viernes, 12 de julio de 2013

Médico confiesa: "Michael Jackson tenía graves lesiones en la piel"


Una nueva revelación sobre la vida de Michael Jackson ha impactado a todos. Según su doctor y amigo, Stuart Finkelstein, el rey del pop tenía importantes lesiones dermatológicas e infecciones en las nalgas ocasionadas por el abuso de sustancias estupefacientes.
"Intenté aplicarle una dosis de Demerol (narcótico y analgésico) pero sus nalgas estaban tan llenas de cicatrices, costras y abscesos que la aguja se dobló”, declaró el médico, quien trataba a Jackson en 1993 durante su gira mundial 'Dangerous'.
Finkelstein develó que era la adicción de Michael a los opiáceos la que le generaban estas impactantes costras. “Tenía un verdadero problema de adicción a los opiáceos. Necesitábamos intervenir, tenía que desintoxicarse", dijo el doctor que incluso llamó a una gran amiga del cantante, Elizabeth Taylor, para que charlara con él.
Estas declaraciones fueron recogidas durante el testimonio del doctor en el juicio por la sospechosa muerte de Michael Jackson.




Es muy fuerte todo esto, tener que enterarnos de cosas que ni sabíamos de Michael ahora que no esta nos causa mucho dolor, especialmente a nosotros los fans. Mike no quería que supiéramos todo lo que sufría y si era adicto a los fármacos, tenía dolores que solo con medicamentos se los aliviaba, ya que desde aquel accidente en ese comercial de Pepsi su vida cambio de alguna manera. 


 

Deja de bailar a Michael Jackson


Creo saber porqué murió Michael Jackson, pero lo contaré después. Primero quiero contar otra cosa.
No sé si él se acuerda, seguro que sí, teníamos catorce años y él se empeñó en que cogiéramos el Seat 124 de su padre para ir hasta su fábrica a coger unos rodamientos para el triángulo. Era más que una carretera un camino, y él hacía tiempo que manejaba el embrague y las marchas con una soltura que a mí me parecía auténtica magia.
Apenas si ponía las manos en el volante, como un Houdini consciente de que tenía de copiloto a uno que hacía tiempo que contenía la respiración. Como vio que mis manos se agarraban con fuerza al asiento, sacó un casete de la guantera del coche y comenzó a sonar “Blame It On The Boogie”.
Los baches de la carretera, flanqueada por maizales y moreras cercadas por muros de piedra, impulsaban nuestros cuerpos hacia arriba al compás del ritmo, entre funk y swing, de esta canción irresistible. La magia de los Jackson 5 llenó de esplendor la hierba verde sembrada de ortigas.


Michael Jackson, increíblemente fuera de juego. El 25 de junio pasado se cumplieron cuatro años de su muerte. Nadie lo podía haber imaginado. Daba la impresión de que tras toda la parafernalia de encapsulamiento de los últimos lustros Michael quería volver a intentarlo.
¿Pero intentar qué? ¿Qué intentar cuando se ha conseguido todo? ¿Qué reto puede marcarse quien ha demostrado al mundo ser un genio, un personaje maravilloso, de la misma magnitud de un Houdini? ¿Cómo sobrevivir a eso, sobre todo si la euforia te ha acompañado desde tu más tierna infancia?
Para Michael, cada nuevo disco, cada proyecto, a lo largo de toda su trayectoria, supuso un salto hacia adelante, un triple salto mortal, un elevar el listón de exigencia hasta cotas que, en un momento dado, no pudo superar.
Y se dio cuenta de ello, casi por sorpresa, un buen día. Ensayando en su reaparición. Se dio cuenta de que el listón lo había subido tanto que ni siquiera él mismo era capaz de superarlo. Esta fue la grandeza y, a la vez, la perdición de Michael.
Michael Jackson sucumbió a su alto nivel de exigencia. Tan generoso pero terrible error de percepción acabó destruyéndole. Por suerte, han quedado para siempre sus canciones, como tesoros de la música pop y como banda sonora de muchos recuerdos, algunos de ellos guardados en viejas cintas de casete.