –no era- como la gente lo imaginaba, y yo tengo mucho que agradecerle: Sin Michael, nunca habría estudiado inglés y nunca habría deseado trabajar con niños y jóvenes adultos. Sin él, la tímida joven de entonces no se habría convertido en una mujer segura de sí misma. Hoy día, trabajo como lectora en un colegio de Alemania, enseñando inglés y alemán a gente joven de entre 16 y 25 años. Entre los jóvenes, Michael es popular como nunca antes. Es absolutamente genial ser fan suya. Solo desearía que la razón fuera otra distinta…

Pero también sé que él está bien ahora, y aunque suene manido, está en un lugar mejor. ¡Gracias por todo, Michael! Nunca te olvidaré.